¿Qué dice la Biblia sobre la crisis de la sexualidad de nuestros días?

La sociedad occidental está experimentando actualmente lo que solo puede describirse como una revolución moral.
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La sociedad occidental está experimentando actualmente lo que solo puede describirse como una revolución moral. El código moral de nuestra sociedad y la evaluación ética colectiva sobre un tema en particular, no solo han pasado por pequeños ajustes, sino que han sido totalmente revertidos. Aquello que una vez fue condenado, ahora es celebrado y, si nos negamos a celebrar, somos condenados. Lo que hace a la actual revolución moral y sexual tan diferente de las anteriores es que esta está sucediendo a una velocidad sin precedentes. Las generaciones previas a la nuestra experimentaron revoluciones morales en décadas, incluso en siglos. La revolución actual está teniendo lugar a una velocidad tremenda. Al responder a esta revolución, como iglesia debemos recordar que los debates actuales sobre la sexualidad plantean a la iglesia una crisis teológica inevitablemente. Esta crisis es comparable a la que presentó el gnosticismo a la iglesia primitiva o el pelagianismo a la iglesia del tiempo de San Agustín. En otras palabras, la crisis de la sexualidad desafía el entendimiento de la iglesia en cuanto al evangelio, el pecado, la salvación y la santificación. Los que abogan por una nueva sexualidad requieren una redacción completamente nueva de la metanarrativa de la Escritura, un completo reordenamiento de la teología, y un cambio fundamental en cuanto a cómo pensamos acerca del ministerio de la iglesia.

¿ESTÁ LA PALABRA «TRANSGÉNERO» EN LA CONCORDANCIA?

Usar textos sin considerar su contexto es el primer reflejo de los protestantes conservadores que buscan una estrategia de recuperación teológica y una reafirmación. Esta reacción hermenéutica se produce de forma natural en los cristianos evangélicos debido a que creemos que la Biblia es la inerrante e infalible Palabra de Dios. Entendemos que, como B. B. Warfield dijo: «Cuando la Escritura habla, Dios habla». Yo debería dejar claro que este reflejo no está mal del todo, pero tampoco está del todo bien. No está del todo mal porque ciertas Escrituras – esto es usar textos para demostrar algo – hablan de temas específicos de manera directa e identificable. Sin embargo, hay obvias limitaciones en este tipo de método teológico (lo que me gusta llamar «el reflejo de la concordancia»). ¿Qué pasa cuando estás lidiando con un tema teológico cuya palabra correspondiente no aparece en la concordancia? Muchos de los asuntos teológicos más importantes no pueden reducirse a meramente encontrar palabras relevantes y sus versos correspondientes en una concordancia. Intenta encontrar la palabra «transgénero» en tu concordancia. Y ¿«lesbiana»? o ¿«fertilización in vitro»? Estas palabras sin duda no están al final de mi Biblia. No es que la Escritura no sea suficiente. El problema no es un fallo en la Escritura, sino un fallo en nuestro acercamiento a las Escrituras. El enfoque teológico basado en la concordancia da como resultado una Biblia plana, que no tiene en cuenta el contexto, el Pacto o la narrativa general; tres fundamentos hermenéuticos que son esenciales para entender la Escritura correctamente.

UNA TEOLOGÍA BIBLICA DEL CUERPO

La teología bíblica es absolutamente indispensable para que la iglesia formule una respuesta apropiada a la actual crisis sexual. La iglesia debe aprender a leer la Escritura de acuerdo a su contexto, dentro de la narrativa general y considerando la revelación progresiva a lo largo de las líneas del Pacto. Debemos aprender a interpretar cada tema teológico mediante los temas cardinales de la narrativa bíblica como son la creación, la caída, la redención y la nueva creación. Específicamente, los evangélicos necesitan una teología del cuerpo, que esté anclada en el desarrollo de la historia bíblica de la redención.

