El evangelismo es parte fundamental del llamado bíblico de hacer discípulos (Mt 28:19-20). Sin embargo, hay muchos miedos y dudas que les impiden a los creyentes involucrarse en la tarea de predicar el evangelio a los incrédulos. Con el propósito de abordar algunas de las preguntas más frecuentes sobre el tema, a continuación analizaremos 5 mitos comunes sobre el evangelismo.
Mito #1: El evangelismo es algo que hago yo solo
El llamado a llevar a cabo la Gran Comisión puede sentirse pesado cuando nos imaginamos solos, trabajando arduamente para compartir las buenas nuevas. Cualquier cosa en la vida cristiana se siente pesada si imagino un camino difícil y a mí caminando solo por él.
Las historias de compañeros de viaje ayudan a iluminar el panorama. Historias, por ejemplo, de aquellos que extienden el cuerpo de Cristo hacia afuera: quienes invitan a los vecinos a un grupo de estudio bíblico en la iglesia y ven cómo esos vecinos y sus familias son gradualmente transformados por el evangelio; quienes hospedan estudiantes internacionales en sus casas, los llevan regularmente a la iglesia y ven que algunos de ellos creen en Jesús; mujeres cuyos hermanos y hermanas en el cuerpo de Cristo han orado con ellas por años para que sus esposos lleguen a la fe. Entretejidas en estas historias están la hospitalidad y las oraciones del pueblo de Dios, oraciones específicas por la salvación de aquellos que nombran juntos en la presencia de Dios.
Como pueblo redimido, damos testimonio de las buenas nuevas de que Jesús murió en la cruz, cargó con nuestro pecado y resucitó de entre los muertos, venciendo la muerte. Creer en estas buenas noticias nos convierte en parte de un cuerpo que vive y se mueve unido hacia el encuentro con Jesús. No hacemos este trabajo de evangelismo solos.
Es mejor imaginar un camino lleno de personas caminando juntas, como nos imaginamos a los israelitas subiendo al templo de Jerusalén en el tiempo de fiesta: grupos y familias enteras, hablando, cantando y acogiendo a otros en el camino. Somos el pueblo de Dios. Esta es toda la obra de Dios. Por Su Espíritu, Dios llama a las personas a Sí Mismo y les da nueva vida a través de la fe en Cristo. Los que han creído pueden participar. Él nos usa. Él nos usa.
Mito #2: No necesitamos hablar del evangelio, solo vivirlo, o al menos esperar hasta ganarnos el derecho a hablar
¿Nuestras vidas deberían tocar a las personas y transformar la cultura primero, antes de que hablemos? ¿Es necesario que hablemos? ¿Cómo gestionamos esta tensión entre el testimonio verbal y no verbal?
Como creyentes, podemos acudir a la Palabra de Dios para abordar y, en cierto modo, abrazar esta tensión: la Palabra nos dirá que las buenas noticias de Dios son un mensaje que debe ser proclamado y creído: “La fe viene del oír, y el oír, por la palabra de Cristo” (Ro 10:17). Negamos la ayuda suprema si negamos “las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden dar la sabiduría que lleva a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús” (2Ti 3:15).
Pero la Palabra también nos dice que el evangelio transforma vidas, empoderando a hacedores y no solo a oyentes; hacedores que, por ejemplo, cuidan de huérfanos y viudas en necesidad (Stg 1:22, 27). Si hemos recibido la ayuda suprema, entonces la ofreceremos no solo a través de palabras, sino también a través de vidas transformadas y transformadoras.
Quizás deberíamos ser más cautelosos con la idea de que construir relaciones largas es necesario antes de ganar el derecho a hablar la verdad del evangelio. Lleva tiempo ministrar en misericordia y construir relaciones. Pero prefiero construir esa relación mientras alguien me escucha hablar de Jesús en el proceso (con sensibilidad y moderación, sí, pero con la confianza de que el evangelio es la mejor y más urgente noticia en el universo). Si esperamos mucho para hablar, generalmente se vuelve más difícil, más incómodo, y se siente como si hubiera un elefante en la habitación.
Recuerdo a una mujer que se mudó al otro lado del mundo, a un país que generalmente no es amistoso con el cristianismo. En su entrevista (exitosa) para un trabajo en una empresa local, les contó a sus futuros empleadores sobre su fe cristiana, porque pensó que ser clara desde el inicio sobre sus compromisos abriría el camino a interacciones más fructíferas sobre el tema. Efectivamente, así ha sido. Otra amiga en la ciudad ha podido mostrar y explicar el evangelio a través de años de trabajo en clases de inglés como segunda lengua basadas en la iglesia, y algunos de esos estudiantes ahora son hermanos y hermanas en el Señor.
En sus primeros años de matrimonio, una amiga mía no conocía al Señor, pero estaba inquieta y en búsqueda. Un hombre que vino a arreglar un electrodoméstico le dijo que Jesús la amaba. Eso fue todo lo que dijo, pero no pudo sacar esas palabras de su mente. Consiguió una Biblia y la leyó, encontró una iglesia cercana donde, por la providencia de Dios, se enseñaba la Biblia y, al final, tanto ella como su esposo llegaron a la fe en Cristo.
Lo sé: no siempre ni usualmente sucede de esa manera, pero en ese caso, sí. No subestimemos las palabras que se pueden decir durante un viaje en avión o taxi, con un vendedor o un mesero, o en el proceso de construir una relación.
