Desde mi posición privilegiada en el Seminario MidWestern y al poder viajar y conocer jóvenes pastores, o aspirantes alrededor del mundo, he sido grandemente animado por el creciente sentido de lo que solo puedo llamar “temperamento (carácter) pastoral” que percibo entre las generaciones más jóvenes. Lo que quiero decir es que percibo —y espero estar en lo correcto— que algo que ha venido junto con el movimiento de recuperación del evangelio es no sólo una recuperación de la teología, la predicación expositiva, el movimiento misionero de plantación de iglesias y demás, sino también una recuperación del pastorear activa e intencionalmente al pueblo de Dios.
Nuestros ancestros solían llamar a esta relación de pastorear intencionalmente “curar las almas”.
Muchos de nosotros aún recordamos el término “ganar almas”, y usamos ese concepto en varios sentidos, desde invitaciones al fin de los servicios, invitaciones al evangelismo puerta a puerta o simplemente compartir el evangelio en nuestros patios, cafeterías y asientos de avión. Pero el cuidado de las almas ha caído en tiempos difíciles. Del material promocional de algunas iglesias uno recibe la impresión de que nuestro único trabajo es ganar un alma, y luego la persona queda sola. Pero Jesús no dijo “vayan por todo el mundo y conviertan a la gente, Él dijo hagan discípulos”. Y esto significa que el trabajo pastoral no puede empezar y finalizar con la proclamación pública y la planificación privada, se debe aplicar en el cuidado personal. Cómo John Piper nos ha advertido: “Hermanos, no somos profesionales”
La frase en cuestión suena anticuada en nuestros días, por supuesto, curar las almas puede evocar la imagen de un antiguo médico, o boticario, prometiendo algún elixir mágico para nuestros males espirituales. Pero aunque el término suene anticuado, realmente espero que el concepto no.
A aquellos en la iglesia comprometidos no solo con predicar, enseñar y orar —ciertamente tareas primarias de los ancianos-— sino también en la visita de hospitales y hogares, consejería, discipulado personal (ayudar a la gente a pensar, a vivir y a morir), quiero darles mi más cálido agradecimiento y profundo saludo. Y a aquellos que parecieran estar atrasados en esta área vital, espero que lo que sigue sirva como una exhortación al arrepentimiento lleno de gracia.
En 1 Tesalonicenses 2:7-8, el apóstol Pablo escribe:
Más bien demostramos ser benignos entre vosotros, como una madre que cría con ternura a sus propios hijos. Teniendo así un gran afecto por vosotros, nos hemos complacido en impartiros no sólo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas, pues llegasteis a sernos muy amados.
La madre que cría (que amamanta), por supuesto, no es el modelo dominante de la vocación pastoral que se promociona hoy. Nunca he visto un aviso para una conferencia de ministros que se llame “El pastor como la madre que amamanta”. Pero esa es exactamente la imagen que Pablo introduce aquí como emblemática de la tarea pastoral.
¿Por qué usa él esta imagen maternal para reflejar “tener un gran afecto” por el rebaño e “impartir no sólo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas” con ellos? Por al menos tres razones:
1) El cuidado pastoral piadoso es amor desbordante
Yo no amamanté a mis hijas, por supuesto, pero sí recuerdo levantarme con ellas en la mitad de la noche y prepararles su leche, alimentarlas y mecerlas. A pesar de lo quisquillosos y desconsolados que pueden ser los bebés, no sé si alguna vez me sentí más conectado con mis hijas que cuando las tenía en mis brazos, alimentándolas, cantándoles, meciéndolas, calmándolas. A menudo empezaba esta rutina exasperado, frustrado, pero nunca me sentía así al terminar.
Algo espiritual sucede cuando nos acercamos, compartimos comidas con nuestra gente, lloramos con ellos, les recordamos el evangelio con gentileza, escuchamos sus historias, sostenemos sus manos en el dolor o la muerte. Tú no puedes experimentar esto si ves a la gente de tu iglesia como proyectos y no personas. No puedes experimentar esto si tu ministerio es impulsado en gran medida por la ambición o aspiraciones personales. Debe ser conducido por el amor.
