Hubo un punto culminante en la historia de los reyes de Israel, que era tanta su corrupción espiritual y su idolatría que Dios los disciplina -después de muchas amonestaciones y advertencias por medio de los profetas- enviándolos al exilio por medio de la conquista por parte del rey de Asiria (año 722 a.C.). Tanto el reino de Israel como el reino de Judá se habían mezclado con las costumbres de otros pueblos paganos y habían seguido a sus dioses y abandonado al Señor que los rescató. 2 Reyes 17:11-12 dice:
11 y quemaron incienso allí en todos los lugares altos, como las naciones que el Señor se había llevado al destierro de delante de ellos; e hicieron cosas malas provocando al Señor. 12 Y sirvieron a ídolos, acerca de los cuales el Señor les había dicho: Vosotros no haréis esto.
Si miramos hacia atrás en la historia de los reyes de Israel veremos que vez tras vez se corrompían y volvían al Señor, construían altares a Baal y Asera y luego los destruían para rectificar su camino. Pero lo que vemos repetidamente es que no acababan por completo de salir de sus malos senderos, hablando del rey Azarías la Biblia dice:
E hizo lo recto ante los ojos del Señor, conforme a todo lo que su padre Amasías había hecho. Sólo que los lugares altos no fueron quitados; el pueblo todavía sacrificaba y quemaba incienso en los lugares altos. (Reyes 15:3-4)
Así continuaron en la idolatría hasta que llegaron al punto de una perversión tal que sacrificaban a sus hijos e hijas en el fuego a otros dioses, practicaban la adivinación y los augurios y se entregaron por completo a hacer lo malo ante los ojos del Señor (2 Reyes 17:16-17). Una consecuencia de que los reyes no habían eliminado esos lugares altos era que Israel volvía siempre a corromperse, porque todavía quedaban lugares donde se podía practicar la idolatría (2 Reyes 17:11a): “y quemaron incienso allí en todos los lugares altos”. Quedaron exiliados por Asiria, y en su lugar trajeron hombres de diferentes naciones -Babilonia, Cuta, Ava, Hamar y de Sefarvaim- que también estaban en el exilio a que vivan en Samaria con el pueblo de Israel, esto terminó de mezclar las costumbres de Israel. Y se formó una religión mixta, ya que Asiria había mandado que sacerdotes del Señor enseñaran las costumbres israelitas a los extranjeros para que Dios no enviara juicios -ya que había enviado leones a devorar a muchos de ellos-. El resultado fue un pueblo que:
32 También temían al Señor y nombraron de entre sí sacerdotes de los lugares altos, que oficiaban por ellos en las casas de los lugares altos. 33 Temían al Señor y servían a sus dioses conforme a la costumbre de las naciones de donde habían sido llevados al destierro. (2 Reyes 17:32-33)
A su vez el Señor vuelve a llamarlos a la santidad (ver 2 Reyes 17:34-39) y a una completa entrega a Él, pero ellos continuaron “temiendo” al Señor y sirviendo a sus ídolos (v. 40-41). Me pareció bien tener un poco de contexto sobre lo que estaba viviendo Israel, era un tiempo sumamente difícil y espiritualmente decadente, incluso Judá -que era un poco más fiel que Israel- se había corrompido por completo, el pueblo había abandonado al Señor a pesar de seguir afirmando que le “temían”. Dios había dicho: “Y el pacto que he hecho con vosotros, no lo olvidaréis, ni temeréis a otros dioses.” Una obediencia a medias es una desobediencia, una fidelidad a medias es una infidelidad, el pueblo en ese tiempo temía al Señor y servían a otros dioses. Habían cometido adulterio espiritual y no se volvían atrás de ello. ¿Cómo puede ser esto así?, nos puede parecer una locura pensar que ellos hagan eso, pero me animo a decir que hoy vemos en las filas del pueblo evangélico muchos con la religión de Samaria en el exilio. Quieren agradar a Dios sirviendo a otros dioses. Pienso en el movimiento carismático del evangelio de la prosperidad, tienen enseñanzas que provienen de las Escrituras, pero sirven al dios de su vientre y solo piensan en lo terrenal (ver Filipenses 3:19). Predican un mensaje diluido, mezclan el llamado del evangelio con el amor al dinero y los bienes materiales, por un lado “temen al Señor” ya que cantan alabanzas, utilizan la Biblia, guardan algunos mandatos, pero por otro lado sacrifican y queman incienso al dios del dinero, hacen pactos y traen ofrendas con el fin de conseguir más riquezas que las anteriores. Pero Dios nos hace un llamado a una santidad total y completa. Donde había un sistema de pensamiento centrado en el hombre nos da uno centrado en Su persona, convierte nuestro corazón de piedra dándonos un nuevo corazón de carne, y en lugar de los sucios harapos de nuestro viejo hombre cargado de pecados y vicios nos da un nuevo vestido: Cristo. No podemos seguir en nuestros viejos caminos, no podemos seguir viviendo para nuestros deseos pecaminosos, tenemos que tener un arrepentimiento total y un cambio radical de nuestra manera de vivir.