La creación

Génesis 1:26-28 nos dice que Dios hizo al hombre – a diferencia del resto de la creación – a su propia imagen. Este pasaje también demuestra que el propósito de Dios para la humanidad fue que tuviera una existencia corporal. Génesis 2:7 señala este aspecto también. Dios hizo al hombre del polvo y luego sopló en él aliento de vida. Esto indica que primero fuimos un cuerpo, antes de ser personas. El cuerpo, como resultado, no es accidental a nuestra personalidad. A Adán y a Eva se les dio la comisión de multiplicarse y sojuzgar la tierra. Sus cuerpos, por la creación y el plan soberano de Dios, les permitieron cumplir con la tarea de llevar su imagen. La narrativa del Génesis también sugiere que el cuerpo viene con necesidades. Adán tendría hambre, así que Dios le proveyó la fruta del jardín. Estas necesidades son una expresión dentro del orden creado que indican que Adán es finito, dependiente y derivado. Después Adán tendría necesidad de compañía, así que Dios le dio una esposa, Eva. Ambos, Adán y Eva, debían cumplir el mandato de multiplicarse y llenar la tierra de personas portadoras de la imagen de Dios, haciendo un uso apropiado de la habilidad de reproducirse con la que fueron creados. Junto con esto, está el placer corporal que cada uno experimentaría al llegar a ser una sola carne, esto es, un cuerpo. La narrativa del Génesis también demuestra que el género es parte de la bondad de la creación de Dios. El género no es meramente un invento sociológico impuesto sobre los seres humanos quienes, de otra manera, podrían negociar un sinnúmero de permutaciones. Génesis nos enseña que el género es una creación de Dios para su gloria y nuestro bien. El género es para que el ser humano prospere; y es asignado por designio del Creador; así como él determinó cuándo y dónde deberíamos existir. En resumen, Dios creó su imagen como una persona corporal. Como personas con cuerpos, Dios mismo nos dio el regalo y la mayordomía de la sexualidad. Fuimos construidos de una manera que testifica los propósitos de Dios en todo esto. Génesis también enmarca todo este asunto bajo una perspectiva de Pacto. La reproducción humana no es meramente para propagar la raza. En lugar de eso, la reproducción resalta el hecho de que Adán y Eva debían multiplicarse para llenar la tierra con la gloria de Dios reflejada en ellos.

La caída

La caída, el segundo movimiento en la historia de la redención, corrompe el buen regalo de Dios que es el cuerpo. La entrada del pecado trae mortalidad al cuerpo. En términos de la sexualidad, la caída trata de dañar el buen plan de Dios de una sexualidad complementaria. El deseo de Eva sería mandar sobre su marido (Gn. 3:16). El liderazgo de Adán sería áspero (3:17-19). Eva experimentaría el dolor al dar a luz (3:16). La narrativa subsiguiente demuestra el desarrollo de las aberrantes prácticas sexuales, desde la poligamia hasta la violación, que las Escrituras muestran con mucha claridad. Tras estos relatos del Génesis viene la entrega de la Ley, la cual pretendía mitigar tan aberrante comportamiento sexual. Esta regula la sexualidad y las expresiones del género y se pronuncia claramente sobre la moralidad sexual, el travestismo, el matrimonio, el divorcio, y muchos otros asuntos relacionados con el cuerpo y el sexo. El Antiguo Testamento también conecta el pecado sexual con la idolatría. Orgías en la adoración, prostitución en el templo y otras horribles distorsiones del buen regalo de Dios – el cuerpo – se ven como parte de la adoración idolátrica. Pablo hace la misma conexión en Romanos 1. Habiendo «cambiado la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles» (Ro. 1:22), y habiendo «cambiado la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador» (Ro. 1:25), los hombres y las mujeres intercambian sus relaciones naturales unos con otros (Ro. 1:26-27).

