Una de las enseñanzas más claras de la Escritura es que somos llamados a perdonar a aquellos que nos ofenden. Sin embargo, siendo que nuestro corazón es engañoso más que todas las cosas y perverso (Jr. 17:9), en ocasiones podemos engañarnos diciéndonos a nosotros mismos y a otros que hemos perdonado cuando en realidad no lo hemos hecho.
Somos llamados por Dios a perdonar como Él nos ha perdonado.
Colosenses 3:13 dice: “soportándoos unos a otros y perdonándoos unos a otros. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros.” ¿De qué manera Dios nos ha perdonado? Dicho en una sola palabra el perdón de Dios hacia sus hijos es completo. En el Salmo 103 verso 3 leemos “él es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias.” Por lo tanto, otorgar a nuestro ofensor un perdón que se queda corto de ser completo, no es un perdón real y sincero. A continuación, comparto tres principios de autoexamen que podemos utilizar para analizar nuestro corazón y ver si de manera sincera hemos perdonado como Dios nos ha perdonado a nosotros.
- Cuando has perdonado, dejas de pensar en la ofensa cometida contra ti. La famosa frase “yo perdono, pero no olvido” generalmente es muestra de un corazón que no ha perdonado. Cuando Dios perdona olvida. En Isaías 43:25 dice “Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados.” Esto no significa que Dios no sabe que hemos pecado contra Él (Dios es Omnisciente – Sal. 139:1-6). Más bien, Dios utiliza un lenguaje que podemos entender para dejarnos saber que cuando nos perdona lo hace de corazón. Por supuesto que no podemos escoger borrar de nuestra memoria una ofensa cometida contra nosotros (o un recuerdo agradable). Nuestras mentes no están diseñadas de esa manera. Más aún, el recuerdo de la ofensa cometida contra nosotros puede venir a nuestra mente sin que nosotros lo escojamos. Sin embargo, aquel que ha perdonado de corazón toma la decisión de no dedicar tiempo a revivir en su mente la falta cometida, mientras que quien niega el perdón recibe ese pensamiento y decide pasar tiempo en él, como cuando le damos para atrás a una película para ver la misma escena una y otra vez. Martín Lutero, hablando sobre los pensamientos pecaminosos que asaltan nuestra mente, dijo: “No puedo evitar que las aves vuelen sobre mi cabeza, pero sí puedo evitar que hagan nido en ella”.
¿Dedicas tiempo para revivir en tu mente vez tras vez la ofensa cometida contra ti o rechazas esos pensamientos cuando te asaltan?
- Cuando has perdonado, la ofensa cometida contra ti deja de ser tema de conversación. Lógicamente si rechazamos revivir la falta cometida contra nosotros en nuestra mente, también dejaremos de hablar de ella. Cuando hemos perdonado sinceramente no estamos buscando oportunidades para traer la falta cometida a colación en nuestras conversaciones. No le estaremos recordando al ofensor su falta y tampoco se la recordaremos a otros. ¿Nos recuerda Dios a nosotros nuestro pecado luego de habernos perdonado o nos maltrata diciéndolo a otros? La respuesta es obvia. El perdonar de la manera que Dios nos perdonó y tener en nuestros labios ese tema continuamente son dos actitudes incompatibles.Consideremos los siguientes pasajes:
“He aquí, amargura grande me sobrevino en la paz, mas a ti agradó librar mi vida del hoyo de corrupción; porque echaste tras tus espaldas todos mis pecados.” Isaías 38:17
“El volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados.” Miqueas 7:19
“Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones.” Salmo 103:12
¿Le recuerdas continuamente a quien te ofendió (y a otros) su falta o has echado en lo profundo del mar las ofensas cometidas contra ti? ¿Irías al cielo al morir si Dios te perdonara como tú perdonas a quien te ha ofendido?
- Cuando has perdonado le haces bien a quien te ofendió y deseas su bienestar. El perdón es resultado del amor (Pr. 10:12; 1 Pe. 4:8). Cuando amamos a quien nos ha hecho daño lo perdonamos y ese perdón echa fuera todo sentimiento contrario al carácter de Cristo y da lugar al fruto del Espíritu. Amargura, enojo, ira, gritería, maledicencia y toda malicia son sustituidas por benignidad y misericordia cuando perdonamos a otros como Dios nos perdonó en Cristo (Ef. 4:31-32).Es importante entender que el hecho de hacerle bien a quien nos ha hecho daño no necesariamente prueba que ha habido perdón. ¿Es posible hacerle bien a quien odiamos? Sí, a eso le llamamos hipocresía. La religión a la que hemos sido llamados no es la de los fariseos, que se ocupa solo de lo externo sin considerar el interior. Dios no solo mira nuestras acciones, sino también nuestro corazón. Darle un vaso de agua a nuestro enemigo no muestra perdón si en nuestro interior le deseamos mal.Una de las mejores cosas que podemos hacer cuando necesitamos perdonar es orar por el bien de quien nos ha ofendido (Mt. 5:44). Sin embargo, podemos encontrar obstáculo para hacerlo al pensar: ¿Es hipocresía que ore por el bien de mi ofensor cuando no deseo que Dios lo bendiga? La respuesta es: tal vez. Orar por el bien de quien nos ha hecho daño cuando no deseamos que Dios lo bendiga es hipocresía solo si le oculto a Dios mis verdaderos deseos. Es decir, si yo pido a Dios por la salvación de mi ofensor contra quien guardo rencor diciéndole a Dios: “Señor, yo lo amo tanto a pesar de lo que me hizo…”, caemos en hipocresía. Pero, si oramos con esta actitud: “Señor, tú conoces mi corazón, sabes que tengo amargura contra esa persona, pero a pesar de eso te pido que lo bendigas…”, entonces, aunque no hemos llegado a donde debemos llegar, no pecamos de hipócritas porque no estamos fingiendo o actuando. Dios comenzará a obrar en nosotros para que, no solo oremos por el bien de nuestro ofensor, sino que también lo deseemos. Nuestro Señor oró por el perdón de los que los crucificaron (Lc. 23:34). ¿Pensaremos que Jesús hizo esa petición sin realmente desear que eso ocurriera? El verdadero perdón hace bien al ofensor con un sincero deseo de que la bendición de Dios caiga sobre él. Cuando Dios nos perdona, se goza del bien que nos ha hecho. Algunos pueden pensar que esta clase de perdón no es posible y por lo tanto Dios no puede esperar que amemos a quien tanto daño nos ha hecho, a lo cual respondo que el perdón que Dios nos manda a otorgar es algo sobrenatural, imposible para el hombre sin Dios, pero posible cuando estamos bajo la influencia del Espíritu Santo en nuestras vidas. ¿Puedes pedir por la bendición de tu enemigo y desearla? ¿Te entristecería si a tu ofensor le ocurriera alguna desgracia? ¿Te alegrarías si Dios le bendice con una hermosa familia y un buen trabajo?
Perdonando de la manera que Dios nos perdonó a nosotros le honramos a Él y dejamos atrás todo aquello que puede estorbar nuestro crecimiento a la semejanza de Cristo.