La Biblia enseña que los creyentes son responsables de someterse y honrar a sus líderes. En Hebreos 13:17 leemos: “Obedezcan a sus pastores, y sujétense a ellos”. Ahora, en la mente de los autores del Nuevo Testamento un pastor es aquel que, si bien no es perfecto, sí posee un carácter irreprensible: es marido de una sola mujer, prudente, de conducta decorosa, hospitalario, apto para enseñar, con su casa en orden, con buena reputación tanto dentro como fuera de la iglesia, no dado a la bebida, no chismoso, no contencioso, no avaricioso, no un recién convertido (1Ti 3:1-7).
Pero ¿qué pasa cuando los ancianos de una congregación no cumplen estos requisitos? La Escritura también llama a los cristianos a ser muy cuidadosos con hablar mal de los pastores, por lo cual Pablo le dice a Timoteo: “No admitas acusación contra un anciano, a menos de que haya dos o tres testigos” (1Ti 5:19). Sin embargo, hay veces en las que evidentemente el liderazgo no cumple con el estándar bíblico. ¿Qué hacer en dichos casos?
Examinando a los pastores
Así como los pastores tienen el mandato de proteger a sus ovejas de los falsos maestros, también deben enseñarles a reconocer y cuidarse de aquellos líderes que abusan de la autoridad que se les ha confiado. Esto hicieron insistentemente los apóstoles en las cartas. Aquí hay algunos ejemplos:
- Pero se levantaron falsos profetas entre el pueblo, así como habrá también falsos maestros entre ustedes, los cuales encubiertamente introducirán herejías destructoras, negando incluso al Señor que los compró, trayendo sobre sí una destrucción repentina (2P 2:1).
- Amados, por el gran empeño que tenía en escribirles acerca de nuestra común salvación, he sentido la necesidad de escribirles exhortándolos a luchar ardientemente por la fe que de una vez para siempre fue entregada a los santos. Pues algunos hombres se han infiltrado encubiertamente, los cuales desde mucho antes estaban marcados para esta condenación, impíos que convierten la gracia de nuestro Dios en libertinaje, y niegan a nuestro único Soberano y Señor, Jesucristo (Jud 1:3-4).
- A mí no me es molesto escribirles otra vez lo mismo, y para ustedes es motivo de seguridad. Cuídense de esos perros, cuídense de los malos obreros, cuídense de la falsa circuncisión (Fil 3:1-2).

En varias ocasiones hemos sido testigos de hombres de Dios que, lamentablemente, han caído en situaciones que requieren una corrección firme y una confrontación directa. Algunos son restaurados de su pecado y continúan con su ministerio; otros son definitivamente descalificados para el ministerio, pero logran continuar una vida cristiana saludable; y aún otros solo demuestran ser falsos maestros. En todos los casos, la Biblia pone sobre los hombros de cada congregación la responsabilidad de examinar la enseñanza y carácter de sus líderes.
De hecho, los pastores fieles, al igual que los apóstoles, tienen la responsabilidad de preparar a sus congregaciones para este examen. Por un lado, deben animarlos a discernir sus propias enseñanzas. Pablo mismo dijo a los gálatas: “Pero si aun nosotros, o un ángel del cielo, les anunciara otro evangelio contrario al que les hemos anunciado, sea anatema” (Ga 1:8). Por otro lado, deben animarlos a evaluar a futuros líderes, para que, cuando ellos ya no estén, la iglesia continúe siendo guiada con sabiduría y discernimiento (Tit 1:5-6).

Las marcas de un liderazgo abusivo
En el libro La membresía de la iglesia, Jonathan Leeman presenta algunos escenarios en los cuales una persona no debería someterse a sus líderes:
Todos nosotros somos llamados —en algún momento— a sobrellevar con humildad los errores y pecados de algún líder. Sin embargo, si te encuentras en una iglesia donde el liderazgo es característicamente abusivo, te animaría —en la mayoría de los casos— a marcharte. Marcharte para proteger tu discipulado, para proteger a tu familia, para dar ejemplo a los miembros dejados atrás y para dar testimonio a los vecinos que no son cristianos no concediendo credibilidad al ministerio de esa iglesia.

Pero ¿cómo reconocemos cuando un pastor no es irreprensible e, incluso, es un falso maestro abusivo? Leeman continúa diciendo:
Pablo exige dos o tres testigos para que una acusación sea admitida contra un anciano (1Ti 5:19), probablemente porque sabe que los líderes serán acusados de cosas desagradables más a menudo que otros (y a menudo injustamente). Aclarado esto, podemos decir que las iglesias y los líderes cristianos abusivos característicamente:
- Hacen declaraciones dogmáticas acerca de asuntos donde la Biblia guarda silencio.
- Se apoyan en la inteligencia, el humor, el carisma, la culpa, las emociones o en amenazas, en vez de apoyarse en la Palabra de Dios y en la oración (cf. Hch 6:4).
- Benefician a sus favoritos.
- Castigan a los que no están de acuerdo con ellos.
- Emplean formas extremas de comunicación (temperamental, silenciosa, etc.).

- Recomiendan cursos de acción que siempre —de alguna manera— mejoran la propia situación del líder (aun en perjuicio de otros).
- Hablan demasiado y sin pensar.
- Rara vez hacen buenas obras en secreto.
- Rara vez estimulan.
- Rara vez otorgan el beneficio de la duda.
- Enfatizan la apariencia exterior, en vez del arrepentimiento del corazón.
- Predican, aconsejan, disciplinan y supervisan la iglesia con labios que no honran todo lo que Cristo ha hecho en el evangelio y que no dan toda la gloria a Dios.

Proceder con cuidado
Habiendo expuesto lo que propone Jonathan Leeman, somos desafiados a responder la siguiente pregunta: ¿estoy bajo un liderazgo abusivo? Reitero: hay una diferencia importante entre un pastor imperfecto (todos los cristianos son imperfectos, sin excepción), y un pastor abusivo. Pero, si tienes inquietudes acerca de uno de tus líderes, luego de buscar la guía de Dios en oración, busca hablar con él; si no se responsabiliza por su pecado, busca testigos en la congregación; si tampoco reacciona a los testigos, considera encontrar una iglesia con un pastorado saludable. ¡Procede con cuidado!