La redención

Con respecto a la redención, debemos de notar que uno de los aspectos más importantes de nuestra redención es que vino mediante un Salvador que tenía un cuerpo. «El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros» (Jn.1:14; Fil. 2:5-11). La redención humana se llevó a cabo por el Hijo de Dios encarnado, quien permanece encarnado eternamente. Pablo indica que esta salvación incluye, no solamente nuestras almas, sino también nuestros cuerpos. Romanos 6:12 habla del pecado que reina en nuestros cuerpos mortales, lo cual implica la esperanza de una redención futura corporal. Romanos 8:23 indica que parte de nuestra esperanza escatológica es la «redención de nuestros cuerpos». Aun ahora, en nuestra vida de santificación, somos llamados a presentar nuestros cuerpos en sacrificio vivo a Dios como adoración (Ro. 12:2). Además, Pablo describe al cuerpo redimido como templo del Espíritu Santo (1 Co. 6:19) y claramente debemos entender la santificación como algo que tiene efectos sobre nuestro cuerpo. La ética sexual en el Nuevo Testamento, como en el Antiguo, regula nuestras expresiones de género y sexualidad. Porneia, la inmoralidad sexual de cualquier clase, es categóricamente condenada por Jesús y los apóstoles. Igualmente, Pablo claramente indica a la iglesia de Corinto, que el pecado sexual – los pecados cometidos en el cuerpo (1 Co. 6:18) – son los que dan a la iglesia y al evangelio una mala reputación, ya que muestran al mundo que el evangelio no ha tenido efecto (1 Co. 5-6).

La nueva creación

Finalmente, llegamos al cuarto y último acto del drama de la redención: la nueva creación. En 1 Corintios 15:42-57, Pablo nos dirige, no solo hacia la resurrección de nuestros propios cuerpos en la nueva creación, sino a la realidad de que la resurrección corporal de Cristo es la promesa y el poder para esa esperanza futura. Nuestra resurrección será la experiencia de la gloria eterna en el cuerpo. Este cuerpo será una continuación transformada y consumada de nuestra existencia corporal presente, de la misma forma que el cuerpo de Jesús es el mismo cuerpo que tuvo en la tierra, si bien completamente glorificado. La nueva creación no será simplemente una vuelta al jardín del Edén. Será mejor que el Edén. Como Calvino dijo, en la nueva creación conoceremos a Dios no solo como Creador, sino como Redentor; y esa redención incluye nuestros cuerpos. Reinaremos con Cristo en forma corporal, así como él es el Señor cósmico corporal que reina. En términos de nuestra sexualidad, mientras que el género permanecerá en la nueva creación, la actividad sexual no lo hará. No es que el sexo sea anulado en la resurrección; por el contrario, es completado. La escatología indica que las bodas del Cordero, hacia lo cual el matrimonio y la sexualidad apuntan, finalmente llegarán. Ya no habrá necesidad de llenar la tierra con personas portadoras de la imagen de Dios, como fue el caso en Génesis 1. En vez de esto, la tierra se llenará del conocimiento de la gloria de Dios como las aguas cubren el mar.

LA TEOLOGÍA BÍBLICA ES INDISPENSABLE

La crisis de la sexualidad ha demostrado un fracaso en el método teológico de muchos pastores. El «reflejo de la concordancia» simplemente no puede abordar el riguroso pensamiento teológico que se necesita en los púlpitos de hoy. Los pastores y las iglesias deben entender que la teología bíblica es indispensable y deben practicar la lectura de la Escritura de acuerdo a su propia lógica interna; la lógica de una historia que va desde la creación a la nueva creación. La tarea hermenéutica que está frente a nosotros es grande, pero es indispensable para una fiel interacción evangélica con la cultura.


  Nota del editor: Este artículo es parte de la Revista 9Marcas publicada por el ministerio 9Marks. Puedes adquirir la Revista impresa o en formato Kindle. También puedes descargarla gratuitamente directamente del sitio en internet es.9marks.org.

Albert Mohler

R. Albert Mohler es presidente del Southern Baptist Theological Seminary en Louisville, Kentucky

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