Imagino que habrás leído la broma de Douglas Adams: «Me encantan las fechas límite. Me encanta el silbido susurrante que hacen al pasar». Es gracioso porque todos nos podemos identificar con él. Todos conocemos el pánico de acercarnos a las fechas límite, el dolor de verlas pasar volando, la culpa de explicar una vez más por qué no las cumplimos. Todos conocemos el problema de la procrastinación que conduce a tantas de esas pérdidas. La procrastinación es un problema un poco complicado que puede aparecer de formas diferentes e incluso opuestas. La procrastinación puede presentarse en forma de pereza o de ajetreo. Procrastinamos perezosamente cuando descuidamos la productividad en favor del entretenimiento, nos perdemos inmersos en una novela en lugar de limpiar la casa, o viendo Netflix en lugar de escribir ese informe. Procrastinamos afanosamente cuando descuidamos las tareas más urgentes e importantes en favor de otras que son menos importantes, pero mucho más fáciles: respondemos correos electrónicos en lugar de trabajar en el sermón, o barremos la casa cuando deberíamos pintarla. La procrastinación puede tomar un millón de formas diferentes. Hubo un tiempo en mi vida en el que era terriblemente bueno para procrastinar. O terriblemente malo, dependiendo de tu perspectiva. Todavía puedo serlo si no estoy atento. Pero en el camino aprendí cómo vencerla (la mayor parte del tiempo). Hoy te voy a ofrecer dos consejos generales, seguidos por otros dos muy prácticos. Estas son precisamente las cosas que me han resultado muy útiles en mi propia vida. En primer lugar, tenía que darme cuenta de esto: la procrastinación es un problema de espiritualidad antes que un problema de productividad. Llegué a comprender que Dios me ha puesto en esta tierra para darle gloria haciendo el bien a los demás.Si ese es el caso, entonces la procrastinación obstaculiza mi capacidad para llevar a cabo mi propósito. Ya sea que esté evitando las tareas más urgentes por estar muy ocupado o por ser muy perezoso, la procrastinación surge del pecado y conduce al pecado. Tuve que aprender que de todas las cosas que podía hacer en un día determinado o en un momento dado, mi responsabilidad era concentrarme en una o en las pocas que debía hacer. Y la manera de hacer esto fue comenzar mi día orando, encomendando todas mis tareas al Señor y recordando cada día que el mejor y más alto tipo de productividad es administrar eficazmente mis dones, talentos, tiempo, energía y entusiasmo por el bien de los demás y para la gloria de Dios. Me recuerdo formalmente esto todos los días. En segundo lugar, tuve que aprender una lección muy importante: no toda la procrastinación es mala. Al menos, no lo es, si permitimos que Dios lo defina en sus términos. En el Antiguo Testamento, Dios estableció un patrón que debemos seguir sabiamente: un patrón de trabajo y descanso. Dios trabajó durante seis días y luego descansó uno. Y más tarde mandó a Su pueblo a hacer lo mismo, trabajar durante seis días y luego dejar de trabajar el séptimo. Si bien nuestra relación con la Ley no es la misma que la de la teocracia de Israel, y si bien del sabbat se ha cumplido en Cristo, el patrón está establecido y es perdurable. Somos sabios al posponer deliberadamente todas nuestras tareas durante un día de cada siete, dejándolas intencionadamente para otro momento. Cuando tomo un día de cada siete para concentrarme en la adoración, el compañerismo y el descanso, estoy mucho más capacitado y motivado en los seis días que quedan. Mi productividad no disminuye cuando, cuidadosa y deliberadamente, me tomo un periodo de descanso de 24 horas cada semana. Ahora, déjame darte dos consejos prácticos que han sido especialmente importantes para mí. Mi primer consejo es hacer lo más difícil de tu lista en primer lugar. Como mencioné, podemos disfrazarnos de personas eficientes haciendo muchas cosas, pero aun así descuidar las más importantes. Al final del día, es mucho más importante preparar mi sermón, que completar esas otras once tareas pequeñas. Pero es más fácil y puede sentirse mucho más satisfactorio seguir la lista y comenzar a tachar. Después de todo, hay una sensación de logro que surge cuando puedo decir a las once de la mañana que ya he terminado once de las doce cosas pendientes para ese día. Sin embargo, realmente lo que he hecho es utilizar mis mejores horas, las más enfocadas y las más productivas del día, para evitar la tarea que requiere la mayor concentración y energía creativa. Así que siempre intento obligarme a hacer lo más difícil primero. Necesito usar lo mejor de mi día para hacer lo más importante. Es una disciplina dura, pero necesaria. Mi segundo consejo es dividir las tareas grandes en partes pequeñas. A veces me encuentro procrastinando porque la tarea que tengo ante mí es desalentadora debido a su tamaño.«Escribir un libro» es una tarea abrumadora. «Escribir el capítulo uno» es mucho más alcanzable, y «escribir 1000 palabras» aún más. Puedo superar la parálisis de estas tareas haciendo que sean mucho más razonables en su tamaño. Desde luego, todo esto es realmente un truco mental, pero es efectivo y puede motivar a la acción. Por supuesto, hay mucho más que podría decir sobre el tema. He leído muchos libros y muchos artículos sobre la procrastinación, pero creo que estos cuatro consejos son los que más me han ayudado a superar lo que alguna vez fue una batalla perdida. Espero que te resulten valiosos. Este artículo se publicó originalmente en inglés en https://www.challies.com/articles/4-tips-for-dealing-with-procrastination/