Hace unos años leí una de las mejores joyas literarias que se han escrito para los pastores, “El Pastor Reformado” por Richard Baxter, uno de los puritanos más destacado. Es un libro que fue publicado en el 1656 y que a estas alturas sigue siendo de bendición e impacto al que lo lee. Una de las cosas que recuerdo de este libro que me llevaron a la reflexión estaba al comienzo del mismo. El Pastor Baxter decía:
“Tenga cuidado de sí mismo porque usted, igual como los demás, tiene un alma que ganar o perder. Usted pudiera predicar el Evangelio y aún guiar a otros hacia Cristo, pero sin santidad usted jamás será salvo. Usted puede predicar acerca de Cristo y sin embargo descuidarlo; usted puede predicar acerca del Espíritu y estar resistiéndole. Usted puede hablar acerca de la fe y permanecer incrédulo; puede enseñar acerca de la conversión y permanecer inconverso. Usted puede predicar acerca del cielo, mientras que permanece viviendo mundanamente. Usted pudiera ser el predicador más grande del mundo, pero sin la gracia de Dios en su corazón, usted quedará como no salvo. Los predicadores del Evangelio serán juzgados por el Evangelio. Por lo tanto, tenga cuidado, porque usted tiene un alma que será salva o perdida eternamente.”
Como puede imaginar por esta porción, el libro completo va directamente al hígado. Todos los capítulos son un constante reto a que los pastores evaluemos nuestra relación con Dios y si realmente hemos sido convertidos. Baxter dice: “Ser inconverso es terrible, pero ser un predicador inconverso es mucho peor.” Les comparto esto porque en lo personal pienso que el mayor problema de la Iglesia en general hoy en día es la cantidad de personas que se llaman cristianos pero que no lo son. Van a la iglesia, leen la Biblia, “viven y parecen” cristianos pero realmente NO son cristianos; es más, a muchos se les ha hecho creer que son cristianos porque repitieron una oración, “aceptaron a Jesús” en su corazón pero no han nacido de nuevo. Jesús le dijo a Nicodemo: “Os es necesario nacer de nuevo.” (Jn 3:7) Esas palabras de Jesús no fueron entendidas por Nicodemo porque para él como para muchos hoy en día, era suficiente saber de Jesús. Nicodemo, quien era un líder religioso que había oído de los milagros de Jesús, de las maravillas que había hecho, reconocía que ciertamente Jesús tenía una relación con Dios pero realmente no conocía a Jesús, desconocía como ser salvo. Jesús se asegura de dejarle claro que la única manera de ser salvo es naciendo de nuevo. Lo mismo nos dice a nosotros hoy; tengamos cuidado de saber de Jesús pero no conocer a Jesús. Cuidado de creer que porque vamos a la iglesia, participamos en ella, servimos en ella, leemos nuestras Biblias y parecemos cristianos, creamos que los somos. La única manera de ser salvos es naciendo de nuevo y para nacer de nuevo no basta con un cambio de estado o conducta en nuestras vidas; se necesita un cambio de naturaleza. Nuestros corazones tienen que ser regenerados por Dios mediante el Espíritu Santo que nos lleva a arrepentirnos de nuestros pecados y cambiar nuestra mentalidad y a colocar nuestra fe en Cristo. Sin regeneración, hombres y mujeres depravadas y muertos espirituales jamás podrán ser salvos. Es mi oración que cada uno de nosotros seamos lo sincero suficiente y podamos contestarnos la siguiente pregunta: ¿Hemos nacido de nuevo? Concluyo con unas palabras de otro gran hombre de Dios, el Pastor John MacArthur: “No importa lo sincero o religioso que seas, ni lo ocupado que estés haciendo buenas obras, debes nacer de nuevo.” ¡Gracia y Paz!