Pablo llama a este amor “gran afecto”. Cuando Jesús vio la multitud, dice que estaban angustiados y abatidos como ovejas que no tienen pastor, y sintió compasión por ellos. Si te cuesta sentirte así por tu iglesia, pregúntate por qué. Pide a Dios que te ayude. Y entonces ponte en lugares que inclinen tu corazón hacia ellos. Esta es la razón por la que Pablo lo describe como benigno, y por qué uno de los requisitos bíblicos para el pastorado es la benignidad. También es una parte del fruto del Espíritu. Así que si no eres una persona benigna, amorosa, no sólo no calificas para el ministerio, sino que tienes razones para evaluar tu salvación y ver si estás en la fe.
2) El cuidado pastoral piadoso es un acto de cultivar y nutrir
La mamá que amamanta alimenta a su hijo. Ella no es negligente. Ella no subcontrata la tarea. Recuerda que Jesús no le dijo a Pedro: “enseña a las ovejas a alimentarse”. Le dijo: “Apacienta mis ovejas”.
Pastor, no mires a tu iglesia primariamente como un centro de reclutamiento, o un centro de eventos, o una producción espiritual, sino como una pastura donde las ovejas son nutridas.
Debes cuidar con qué alimentas a tus ovejas también. Si quieres que sean nutridas, edificadas en su fe y capacitadas para seguir a Cristo día a día, debes alimentarlas con gracia. La obra completa de Cristo, anunciada en el Evangelio es el único poder prescrito en las Escrituras para crecer en santidad. No puedes inyectar nada en la ley que la haga hacer lo que sí puede hacer la simple y pura celebración del Evangelio. Asegúrate de proporcionar suficiente alimento en el Evangelio para que nunca les falte el sustento que necesitan para vivir y crecer.
3) El cuidado pastoral piadoso es un acto de darse uno mismo
La mamá que amamanta acerca su bebé al pecho. Se está dando a sí misma. No puede dar lo que no tiene. Este es el porqué ePablo relaciona la imagen de “impartiros […] también nuestras propias vidas” con la iglesia en Tesalónica.
El cuidado pastoral es costoso. No sólo daña tu mente, también puede lastimar tu corazón. A veces las ovejas muerden. El peso del ministerio te mantendrá despierto en la noche. A veces te hará sentir agotado. En 2 Corintios 11, Pablo habla de las angustias que experimenta por todas las iglesias. El pastor piadoso sabe lo que significan esas “angustias”, es el peso de la responsabilidad.
Si tu ministerio es cómodo, probablemente no estás siendo un buen ministro. El cuidado pastoral piadoso es darse uno mismo.
Esto quiere decir, pastor, que para proveer el cuidado adecuado debes dedicar el tiempo necesario para ser nutrido tú mismo. No puedes dar lo que no tienes. Esto no es un llamado a centrarte en ti mismo sino a ser consciente de ti mismo.
Durante mi último pastorado, una querida señora, que comenzó como una de mis más serias cuestionadoras se convirtió en una de mis más grandes defensoras. Cuando puedes convertir a un crítico en un compañero de equipo, algo extraordinario ha sucedido, ¡porque generalmente sucede al revés! Pero esta mujer me observó de cerca por muchos años, me preguntó acerca de mis motivaciones e intenciones. Y vio lo mejor y lo peor de mí. Ella se ganó un pedacito de mi corazón. Y terminó siendo la última santa que tuve el privilegio de asistir en su paso a la gloria, el último funeral en el que prediqué antes de que mi tiempo de servicio allí concluyera. Y a lo largo de los varios meses que llevaron a su muerte, yo fui uno de los pocos a los que permitió entrar en su cuarto del hospital en cualquier momento, para hablar, orar o leerle las Escrituras. ¿Por qué? Porque cuando llegué yo sólo era “el predicador”, pero me había vuelto, con el tiempo, en su pastor.
No, no es nuevo, no es innovador y no es una gran ciencia. Pero es vital para el trabajo del ministro y la vida de su congregación. El cuidado pastoral que Dios quiere es un derramamiento de amor, un acto de cultivar y de darse uno mismo. Pastor, cura las almas.
Artículo original de For The Church | Traducido por Sebastián Winkler Fogtmann