Mito #3: El evangelismo requiere capacitación especial
No me malinterpreten: la capacitación en evangelismo es extremadamente valiosa. Podemos perfeccionar nuestra articulación del evangelio, entender mejor el llamado de la Biblia a compartirlo, aprender formas más efectivas de escuchar y hacer preguntas a las personas, etc.
Pero no necesitamos esperar hasta ser algún tipo de expertos capacitados. La mujer samaritana que conoció a Jesús en el pozo llamó a la gente de su ciudad a venir y ver al hombre que acababa de conocer (Jn 4:29). Estaba tan llena de gozo por haber conocido a Jesús y de haber encontrado al Mesías prometido que su gozo naturalmente se desbordó.
Si acabamos de ver una gran película, esta suele colarse en nuestras conversaciones, generalmente con mucho entusiasmo. Tiene que ser cierto que, si estamos encontrándonos regularmente con el Dios del universo que nos habla a través de Su Palabra, entonces Su Palabra probablemente se desbordará en nuestras conversaciones. ¿No sería extraño que no fuera así?
“¿Tu hija está viviendo una vida que te desconcierta y simplemente no sabes cómo relacionarte con ella? Sabes, estaba leyendo una historia asombrosa sobre cómo Jesús se relacionó con una mujer que conoció…”.
Quizás el mejor entrenamiento continuo es la participación plena en la vida del cuerpo de la iglesia, el estudio bíblico, la oración, el servicio; esos elementos básicos de la vida cristiana que nos ayudan a crecer hasta la madurez.
Mito #4: Es mejor no hablar del infierno
Recuerdo que en segundo grado le hablé a una de mis mejores amigas sobre Jesús. Los detalles son vagos, pero lo que no es vago es la experiencia de esta amiga preguntándome si creía que iría al infierno al morir si no creía en Jesús. Según recuerdo, le dije que le respondería al día siguiente, luego fui a casa, le pregunté a mis padres qué decir y no recuerdo qué pasó después de eso. Sí recuerdo haber sido la mejor de sus amigas hasta que nos mudamos, el verano después de segundo grado.
Es un dilema que no desaparece a medida que crecemos. En algunos aspectos, se vuelve cada vez más doloroso. Leemos y lidiamos con la enseñanza bíblica sobre el juicio final de Jesús “en llama de fuego, dando castigo a los que no conocen a Dios, y a los que no obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesús. Estos sufrirán el castigo de eterna destrucción, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de Su poder” (2Ts 1:8-9).
Se vuelve tan doloroso que muchas personas hoy en día eligen no creer en el infierno, particularmente como un lugar de tormento “día y noche por los siglos de los siglos” (Ap 20:10). Incluso mientras escribo estas palabras, quiero borrarlas. Es tentador no incluir este punto. Habría otros mitos más positivos para incluir si el límite no fuera solo cinco mitos.
Espero que mis padres me hayan dicho que fuera honesta sobre el infierno; supongo que lo hicieron. La Biblia, de principio a fin, es dolorosamente honesta sobre la ira de Dios hacia el pecado. La ironía es que solo al entender la justa ira de un Dios santo podemos comprender la cruz, donde Jesús sufrió esa ira en nuestro lugar, cargando con nuestro pecado.
Esto es algo de lo que debemos hablar. En una conversación reciente, una mujer me dijo que no querría tener nada que ver con un Dios que pediría a una persona que matara a su hijo, como le pidió a Abraham. Le pregunté si había leído esa historia en la Biblia y si sabía cómo terminaba. No lo había hecho y no lo sabía, así que pude contarle sobre el carnero que Dios proveyó como sacrificio en esa montaña.
Mito #5: Lo haré eventualmente
Si el tormento eterno del infierno no es un mito, sino una verdad, entonces el mito de que eventualmente cumpliremos la tarea de evangelizar no solo es autoengañador, sino en última instancia egoísta. La pregunta es si la realidad invisible y eterna es o no más real para mí que el confort visible y presente.
Lo fue para Jesús. Recientemente, al leer el Evangelio de Juan, noté nuevamente cuántas veces Jesús habla de Su Padre y de estar con Su Padre, de una manera que muestra cuán real era para Él la realidad invisible de Dios y el cielo; está justo allí. Esa conciencia del cielo solo intensificó Su obra terrenal, día a día, hasta la cruz. Que Dios nos ayude a poner nuestras mentes en las cosas reales de arriba; las cosas que, en un momento, irrumpirán y se volverán visibles.
Y entonces el evangelismo habrá terminado. Piénsalo. El Señor Dios llamará a cada persona que haya vivido, de todos los rincones del mundo y de todas las tumbas de la tierra y el mar, a presentarse ante Su trono. ¿Creemos esto?
Es lunes por la mañana mientras escribo esto. Correos electrónicos y plazos me esperan. Mi familia me espera. En medio de todo, que Dios me conceda la gracia de vivir hoy con los ojos abiertos y la mente y el corazón llenos de la Palabra que escuché ayer con mis hermanos y hermanas y otra vez esta mañana, mientras empiezo el día. Que Él me haga estar listo para hablar las buenas noticias, incluso mientras trato de vivirlas. Voy a fallar. Tropezaré con mis palabras. Pero, por favor, Señor, úsame, úsanos, hoy.
Publicado originalmente en Crossway.