Uno de los libros más importantes que he leído es un libro acerca del gozo y el asombro. Eyes Wide Open (Ojos bien abiertos), de Steve DeWitt, me impactó en muchos sentidos, pero quizá principalmente al abrirme los ojos a la belleza detrás de la belleza. Esta es una breve cita en la que describe nuestro problema con la belleza. La creación es bella precisamente porque su Creador es bello. Dios define la belleza por su mismísima esencia. Él es la fuente y la norma de toda belleza. Pero nos cuesta imaginar el concepto de la belleza de Dios. De partida, Dios es espíritu, una realidad que en sí misma plantea problemas; nuestra capacidad de entender la belleza de Dios es limitada porque nuestra experiencia de la belleza es esencialmente sensorial. No podemos ver a Dios, ni olerlo ni tocarlo. Él es «el Dios invisible» (Colosenses 1:15). No obstante, este Dios invisible ha escogido expresar la plenitud de su belleza de formas físicas. La manifestación no es la belleza misma. No debemos confundir la expresión de Dios de su belleza con su carácter esencial. Eso sería como confundir el gusto de una mujer en la moda con su virtud. El mundo creado en toda su belleza es una expresión de la belleza de Dios, pero no es la esencia de su belleza. (Aunque si la manifestación visual de la belleza de Dios en la creación es tan impresionante, ¡imagina lo maravillosa que debe ser su belleza esencial!). Estamos acostumbrados a pensar en la belleza como algo visual; pensar que Dios es bello requiere una definición que va más allá de los sentidos a la quintaesencia, al corazón de la belleza esencial. Nuestro segundo problema con comprender la belleza de Dios es que generalmente se ve la belleza como una categoría de preferencia personal. Cuando se juzga la belleza, la gente suele decir: «La belleza está en el ojo del observador». Nuestra evaluación de la belleza de un objeto o persona está moldeada por las influencias y percepciones culturales… Los estudios demuestran que estamos fuertemente influenciados por las definiciones de belleza de nuestros padres y nuestra cultura. Estos factores nos dificultan la consideración de la belleza de Dios, la cual no se ajusta a las categorías de pensamiento culturales o condicionadas. La belleza de Dios es divina, eterna e infinita. Él es hermoso. Siempre lo ha sido y lo será eternamente. Nuestra última dificultad es que la belleza de Dios desafía nuestra capacidad de aprehensión. Una palabra útil cuando nos aproximamos a la belleza divina es inefable. Esta palabra es una de las pocas que aplican porque significa «más allá de lo aprehensible». Dios trasciende toda definición estética. El lenguaje humano no puede producir una palabra que describa adecuadamente algo infinitamente deseable. Una frase popular captura la inefabilidad de la belleza de Dios: nos vuela la cabeza. No podemos ver la belleza de Dios (él es espíritu); no podemos evaluarla (Dios trasciende la capacidad humana de la crítica); y no podemos aprehenderla (Dios es infinito, y nosotros no). Entonces, ¿por qué intentamos comprender la belleza de Dios?… Buscamos expresiones de la belleza porque lo que podemos ver y comprender nos empuja hacia maravillas demasiado asombrosas para no disfrutarlas. Su inefabilidad está entrelazada con su deseabilidad. Lo que no puedo ver me resulta misteriosamente interesante y me impulsa a buscar aún más. Lo mismo es cierto acerca de la belleza y los atributos de Dios.  

Tim Challies

Tim Challies es uno de los blogueros cristianos más leídos en los Estados Unidos y cuyo BLOG ( challies.com ) ha publicado contenido de sana doctrina por más de 7000 días consecutivos. Tim es esposo de Aileen, padre de dos niñas adolescentes y un hijo que espera en el cielo. Adora y sirve como pastor en la Iglesia Grace Fellowship en Toronto, Ontario, donde principalmente trabaja con mentoría y discipulado.

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