¿Puedo pastorear a personas traumatizadas? 

El trauma deja heridas profundas, pero el cuidado centrado en Cristo ofrece esperanza.
Foto: Pham Trong Ho, en Unsplash

Cuatro características del cuidado centrado en Cristo

¿Cómo pueden los pastores comenzar a cuidar a los cristianos que han experimentado un trauma real? La literatura sobre el trauma generalmente describe cuatro características del cuidado: conocer a la persona, recuperar el cuerpo, volver a contar la historia y ofrecer ayuda para vivir en el presente. Los pastores y otros líderes de una iglesia pueden aplicar este marco de manera útil en su propio ministerio con los que sufren, incluso mientras completan cada paso con Cristo y Su Palabra. Al final, las palabras comunes pero profundas de Cristo, ofrecidas con habilidad a lo largo del tiempo, pueden abordar de manera única la profundidad del dolor más complejo.

La atención pública hacia determinadas luchas humanas tiene sus temporadas. El trastorno de personalidad múltiple, por ejemplo, tuvo su temporada en la década de 1980, y después le siguió el TDAH. Notamos el apogeo de la temporada cuando una lucha aparece en las listas de libros más vendidos o como uno de los términos más buscados en los motores de búsqueda. Después de un tiempo, el revuelo se calma y llega una temporada más tranquila, marcada por una menor atención y refinamientos graduales, y tal vez encuentre una nueva vida en la siguiente generación. Actualmente, vivimos en la temporada del trauma, y tenemos motivos para creer que será una temporada larga.

Creemos que las palabras sencillas pero profundas de Cristo, compartidas con humildad y compasión, fortalecen el espíritu en la debilidad. / Foto: Lightstock

El propósito de este breve ensayo es revisar cómo las Escrituras nos guían en la comprensión y el cuidado de aquellos que han pasado por un trauma real. Esperamos descubrir que el trauma es una fractura compleja y casi indescifrable del cuerpo y el alma entre quienes lo sobreviven. También creemos que las palabras comunes pero profundas de Cristo, ofrecidas con destreza, humildad y compasión a lo largo del largo camino de la fe, contribuirán a la fortaleza espiritual en medio de la debilidad.

Mi interés aquí no es dar detalles sobre la atención pastoral a quienes han sufrido un trauma, sino esbozar los intereses de la literatura especializada en el trauma y cómo las Escrituras abordan esas preocupaciones de manera que renuevan la confianza en cómo Cristo y Su Palabra se dirigen de manera única a lo más profundo del corazón humano. Con humildad, te enfrentas a esta dificultad que domina tu vida como un aprendiz, sin mucha confianza en ti mismo, pero con la certeza de que Dios, en Cristo, habla de vida y amor a todo tipo de almas atribuladas.

Las palabras sencillas pero profundas de Cristo, transmitidas con maestría a lo largo del tiempo, logran tocar la profundidad del dolor más complejo. / Foto: Lightstock

El trauma descripto

Hoy, la palabra “trauma” se aplica a todo tipo de dolores y ofensas personales, no todos ellos son verdaderamente traumáticos. Piensa en ella como una forma imprecisa de referirse a un pasado doloroso que tiene consecuencias perjudiciales en las relaciones y el trabajo, incluso décadas después. Una respuesta pastoral está menos interesada en proteger los límites de la palabra que en comprender las descripciones y experiencias que pueden englobarse en ella.

El tiempo, en efecto, no cura todas las heridas; algunas parecen empeorar. Los traumas incluyen las guerras y su destrucción; la violencia sexual, física o verbal que has presenciado o sufrido; la pérdida de un hijo; las adicciones en el hogar; y el abandono, la traición o el descuido por parte de alguien que se suponía que te amaba y cuidaba, por nombrar algunas de sus causas. Si no has experimentado un trauma, descubrirás que está a tu alrededor. Nuestro mundo está cubierto de injusticias y muerte. Conocemos la maldad implacable que hay en el corazón humano, y siempre nos afligirán sus interminables consecuencias destructivas.

El tiempo, en efecto, no cura todas las heridas; algunas parecen empeorar. / Foto: Lightstock

Con esta simple descripción, las Escrituras se abren de par en par y nos invitan a entrar, especialmente a través de los vínculos que establecen entre la carne, la muerte y el diablo. La carne incluye la maldad que derriba y destruye, que es uno de los rasgos característicos de la muerte, ya que causa estragos entre los vivos. Tanto la carne como la muerte comparten una conexión con el diablo, que viene a robar y matar (Jn 10:10). Podemos esperar que el trauma vaya acompañado de batallas espirituales llenas de acusaciones, culpa, vergüenza, desesperanza y mentiras sobre el cuidado de Dios. Esto significa que el cuidado pastoral es esencial para quienes han experimentado un trauma.

