Una vez me contaron de una mujer que vivía en un lugar de clima frío. Sufría de mala salud y además vivía en una parte del mundo en la que no podía obtener fácilmente la nutrición que necesitaba. Los médicos le sugirieron que viajara al trópico, donde el entorno podría ser más propicio para su recuperación. Unas semanas después de su partida, le escribió a un amigo para decirle: «Este es un lugar maravilloso donde tengo acceso a todos los alimentos buenos y nutritivos que podría necesitar. Si tan solo tuviera apetito, me recuperaría en muy poco tiempo». Pero al cabo de unas semanas se había ido. Al final, no fue la falta de comida lo que acabó con su vida, sino la falta de hambre. De la misma manera, tenemos ante nosotros todo el alimento espiritual que podamos necesitar, el que es suficiente para satisfacernos y sostenernos durante toda la vida, suficiente para llevarnos a través de las pruebas más difíciles que podamos afrontar, suficiente para prepararnos para la vida en esta tierra y para una eternidad en el cielo. La cuestión es si tomaremos y comeremos, si nos saciaremos con la abundancia que se extiende ante nosotros. ¿Asistes al servicio de adoración de tu iglesia local? Es aquí donde te alimentarás de buena comida. Es aquí donde la Biblia es predicada, leída y orada, donde verás la Biblia reflejada en las ordenanzas, donde cantarás las mismas palabras de la Biblia y sus grandes verdades. Es aquí donde semana tras semana puedes tomar y comer. Te pregunto, ¿lo haces? ¿Lees tu Biblia día a día? Generaciones de nuestros antepasados y millones de nuestros contemporáneos solo podrían desear tener el acceso a las Escrituras que tenemos hoy: cientos de traducciones, miles de apps, millones de oportunidades para leerla, conocerla y obedecerla. Lo que puede alejarte de las Escrituras y de todos sus beneficios es la falta de deseo, la falta de apetito. ¿Te satisfaces con este alimento? ¿Pasas tiempo en comunión con cristianos, aquellos a los que Dios ha encargado que lleven a cabo la obra del ministerio, de hablar la verdad en amor y animarte en tu fe? Pasar tiempo con hermanos y hermanas es pasar tiempo con aquellos que pueden decir las mayores verdades a tus más grandes gozos y a tus penas más profundas. ¿Pasas tiempo con ellos para que puedas disfrutar del banquete que ellos te ofrecen? ¿Aprovechas los abundantes recursos que tenemos a nuestra disposición hoy en día? Nunca en toda la historia hemos tenido tantos libros y blogs, tantas transmisiones y podcasts, tantos sermones y publicaciones periódicas. Hay un gran banquete servido delante nuestro en cada momento del día y la única interrogante es si vamos a participar, si nos uniremos al festín. Vemos a muchos marchitándose y pereciendo a nuestro alrededor, muchos decayendo y muriendo. No se puede decir que los que caen y se extravían lo hacen por falta de alimento, porque hay una abundancia inagotable extendida frente a nosotros. Solo se puede decir que han muerto por falta de apetito, por no tomar lo que se les ofrece, lo que puede alimentarlos, lo que puede fortalecerlos y equiparlos para una vida de servicio a Dios y para una eternidad disfrutando de Él. No es la falta de alimento lo que nos amenaza, sino la falta de hambre. Este artículo se publicó originalmente en Challies.