«Buscad a Dios y vivirá vuestro corazón.» — Salmos 69:32
Mientras escribo, mis hijos duermen. Dios me ha entregado tres de sus más activas creaciones las cuales llenan mis días y noches de constante responsabilidad. Al parecer, el horario de una madre no tiene recesos y de forma agitada los días pasan haciéndonos pensar que necesitamos más horas para lograr los retos que ser madre implica. Si bien es cierto que el ser madre es un regalo de Dios, los hijos fueron dados con el propósito principal de que miremos la gloriosa mano del Creador quien los formó en nuestros vientres, y busquemos Su dirección para cumplir la misión de guiarles a conocer a Cristo. (Sal. 139:13-14) Ocupamos nuestros días con ‘todo’ y con frecuencia descuidamos lo más importante: la búsqueda de Dios y de Su constante dirección en nuestras vidas. Cerramos la fuente que nos da sabiduría para ejercer nuestra maternidad con una visión centrada en Cristo. Nuestros hijos no son la razón por la cual hemos descuidado nuestra vida espiritual. Más bien, nuestros hijos son gran parte de la razón por la cual nos ocupamos de nuestra vida espiritual. (Deut 6:5-9) ¿Qué podemos hacer para mantener nuestros ojos en Jesús aún en medio de nuestros días agitados y las constantes demandas de nuestro rol?
1- Recuerda, no eres Súper Mama, sólo Cristo puede sostener el peso del rol de la maternidad:
El concepto de este nombre, Súper Mamá, sugiere que las mujeres podemos hacerlo todo en nuestras propias fuerzas. En cierta medida creo que todas las madres nos sentimos con esta capacidad de ser heroínas, pero, ¿qué tanto nos duran esos súper poderes cuando los niños están inquietos, o mientras pelean en el asiento trasero del vehículo? ¿Qué ocurre con nuestro carácter cuando nos sentimos abrumadas por la situación financiera, sentimientos de desánimo y fatiga? Tener una perspectiva correcta de lo pecaminosas, frágiles y débiles que somos sin Cristo es la sirena de alerta para que corramos en búsqueda de quien nos guiará a entender que no podemos caminar en autosuficiencia o piloto automático; es tiempo de quitarnos la capa de Súper Mamá, arrepentirnos y descansar confiadas en Cristo. La maternidad es un llamado divino y, por tanto, necesita del sustento divino para ser cumplido con la visión para el cual fue creado, el de glorificar a Dios y mostrar los “súper poderes” de Su evangelio. (Juan 15:4)
2- Siéntate a conocer a Dios, Su voz es la que constantemente debe guiarnos:
(Deut 6:5-6) Es tan difícil estarnos quietas por un momento, sobre todo cuando el día promete ser muy ocupado. Desde que suena la alarma despertadora — en mi casa, es nuestro bebé más pequeño, de dos meses de edad — siento el llamado a estar activa todo el día. Y a veces olvido ser intencional en sentarme a conocer a Dios por medio de la meditación de Su Palabra, la oración, la memorización de las Escrituras y los cantos de alabanza. Trata de que tu tiempo de intimidad con Dios sea un tiempo para conocerle. Prepárate para hacerlo; estudia la Biblia con el propósito de conocer a Dios y vivir lo que ese día el Espíritu Santo te ha guíe a entender. Jesús es nuestra porción de alimento diario que sacia para vida eterna. Suministrar a nuestro espíritu esa dieta producirá una transformación real, un anhelo por intimar más con Dios. Sé creativa y constante en buscar a Dios; se trata de una relación, de una devoción, no de un sólo momento. Luego de estar sentada a Sus pies, entonces camina con Él.
3- Desarrolla una misión de la maternidad enfocada en Cristo y en Su evangelio para ti y para tus hijos:
(Heb 12:1-2) Hay una nube de testigos, nuestros hijos están atentos a nuestro testimonio, no buscando perfección, pero si instrucción. Como madres, todos los días nos enfrentamos a responder preguntas, lidiar con emociones, tomar decisiones y guiar a nuestros pequeños. Aquí es donde el ideal de la maternidad se vuelve práctico. ¿Cuál es la base que te sostiene? ¿En qué dirección quieres caminar? ¿Qué está dirigiendo la misión que como mujer y madre tienes? Mantener nuestra vista en Cristo será la cuerda que nos sostenga en este mundo convulsivo. Que el evangelio de Cristo sea tu fuente diaria de amor, convicción, perdón, misericordia, redención, poder, gracia y esperanza. Escribe algo como esto: «Mi misión como madre es: __________________.» Esta pequeña misión será un recordatorio que en momentos de dificultad o indecisión te guiará al lugar más seguro: la voluntad de Dios.
4- Despójate de todo aquello que te roba el tiempo; ocúpate en hacer lo que Dios te ha llamado a hacer:
Posiblemente la excusa para no ocuparnos de las cosas espirituales es que “No tenemos tiempo” hemos acomodado nuestra agenda a esta mentira y no somos intencionales en elegir lo más importante. ¿Cuáles hábitos hemos desarrollado que nos impiden utilizar el tiempo sabiamente? El tiempo que pasamos frente al televisor, la computadora, el teléfono, incluso momentos en los que nos sumergimos en pensamientos que solo traen angustia y preocupación. Es importante buscar la dirección del Señor para aprender a aprovechar el tiempo sabiamente. Nuestras manos están hoy ocupadas con tantas cosas por hacer y en ocasiones nos sentimos abrumadas con tanto trabajo. Debemos recordar que esto no será para siempre, que esto es parte del plan de Dios para esta etapa de nuestras vidas. Sólo tendremos a nuestros hijos por un momento. La maternidad es un servicio a Dios y a Su iglesia. En nuestras casas viven quienes con pasión y esfuerzo hondearán la bandera del evangelio a las próximas generaciones. Nosotras las madres, somos pieza clave del equipo que está preparando esta armada. Como madres tenemos un llamado glorioso, una posición de liderazgo en la vida de nuestros hijos. Procuremos emplear la etapa en la que estamos con contentamiento, utilizando la maternidad como jardín para crecer nutridas por Cristo.
Una publicación conjunta con Aviva Nuestros Corazones