Como pequeño punto de partida, podríamos decir: “Una cosa sabemos: cuando la muerte se acerca, especialmente, por la maldad de otros, es probable que sigan las acusaciones y mentiras del diablo, con mentiras y acusaciones tanto sobre ti como sobre tu Señor. ¿Has notado esa guerra?”.

El cuidado pastoral es esencial para quienes han experimentado un trauma. / Foto: Lightstock

Cuatro características comunes del cuidado

La literatura sobre el trauma, generalmente incluye cuatro características discernibles del cuidado: conocer a la persona, recuperar el cuerpo, volver a contar la historia y ofrecer ayuda para vivir en el presente. Las cuatro categorías son naturales en las Escrituras y nos ofrecen un marco útil, incluso cuando buscamos llenar cada categoría con objetivos centrados en Cristo.

1. Conocer a la persona

Hay dos movimientos básicos en el cuidado pastoral individual: conocer a la persona y conocer las Escrituras, en ese orden. Mientras que se puede predicar sin conocer los detalles de los oyentes, no se puede ejercer el cuidado pastoral sin conocer primero a la persona. Los malentendidos en este sentido impedirán el crecimiento y desanimarán a la persona.

La necesidad de conocer las Escrituras en el cuidado pastoral es obvia. Conocer a la persona es más intuitivo o quizás se da por sentado. Por supuesto que queremos conocer a las personas. ¿Cómo podemos ayudar si no entendemos la lucha real de una persona? Pero dado que conocer a la persona es una categoría difusa que a menudo no aparece en los libros de texto de teología ni se enfatiza en los planes de estudio de los seminarios, nuestro conocimiento de la persona puede ser aleatorio y desorientado. El trauma puede tener consecuencias complejas, por lo que las habilidades para conocer a las personas son fundamentales.

La necesidad de conocer las Escrituras en el cuidado pastoral es obvia. / Foto: Lightstock

Podrías empezar así: “Por favor, intenta contarme cómo tu pasado está afectando a tu vida actual”. El presente puede ser una forma de adentrarse en el pasado. Pequeños pasos. Cuando conoces y te preocupas por la persona en el presente, esa persona puede sentirse lo suficientemente segura como para describir los fragmentos perturbadores del pasado. Invitas a la persona a hablar porque tu preocupación requiere que sepas algo sobre ella. Aún más profundamente, estas preguntas y respuestas suelen ser preliminares para que la persona pueda expresar estos fragmentos a Dios, quien nos invita a derramar nuestro corazón ante Él (Sal 62:8).

El miedo suele abrir el camino. Esa es una consecuencia obvia de los actos destructivos. “Porque temí a la gran multitud, o el desprecio de las familias me aterró, y guardé silencio y no salí de mi puerta?” (Job 31:34). Las personas traumatizadas viven con lo que parecen tres opciones: luchar, huir o paralizarse. La respuesta de paralización está relacionada con lo que se conoce como disociación, una característica común del trastorno por estrés postraumático (TEPT). La disociación te arrastra al pasado mientras estás en el presente.

El miedo suele abrir el camino. Esa es una consecuencia obvia de los actos destructivos. / Foto: Lightstock

Se puede entender por qué en los debates sobre el trauma se habla de la importancia de un lugar seguro. Si el roce con la muerte provino de un padre o un hermano, una mujer que habla con un pastor en su estudio, o incluso con un pastor y su esposa, podría ser más que suficiente para arrastrarla de vuelta a los acontecimientos del pasado. Sin este conocimiento, podrías suponer que una mujer está comprendiendo y apreciando en silencio tu aliento, cuando en realidad está demasiado asustada como para decir algo. Para crear un espacio seguro, podrías decir: “Me preocupa que te sientas intimidada o superada en número por el simple hecho de estar aquí”, y luego pensar en ideas que podrían ayudar.

