La amistad siempre ha sido una de las relaciones que más ha llamado mi atención, especialmente desde hace tre años. He llegado a la conclusión de que no hay amigos perfectos. Al ver programas de televisión, películas o escuchar experiencias de amigos e incluso las mías, puedo ver la necesidad que tenemos de Cristo. ¿Por qué?
Buscando identidad en una amistad
1 Juan 5:20–21 confrontó mi corazón con lo último que dice: “…y nosotros estamos en Aquél que es verdadero, en Su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios y la vida eterna. Hijos, aléjense de los ídolos”. Comencé a preguntarme: ¿de qué forma tiene un impacto en mis relaciones el saber que tengo vida eterna por Cristo y que debo de alejarme de los ídolos? La realidad es que mi relación con Dios afecta como me desenvuelvo con los demás. “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Jn 17:3). El objetivo y la razón de todo es Cristo. La vida eterna, la trascendencia, la redención y el amor perfecto que tan desesperadamente busco lo encuentro únicamente en la obra de Cristo Jesús, no en mis amistades.
¿Qué define una amistad?
La amistad, según el mundo, suele definirnos. Suele darnos la respuesta al “¿Quién soy yo?” Nos gusta esa estabilidad de pensar que existe un “para siempre” que reside en alguien que me ama, que me acepta como soy y que está ahí siempre. La realidad es que una amistad jamás podrá satisfacernos por completo porque, aunque fuimos diseñados para vivir en comunidad y buscar relaciones intencionales y genuinas, nuestra identidad no reside en ellas. Todo el mundo busca esa relación perfecta ya sea en una amistad, en una relación romántica o en una familia. Constantemente buscamos ídolos que puedan darnos lo único que sólo Dios puede darnos. Ese amor “perfecto” que buscamoses lo que vemos en las novelas exitosas, canciones conmovedoras y películas heróicas. Nos encanta la idea de alguien devoto, comprometido a nosotros y que no nos falle. Buscamos lo correcto en los lugares incorrectos. Claro que necesitamos de ese amor perfecto, y ¿sabes? Jesucristo ya lo hizo. Él ya nos amó, nos ama y nos amará siempre de forma perfecta. Me atrevo a decir que hasta pensamos que una amistad tiene las mismas obligaciones que un matrimonio, que ese “para siempre” nos ata con nuestros amigos cuándo esa no es la realidad. No nos dejemos engañar con ideas de tener un derecho sobre las otras personas. Toda la plenitud la encontramos únicamente en Cristo Jesús.
Siendo amiga
Ahora puedo ver que evitar conversar sobre la raíz del problema y culpar a los demás constantemente de mis relacionesson solo el resultado de mi corazón y de la falta de coherencia sobre lo que entiendo que es mi identidad en Cristo. Es una forma egoísta con la que decido lidiar las cosas. Prefiero mi comodidad, prefiero una falsa amistad que una verdadera porque la verdadera amistad requiere esfuerzo, trabajo, construcción, perdón, confrontación y sacrificio. En mis fuerzas no lo lograré, debo entregárselo al único que puede hacer la obra: Dios. Podrá ser incómodo, pero estaré velando por el segundo mandamiento de amar a mi prójimo aún cuando veo su pecado, cuando me falla, cuando no actúa en base al evangelio porque yo estoy llamada a amarlo y predicarle el evangelio con mi amistad, incluso confrontarlo en amor si es necesario. Si Cristo no me condiciona, si Él no me dice un día; “Susi hoy te dejo de amar porque no respondiste como debías”, ¿Quién soy yo para exigir perfección o demandar algo de los demás? Por mucho tiempo pase dolida sin darme cuenta de que era yo la que necesitaba cambiar, de quitarme del centro y poner en orden mis prioridades siendo mi relación con Dios la primera, mi relación con mi familia la segunda, y mis amistades la tercera. Estar consciente de que todos en algún momento me fallarán y que yo les fallaré también. Una amiga muy querida me dijo: “Susi, no todos van a estar en tu vida para siempre y eso esta bien”, finalmente lo pude entender no como algo malo sino como parte de la soberanía de Dios de mostrarme que no debo depender de nadie más que de Él. No dejemos por un lado a las personas que sí están. Tengo varias amistades con las que no hablo todos los días, no me demuestran su amor de la misma forma que yo, pero sé que cuando necesito algo estas personas serán las primeras en ofrecerse.
Conclusión
Te animo para que hoy puedas evaluar y meditar acerca de cómo están tus amistades. Pregúntate lo siguiente: ¿Siento que puedo y debo desechar a las personas? Medita en la vida de Jesús, cómo Él vino a este mundo a servir (Mt 20:28), cómo el amor es lo que más nos representa como cristianos e hijos de Él (Jn 13:34–35). No te preocupes, no está todo perdido. Puedes recuperar amistades, podrá ser incomodo al principio pero te prometo que valdrá la pena. Vale la pena trabajar por reflejar el amor de Cristo y po buscar ganar almas y no argumentos. Todos nos decepcionarán, nadie en este mundo podrá no hacerlo, pero sí habrá personas que en medio de su pecado, de sus defectos y de sus luchas buscarán arrepentirse y modelar a Cristo aún en los momentos difíciles, aún en las conversaciones de confrontación. Seamos personas intencionales, no como un mandato tedioso en donde secretamente espero que la otra persona haga lo mismo, sino como un acto de amor en donde recuerdo constantemente cómo Dios me acepta todos los días aún cuando no lo merezco o tan si quiera lo busco. Mi corazón logra descansar y tener paz al momento de entender que Dios usa todo para bien, para mí santificación, y confío que Él cuida de mi. No temamos ser vulnerables, a dejarle la puerta abierta a las personas para que realmente nos conozcan, no tengamos miedo a decepcionarlos. Si crees en Cristo, Tu identidad está en Él, no en los demás. Ahora más que nunca puedes meditar en esto y apartar un momento de tu día para orar por tus hermanos en Cristo, por tus amistades, por tu iglesia, por todas las personas que aún no conocen de la maravillosa noticia de nuestro Salvador. Busca tú, no esperes a ser buscado. Y sobre todas las cosas, recuerda que el segundo mandamiento no será posible a menos que fluya de amar a Dios primero y eso solo lo harás por medio de tener una genuina y profunda relación con Dios. Ora y lee Su Palabra. Él ya ha revelado quiénes somos en Él, quién es Él para nosotros y cómo debería de lucir una comunidad en donde Cristo es el centro. Oro para que El Señor pueda guiarte en este caminar que aunque no es fácil, definitivamente la meta de llegar con nuestro Padre lo vale absolutamente todo.