14 Como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais en vuestra ignorancia,15 sino que así como aquel que os llamó es santo, así también sed vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; 16 porque escrito está: Sed santos, porque Yo soy santo. (1 Pedro 1:14-16)
La religión de Samaria y el evangelio de la prosperidad nos dicen que podemos seguir viviendo de la misma manera que en nuestras “viejas costumbres”, mezclando el temor a Dios con el servicio a otros dioses. Eso es diabólico. Cómo cristianos hemos sido comprados por el Señor a un precio altísimo: la sangre de su Hijo Jesucristo (1 Corintios 6:20; Hechos 20:28), y fuimos comprados para ser SOLO DE ÉL, y algún día seremos cómo Él, aquel que tiene esta esperanza se purifica a sí mismo (1 Juan 3:3).¿Aún estás sirviendo a tus antiguos dioses? ¿Es la codicia, la lujuria, la avaricia, la autoexaltación, la homosexualidad, la pornografía, la violencia, la envidia y el orgullo alguno de esos dioses que aún sirves? ¿Te identificas con la religión de Samaria en los tiempos del exilio? Si la respuesta es un doloroso si, no todo está perdido, hay misericordia y gracia, no se ha acortado la mano del Señor para salvar (Isaías 59:1), arrepiéntete de tus pecados y vuélvete al Señor porque “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9). ¿Cuál es ese ídolo que ha querido usurpar el lugar que le pertenece solo al Señor? Pídele al Señor en oración que exponga ese pecado para ser confesado en arrepentimiento y hallar perdón y completa restauración y santidad. Reflexionemos sobre esta verdad leyendo 1 Pedro 4:4-7:
2 Por tanto, puesto que Cristo ha padecido en la carne, ármense también ustedes con el mismo propósito, pues quien ha padecido en la carne ha terminado con el pecado, 2 para vivir el tiempo que le queda en la carne, ya no para las pasiones humanas, sino para la voluntad de Dios. 3 Porque el tiempo ya pasado les es suficiente para haber hecho lo que agrada a los Gentiles, habiendo andado en sensualidad, lujurias, borracheras, orgías, embriagueces, y abominables idolatrías. 4 Y en todo esto, se sorprenden de que ustedes no corren con ellos en el mismo desenfreno de disolución, y los insultan. 5 Pero ellos darán cuenta a Aquél que está preparado para juzgar a los vivos y a los muertos. 6 Porque con este fin fue predicado el evangelio (fueron anunciadas las buenas nuevas) aun a los muertos, para que aunque sean juzgados en la carne como hombres, vivan en el espíritu conforme a la voluntad de Dios. 7 Pero el fin de todas las cosas se acerca. Sean pues ustedes prudentes y de espíritu sobrio para la oración.
Que el Señor de la santidad nos santifique en cada área de nuestra vida. Amén.