La mayoría de los casos de atención pastoral implican superar una dificultad importante: un conflicto, un jefe insoportable, un hijo distante. Sin embargo, el trauma provoca una especie de ruptura interna en la que conviven múltiples problemas. Junto con el miedo, aparecen casi todas las formas imaginables de sufrimiento. Dolor, caos, pánico, depresión, ira, deseos deformados, culpa, vergüenza y un discernimiento que parece desorientado, dado que los perpetradores justificaron las maldades del pasado. Estos son solo algunos de los sentimientos que encontrarás. Observa que la Palabra de Cristo da las únicas respuestas significativas y sanadoras a todo esto. Para empezar a desenredar esta maraña, podría decir: “A veces hay tantas voces dentro de ti que ni siquiera sabes por dónde empezar. Quizás podrías empezar describiendo lo que está sucediendo dentro de ti ahora mismo”.

El trauma provoca una especie de ruptura interna en la que conviven múltiples problemas. / Foto: Envato Elementes

El trauma puede manifestarse como ira. Pero si la ira te lleva inmediatamente a Santiago 4:1-3, podrías perderte lo más importante. En el trauma, la ira suele ser una expresión de miedo. Las personas traumatizadas pueden sentir una ira pecaminosa, como cualquier otra persona, pero su ira es más a menudo un medio de protección. No darse cuenta de esto es dejar a la persona aún más aislada.

El trauma también puede manifestarse como retraimiento. Cuando las palabras salen, son vagas y poco específicas. La persona parece distante. Una pregunta natural es: “¿Cómo puedo ayudarte a estar aquí? Por ejemplo, ¿tienes alguna pregunta sobre la habitación?”. (Esta es una forma de invitar a la persona a estar presente).

Los errores pastorales se producen cuando no entendemos a una persona con precisión. Tu objetivo es conocer a una persona de tal manera que puedas describirla e incluso ayudarla a encontrar palabras para expresar las experiencias caóticas que parecen indescriptibles. Como forma de amar a los demás, puedes complementar tus conocimientos sobre el TEPT consultando a personas de la iglesia que hayan ayudado o experimentado traumas; también puedes leer historias en Internet o un libro como Trauma: Caring for Survivors [Trauma: el cuidado de los sobrevivientes], de Darby Strickland. No es necesario tener un conocimiento completo de una persona para poder ayudarla. Nunca se puede conocer plenamente a otra persona. Pero sí se puede conocer a la persona con precisión e identificar las experiencias más intensas.

Los errores pastorales se producen cuando no entendemos a una persona con precisión. / Foto: Lightstock

2. Calma el cuerpo

Con el TEPT, el cuerpo puede controlar tu atención. La persona se siente impotente para controlar sus emociones y reacciones corporales. La palabra “ansiedad” comienza a describirlo. Mientras que el miedo suele identificar amenazas concretas, la ansiedad se centra en los síntomas físicos que acompañan al miedo. Probablemente hayas oído hablar del libro de Besser van der Kolk, El cuerpo lleva la cuenta. Como cualquier libro popular, ha tenido sus detractores, y algunos cuestionan la fiabilidad de los estudios científicos que cita, pero la idea básica es importante: el cuerpo guarda un registro de algunos acontecimientos pasados. La mujer cuyo marido la abandonó en otoño sufre un desmayo depresivo cada año al llegar esa época, aunque se ha vuelto a casar y es feliz. Un hombre que recibió tratamiento contra el cáncer en un hospital local siente náuseas cada vez que pasa por allí, aunque hace cinco años que terminó el tratamiento.

Imagina el horror de irte a la cama cuando el trauma irrumpe en el presente. Primero, cuando duermes, pierdes el control. El trauma puede encontrar esa vulnerabilidad intolerable. Segundo, es posible que durante el día puedas distraerte de los pensamientos y emociones intrusivos, pero casi puedes sentir que los flashbacks y las pesadillas están a punto de estallar por la noche. La hipervigilancia está a la orden del día. Estás en primera línea de batalla y debes estar alerta al más mínimo ruido. La persona afectada puede vivir al borde de un ataque de pánico. El deseo de salir literalmente de tu piel es irresistible. Una forma de contrarrestar esa vigilancia corporal es el entumecimiento, y las drogas o el alcohol son una forma eficaz de conseguirlo. Vives en un mundo fragmentado, desconocido, inestable e impredecible.

El trauma puede encontrar esa vulnerabilidad intolerable. / Foto: Envato Elements

¿Cómo se puede empezar a tranquilizar a una persona así? Podrías preguntarle: “¿Podrías decirme cómo es vivir en tu cuerpo, con tus emociones?”. Es de esperar que le resulte difícil encontrar las palabras.

