El creyente verdadero comienza de nuevo

En la vida cristiana, lo que importa no es donde uno comienza, sino donde uno termina.
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“Por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7:16)

En la vida cristiana, lo que importa no es donde uno comienza, sino donde uno termina. Colosenses 2:13 nos recuerda: “Y cuando estabais muertos en vuestros delitos y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con Él, habiéndonos perdonado todos los delitos”. Todos comenzamos en el mismo lugar, muertos y con necesidad de salvación y lo que define a un creyente verdadero es su perseverancia y crecimiento. La gloria del evangelio se encuentra en que cada persona que viene a Jesús arrepentida, no solamente es perdonada y aceptada, sino también se convierte en coheredera con Cristo (Ro. 8:17). Siendo esto algo tan personal, en el principio de su caminar nadie puede determinar cuándo la fe de otra persona es real, o si solamente hizo una profesión de fe por emoción, por presión de otros, o simplemente es parte de una familia cristiana y está cumpliendo con lo esperado sin realmente tener un arrepentimiento verdadero. Entonces, ¿cómo podemos saber si alguien realmente es nacido de nuevo o simplemente es alguien que solo está siguiendo las reglas?

¡La prueba del tiempo!

Los acontecimientos de la vida demuestran nuestro carácter, y al mismo tiempo nuestra entrega al Señor. Morir a uno mismo es parte del proceso de santificación y es cómo el Señor nos forma a su imagen (Gá. 2:20). La parábola del sembrador (Mt. 13:3-9, 18-23) demuestra esto claramente. Hay cuatro diferentes tipos de tierra y, sin embargo, solamente una es fértil. El primer tipo de tierra es fácil de reconocer, la cual es donde las semillas cayeron junto al camino y las aves vinieron y las comieron. Esta es la persona que rechaza el evangelio al oírlo y sin duda no es creyente (v. 4). Los otros tres tipos de tierra necesitan pasar la prueba del tiempo y solo la cuarta es la tierra fértil, donde las semillas cayeron y dieron fruto. Esta es la persona que realmente se arrepintió, es un verdadero creyente y el fruto sigue manifestándose (v. 8). Las personas que representan el segundo y tercer tipo de tierra son más difíciles de reconocer y solo el tiempo lo revelará. El segundo tipo de tierra es donde las semillas cayeron en pedregales con poca tierra y comenzaron a brotar, sin embargo, el sol las quemó y se secaron (v. 5-6). Estas son las personas que están en la iglesia, parece que están creciendo y pueden incluso estar sirviendo, sin embargo, cuando vienen las aflicciones tropiezan y se apartan (v. 21). El tercer tipo de tierra es parecida a la segunda, parece que ellos han aceptado a Jesús como su Señor, sin embargo, nunca han aceptado su señorío, aunque creen que son salvos, el mundo y sus valores siguen siendo su norte. Una persona que ha caído significativamente, pudiera ser alguien que representa el segundo y tercer tipo de tierra, lo cual muestra su incredulidad, pero también puede ser un creyente verdadero que resbaló. ¿Cómo podemos diferenciarlos? Las reacciones de cada uno serán diferentes. Las del segundo tipo de tierra, se apartarán y pondrán excusas por las que no pueden volver. En ocasiones no admiten su incredulidad a menos que se sientan acorralados o molestos, sin embargo, hablan sobre “sus dudas” y al final nunca deciden regresar. Aquellos del tercer tipo de tierra, puede que vuelvan o no a la iglesia, sin embargo, su comportamiento prueba que el trabajo, los placeres, el entretenimiento o cualquier otra cosa es más importante que seguir a Cristo. Las palabras de Jesús: “Toma tu cruz y sígueme” (Mt. 16:24) no tienen sentido, de manera que excusan sus acciones. El cuarto tipo de tierra representa el verdadero cristiano que, aunque ha caído, no se apartará del Señor. La forma de evaluarlo es observar su comportamiento después de la caída. Es vital que se retire del servicio al menos por un tiempo si este ocupa una posición de liderazgo. Ellos buscarán ayuda de alguna forma, ya sea a través de un pastor, un mentor, de creyentes más maduros, o algún tipo de líder en la iglesia. Así mismo, un desliz significativo en el caminar cristiano necesita de tiempo para sentarse y evaluarlo. Responder algunas preguntas tales como: ¿cómo se apartó de su primer amor?, ¿cuáles fueron los pasos hacia la caída?, ¿por qué pasó?, ¿cómo perdió su enfoque?, ¿hay algunos ídolos desconocidos que provocaron la caída? y ¿cómo puedo prevenir una caída futura? Una vez que evaluamos la caída, el Señor cambia el lamento en danza, desata el cilicio y nos ceñe de alegría (Sal. 30:11). De esta manera nos damos cuenta que “todas las cosas ayudan a bien” (Ro. 8:28). Básicamente, el verdadero creyente que ha caído debe regresar al inicio y comenzar de nuevo. El crecimiento será más rápido que cuando comenzó a conocer al Señor, porque tendrá mucho más conocimiento bíblico y un caminar de fe que ha obtenido a través de los años, por lo que ya tiene una base sólida y su deber es corregir y reforzar el punto débil en su carácter el cual le ha hecho caer. A través de un arrepentimiento profundo y verdadero, la restauración no es solamente posible, sino que es usada por Dios para demostrar su perdón verdadero, su amor incondicional y traer gloria a su nombre. Cuando un líder ha caído, el estándar para volver al liderazgo no debería ser solamente sentir pesar por el pecado cometido, sino que también requiere humildad, de tal manera que se pueda ver que el orgullo que lo llevó a su caída y que habita en su mente y corazón ha sido quebrantado (1 Co. 10:12). La caída de un líder que es amado y respetado por la congregación produce dolor, decepción y confusión, en especial para aquellos débiles en la fe. Sin embargo, si la restauración es manejada de una forma bíblica, el crecimiento se producirá, no solamente en la persona que cayó, sino también en la congregación. El aprendizaje obtenido tendrá mucho más impacto que solamente estudiar el problema, es más, el conocimiento se convertirá en sabiduría porque se trata de una experiencia personal, el Señor se mostrará a los que escuchen de tal manera que la experiencia será algo inolvidable porque Dios mismo se manifiesta en su corazón (Jn. 14:21).

Catherine Scheraldi de Núñez

Catherine Scheraldi de Núñez, es la esposa del pastor Miguel Núñez, y es doctora en medicina, con especialidad en endocrinología. Está encargada del ministerio de mujeres Ezer, de la Iglesia Bautista Internacional y es conductora del programa radial «Mujer para la gloria de Dios». Ezer, de la Iglesia Bautista Internacional y . Puedes seguirla en twitter.

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