Y el ojo no puede decirle a la mano: No te necesito; ni tampoco la cabeza a los pies: No los necesito. (1 Co. 12:21) Es posible que estemos al borde de otra serie de medidas que hagan que las iglesias cierren mientras los distintos estados luchan para disminuir las resurgentes infecciones por COVID-19. Algunas iglesias han resuelto incluir ciertas prácticas después de las restricciones de verano, como el distanciamiento social, la necesidad de usar barbijo (mascarillas), etc. Junto con estas modificaciones ha venido una gran migración congregacional. He hablado con varios pastores a lo largo de los últimos meses y me he dado cuenta que aquellos que hacen énfasis en las redes sociales, en una medida un poco mayor, han visto gente dejar su iglesia durante esta temporada alocada; algunos se fueron a otras iglesias y otros, aparentemente a ninguna iglesia en absoluto. Las razones dadas son variadas. Algunas personas abandonan porque perciben que las iglesias no hacen lo suficiente para mitigar el riesgo de diseminación del virus, mientras que muchos más han abandonado porque consideran que las iglesias están haciendo “demasiado”. Mientras los líderes de tu iglesia toman decisiones difíciles, a menudo arribando a soluciones con las que no necesariamente estás de acuerdo, ¿cómo debería un cristiano maduro procesar la decepción? La gente ha dejado las iglesias por mucho menos, en tanto y en cuanto los cristianos siempre han tenido que lidiar con la desilusión debido a las decisiones de los líderes con las que uno no está de acuerdo. Quisiera animarte durante este tiempo de pandemia extraño a no darte por vencido con tu iglesia si consideras insuficiente su respuesta frente a la COVID. Quizás no están haciendo lo suficiente y sientes que deberías continuar quedándote en casa y mirar la reunión por streaming. Quizás están haciendo demasiado y percibes que no están mostrando suficiente fe o valentía (o desobediencia civil). Si estás luchando con las decisiones de tu iglesia en lo que respecta a la COVID-19 y evaluando si es suficiente para ti irte a otra iglesia, no quisiera forzar tu conciencia, ya que de hecho este tipo de decisiones podrían ser asuntos de filosofía ministerial lo suficientemente importantes por los que tu participación comprometería tus convicciones. Pero déjame por los menos darte algunos pensamientos para tu consideración. Aquí hay algunas cuestiones bíblicas que deberían impactar nuestra conciencia en lo que respecta a la membrecía de la iglesia.
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Cuando te unes a una iglesia te comprometes con personas, no simplemente con una experiencia.
Muchas personas consideran la membrecía de la iglesia como un compromiso a una serie de preferencias (estilos musicales, un predicador en particular, un lugar en particular o incluso cierta “atmósfera”). La COVID ha interrumpido todo esto. Si no te puedes reunir por un tiempo, esa atmósfera no se puede alcanzar. Mirar el servicio en línea o incluso asistir con una capacidad limitada cambia la experiencia. Pero la iglesia no fue diseñada para ser meramente un programa; son personas, una familia. Si te has comprometido con un pueblo, deberías repensar seriamente sobre el impulso de dejar la iglesia debido a un cambio de programa.
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Cuando te unes a una iglesia, te comprometes a obedecer a sus líderes.
Sé que no hay un periodo preciso en el que la sumisión sea algo fácil, pero el “cristianismo del lobo solitario” ha sido especialmente exacerbado durante este tiempo. No nos gusta la palabra “obedecer”. En este preciso momento, alguno, leyendo esto, debe estar frunciendo el ceño, incluso quizás ya se ha enojado, por la idea de obedecer a nuestros pastores o ancianos. Pero este es un mandamiento directo de la Escritura: “Obedezcan a sus pastores y sujétense a ellos, porque ellos velan por sus almas, como quienes han de dar cuenta. Permítanles que lo hagan con alegría y no quejándose, porque eso no sería provechoso para ustedes”. Hebreos 13:17 ¿Hay excepciones a esto? Sí, por supuesto. No debemos someternos al abuso u otras clases de pecados. Por ejemplo, si tu pastor está predicando una herejía, esa es una buena razón para dejar la iglesia. ¿Me permites advertirte que tomar una decisión en lo que respecta al coronavirus (reunirse, no reunirse, obedecer a las autoridades, desobedecer a las autoridades, etc.) puede no estar al mismo nivel de transgresión? Tu pastor no está necesariamente en pecado por tomar una decisión que tú no habrías tomado o que no te agrada. Incluso el llamado a someternos presupone el desacuerdo. Si estás de acuerdo, entonces no es sumisión, sino un acuerdo. Evalúa tus decepciones con cuidado; no todas adquieren el mismo nivel que impliquen que rompas un compromiso de pacto. Es posible que tus pastores sean unos tontos o idiotas. Es más posible que tan solo sean seres humanos, imperfectos pero en crecimiento, que están simplemente tratando de tomar las mejores decisiones que ellos saben tomar con la información que tienen disponible. Frecuentemente se encuentran atrapados en el dilema de no poder dejar conforme a todo el mundo al mismo tiempo, lo que realmente no es su trabajo de todos modos. Como ovejas en Su redil tenemos la oportunidad de trabajar para la alegría de nuestros pastores o… para que se quejen. Estos días, redoblemos nuestros esfuerzos para servir a los primeros.
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Cuando te unes a una iglesia te comprometes a enfocarte en servir a otros más que en que te sirvan a ti.
Nuestras preferencias son importantes, pero no son sagradas. No son leyes. Decepcionarnos no es un pecado. Demasiados cristianos se unen a una iglesia con cierto tipo de legalismo en su forma de relacionarse en juego: asistiré, daré, participaré siempre y cuando no me desafíes, no me corrijas o no me decepciones. En tales casos, el objeto de adoración no es Dios, quien nos llama a través de negarnos a nosotros mismos a un amor sacrificial los unos por los otros, sino que en realidad somos nosotros mismos. No hagas de tus preferencias un dios. No idolatres tu comodidad. Tal vez no puedas experimentar la iglesia exactamente como quisieras ahora mismo. Pero ¿qué si la experiencia de iglesia no se supone que sea todo acerca de ti? ¿Qué si se trata más acerca de glorificar a Dios a través de amar a otros, incluso de negarte a ti mismo, tomar tu cruz y seguir a Jesús sirviendo a otros, por amor a Él? Cuando el cristiano maduro no puede estar precisamente con la iglesia que él ama, se compromete a amar a esa iglesia de todas formas. Él la ama tal como ella es. Así es como Dios nos ha amado después de todo.