Las respuestas basadas en el trauma prestan especial atención a estos síntomas, pero sus recomendaciones no son muy técnicas ni exclusivas de los médicos. Los tratamientos habituales incluyen ejercicios de respiración como los de las clases de Lamaze o ejercicio, Pilates y otros programas de movimiento corporal que ayudan a sentir el cuerpo en el presente. Algunos prueban la medicación, aunque rara vez es una solución a largo plazo para el sueño o la ansiedad. Es importante saber qué ha probado ya la persona. Podrías preguntar: “¿Qué estrategias tienes para calmar tu cuerpo y centrar tu mente en lo que tienes delante?”.

Una estrategia conocida es la EMDR (por sus siglas en inglés), que significa “terapia de desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares”. La esencia de la EMDR consiste en que el terapeuta le pide que recuerde acontecimientos traumáticos mientras mueve los ojos en respuesta a diversas indicaciones (como una luz que se mueve o un dedo levantado que debe seguir). A través de varias sesiones, el objetivo es que esta combinación reduzca la intensidad de los recuerdos traumáticos. Algunas investigaciones sugieren que la EMDR puede disminuir las reacciones corporales al trauma. Mi propia observación es que quienes lo han probado no lo describen como una cura, pero reconocen algún cambio en sus síntomas. (Al final del artículo haré algunas sugerencias pastorales sobre esta terapia).

La EMDR ayuda a procesar traumas haciendo que el paciente recuerde eventos mientras sigue movimientos visuales indicados por el terapeuta. / Foto: Envato Elements

3. Vuelve a contar la historia

Kurt Vonnegut escribió sobre los veteranos de la Segunda Guerra Mundial a los que “les faltaba la parte de la guerra”. La experiencia traumática no significa necesariamente que una película de acontecimientos pasados se repita en la mente de alguien. En cambio, el pasado es un mosaico de sensaciones, olores y flashes de escenas desorganizadas. Puedes calmar parte de ese caos construyendo, en colaboración con la persona traumatizada, una narrativa que aporte algo de orden y coherencia a la vida.

Piensa en cómo tu propio pasado influye en el presente. Un hogar estable en el que te han querido sienta unas bases sólidas para lo que viene después. Te ayuda a afrontar el presente por lo que es, en lugar de importar el caos de tu pasado a las decisiones actuales. Tu experiencia de la vida hoy es diferente si tu hogar era impredecible y peligroso. Una mujer que pasó de un hogar de acogida a otro aprendió a ser pequeña, ausente, silenciosa y paralizada cada vez que había alguna perturbación en un hogar, porque sabía que eso solía significar que la trasladarían a otro lugar. En su matrimonio, conserva los mismos instintos.

El reto pastoral es guiar a una persona traumatizada a la historia de Jesús, ayudándola a crecer paso a paso, con retrocesos inevitables. / Foto: Lightstock

Una vida desorientada necesita un arco narrativo. Un relato secular será, en el mejor de los casos, superficial, y siempre correrá el riesgo de revelar la vanidad identificada en Eclesiastés. Nosotros, por el contrario, hemos recibido la historia del cosmos. “Porque agradó al Padre que en Él habitara toda la plenitud, y por medio de Él reconciliar todas las cosas consigo, habiendo hecho la paz por medio de la sangre de Su cruz, por medio de Él, repito, ya sean las que están en la tierra o las que están en los cielos” (Col 1:19-20). Sabiendo esto, el reto pastoral es llevar a una persona traumatizada a la historia de Jesús de manera que la comprenda, lo que la llevará a crecer en pequeños y graduales pasos (con inevitables retrocesos en el camino). Saber que toda historia puede ser llevada a la historia de Jesús no es lo mismo que saber cómo ocurre eso con una persona en particular. Necesitamos habilidades y sabiduría pastoral si queremos ayudar a fusionar esas dos historias en una sola. Pero sabemos qué camino tomar.

Una guía útil en este proceso es encontrar historias prometedoras en las Escrituras y luego proponerse vivirlas con la persona fracturada. Siéntate en la sinagoga mientras Jesús lee sobre Su ministerio en el rollo de Isaías (Lc 4:16-21). Observa cómo, cuando estás separado de Su rebaño, parece tener ojos solo para ti y te lleva a casa (Lc 15:3-7). Observa cómo el apóstol Pablo te lleva al linaje real de Dios a través de Jesucristo (Ga 3:23-29). Otra forma de entrar en las Escrituras es leer los Salmos hasta que algún fragmento llame la atención de la persona. Una vez dentro, puedes pedirle que embellezca el salmo, añade detalles y ve que es el Salmo de Cristo.

Las Escrituras se especializan en llevar a los forasteros a una historia muy diferente. Esto es lo que queremos para cada persona a nuestro cuidado.

Las Escrituras se especializan en llevar a los forasteros a una historia muy diferente. / Foto: Lightstock

4. Vuelve al presente

La literatura sobre el trauma tiene un núcleo pragmático. Se pregunta: “¿Qué ayuda?”. Esa ayuda se centra en cómo vivir el presente. ¿Tienes las relaciones destrozadas? Aprende formas de sanarlas. ¿Tu cuerpo está especialmente nervioso? Haz algo de actividad física todos los días. ¿Tienes pensamientos que te hacen pensar que ya no puedes soportar más este dolor? Haz algo que sea valioso y que desees, en lugar de quedarte paralizado por esos pensamientos. Y ten cuidado con las falsas soluciones, como las drogas, el alcohol y los videojuegos. En sugerencias como estas, la literatura secular sigue, en menor medida, uno de los patrones de las Escrituras.

“Busquen primero Su reino y Su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas” (Mt 6:33). Jesús se dirige a aquellos que están temerosos y ansiosos. El pasado puede atormentarnos; el futuro puede parecer apocalíptico. En respuesta, confiamos en que Él corregirá esos roces con la muerte en el pasado, y que Él será quien se preocupe por el mañana. Entonces, como niños pequeños, confiamos en que Él nos cuida y vivimos con la gracia que nos da para hoy. Buscamos vivir Su justicia con pequeños pasos. ¿Qué has dicho que harías? Hazlo. ¿Cómo amarás a la persona que tienes delante? ¿Qué trabajo hay que hacer?

La persona a la que estás ayudando pertenece a Cristo. Él no es tuyo; ella no es tuya. Así que reflexiona con él o ella sobre el camino de la sabiduría: “Camina hoy con fe en Cristo y piensa en los pequeños pasos que puedes dar para construir Su reino. Cuando no estés seguro de lo que eso significa, pide ayuda”.

Recuerda que la persona a la que ayudas en su trauma pertenece a Cristo. / Foto: Lightstock

La estructura del cuidado pastoral

El cuidado pastoral con personas que han sufrido traumas puede adoptar diferentes formas: cuidado a través de la predicación, cuidado a través de derivaciones y cuidado contigo como pastor principal.

Predicación pastoral

El ministerio público proclama lo que Jesús ha hecho. También invita a personas que no pueden imaginar ser invitadas a Él, como los pobres y los oprimidos (Lc 4:18-19). Tú, como predicador, estás llevando a los oyentes a Cristo y a la narración que Dios hace de su historia. Aquellos que no se sienten como cristianos normales, como los que han pasado por un trauma, pueden ser reacios a sentirse incluidos a menos que puedas describir algo de su experiencia. Esto es cierto con cualquier pasaje que prediques.

Por ejemplo, cuando predicas sobre la ira, podrías describir algunas de las versiones más tranquilas de la ira para que el pasaje sea accesible a todos. Para aquellos que han experimentado un trauma, incluso una breve descripción de cómo un pasaje puede relacionarse con ellos, les mostrará que ellos también pueden presentarse ante el Dios que conoce nuestros corazones y responde con compasión y misericordia. Podrías decir: “Cuando escuchamos las Escrituras, traemos nuestro ser, nuestros pecados, nuestro pasado, las formas vergonzosas en que hemos sido tratados, nuestros muchos temores. Se lo contamos al Señor y lo escuchamos”.

Tú, como predicador, estás llevando a los oyentes a Cristo y a la narración que Dios hace de su historia. / Foto: Lightstock

Derivación pastoral

Tu cuidado pastoral está determinado por el tiempo del que dispones. El cambio espiritual profundo se produce gradualmente. El cambio espiritual con un pasado traumático seguirá casi con toda seguridad ese ritmo. Todos necesitamos cuidado pastoral, y lo necesitamos durante toda la vida. Pero la mayoría dependemos de los medios normales de la gracia y de la ayuda de los amigos. Quienes viven con un trauma se benefician de un cuidado más regular.

Como pastor, siempre compartes la carga del cuidado pastoral con el cuerpo de Cristo en general. Esto es especialmente cierto en el caso del trauma. Buscas personas en tu iglesia o comunidad que puedan ayudar. Lo ideal es que remitas a alguien a un creyente maduro que haya sido evaluado (ya sea de manera formal o informal) y que funcione como una extensión no oficial del cuidado de tu iglesia.

Si la Biblia no lo prohíbe, puedes usar estrategias como EMDR o medicación, pero recuerda que lo que tenemos en Cristo vale más. / Foto: Lightstock

Sin embargo, hay ocasiones en que no se dispone de esa ayuda o un miembro de la congregación ya ha buscado la ayuda de otra persona. Cuando se externaliza el cuidado pastoral, sigues manteniendo una relación pastoral significativa. Por ejemplo, podrías reunirte trimestralmente y hacer preguntas como estas: “¿De qué manera puedo orar por ti?”, “¿dónde te sientes estancado?”, “¿qué verdades acerca de Cristo, Su muerte y resurrección, y el Espíritu que te ha dado, están calando en tu alma?”, “¿hay algo que me ayudaría a comprender?”. Considera junto con la persona cómo está vinculada a los medios normales de la gracia en la iglesia, como un grupo pequeño, un amigo que ora y lee las Escrituras con la persona, oportunidades para servir y la Cena del Señor. La Cena del Señor, en particular, ofrece una ocasión para hablar de cómo los sacramentos contribuyen al bienestar espiritual de la persona, incluso llegando al corazón de su lucha con traumas pasados.

Durante tu atención, tú o la persona a la que ayudas oirán hablar de diversas estrategias para disminuir los síntomas intrusivos, entre ellas la EMDR y la medicación. ¿Cómo hablas de ellas? Yo sugeriría que, si las Escrituras no lo prohíben (ya sea explícitamente o por inferencia sensata), tú tampoco lo hagas. En su lugar, acoge con agrado las ideas que calmen las reacciones físicas dolorosas, sin dejar de estar seguro de que lo que tenemos en Cristo es más profundo y de mucho más valor que todas ellas. Es de esperar que se mantenga un desequilibrio: la ayuda de Dios es más importante que la ayuda que se encuentra en las estrategias físicas (2Cr 16:12; 2Co 4:16-18).

Cuidado pastoral primario

Si decides ser el principal punto de referencia para el cuidado pastoral y el asesoramiento regulares, seguirás forjando todos estos vínculos a medida que conozcas a la persona, encuentres formas de calmar el cuerpo, vuelvas a contar su historia en y a través de Cristo, y ofrezcas ayuda para vivir en el presente. Considera también la posibilidad de reunirte con un asesor de confianza y bien informado para recibir asesoramiento continuo. La consulta, una práctica habitual entre los consejeros, rara vez se prescribe a los pastores (aunque se ha convertido en una práctica común entre los pastores de Australia y a menudo se incluye en los presupuestos de sus iglesias). Aunque tienes la máxima confianza en que el trauma se aborda más profundamente en Cristo y en Su crucifixión, también sabes que el cuidado sabio busca y escucha la ayuda y el consejo sabios.

¿Qué pasa si no estás seguro de que la lucha de una persona se describe mejor como un trauma? ¿Y si alguien aplica la Palabra de tal manera que cambia las reglas de las relaciones, de modo que los medios normales de pasar por alto algunas ofensas, confiar en el Dios que juzga con justicia o la reconciliación, son sustituidos por exigencias de confesión radical con consecuencias? En lugar de adoptar o rechazar la etiqueta de “trauma”, describe bíblicamente lo que ha sucedido, trabaja en el asunto con la ayuda de otros y conoce que tus mejores esfuerzos no siempre conducen a la paz.

La vida pastoral ya es demasiado ajetreada. Este ensayo no pretende aumentar tu carga de trabajo. Sin embargo, espero que te dé confianza para acercarte a quienes sufren, conocerlos, cuidarlos con sabiduría y reconocer que incluso tus pequeños gestos de atención son esenciales y probablemente más fructíferos de lo que crees.


Publicado originalmente en Desiring God.

Ed Welch

Ed Welch es miembro del cuerpo docente y consejero de la Fundación Cristiana para la Consejería y la Educación (CCEF). Ha ejercido como consejero durante más de cuarenta años y ha escrito extensamente sobre temas como la depresión, el miedo y las adicciones. Es autor de varios libros, entre ellos Created to Draw Near: Our Life as God’s Royal Priests [Creados para acercarnos: nuestra vida como sacerdotes reales de Dios].

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