La iglesia como medio de gracia

Difícilmente se puede exagerar la importancia de las ordenanzas del bautismo y la Cena del Señor.

Es necesario que definamos nuestros términos para asegurarnos de que estamos en la misma página. En este artículo, el término “iglesia” se refiere a un cuerpo local visible de creyentes, comprometidos unos con otros, pastoreados por hombres calificados como ancianos, servidos por diáconos calificados bíblicamente, dedicados a la exposición bíblica y la oración, respetando las ordenanzas y practicando la disciplina eclesial. Una iglesia local no es sinónimo de un estudio bíblico semanal, un ministerio paraeclesiástico o la acción de escuchar a nuestros predicadores favoritos en Internet. Esta distinción es importante porque muchos creen que están obedeciendo el mandato de congregarse a través de comunidades informales que pueden ser útiles, pero no sustituyen el plan no negociable de comunidad de Dios en una iglesia bíblica local. El camino hacia una mayor madurez y utilidad cristiana es difícil. Sin embargo, la dificultad se vuelve casi una imposibilidad cuando buscamos crecer y perseverar en la fe fuera del contexto de una iglesia local visible y una relación real con los ancianos que gobiernan, enseñan, pastorean y guían. Por esta razón, no solo es útil, sino absolutamente esencial que trabajemos en nuestra salvación en el contexto de una iglesia local y sus ancianos que conocen nuestro nombre y velan por nuestra vida. Por eso, el escritor de Hebreos advierte: “Mantengamos firme la profesión de nuestra esperanza sin vacilar, porque fiel es Aquel que prometió. Consideremos cómo estimularnos unos a otros al amor y a las buenas obras, no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos unos a otros, y mucho más al ver que el día se acerca” (Heb 10:23-25). Hoy en día, hay motivos para lamentar la escasez de iglesias bíblicas con las características mencionadas anteriormente, pastoreadas por hombres calificados como ancianos, servidas por diáconos calificados bíblicamente, dedicados a la exposición y oración bíblica, aferrándose a las ordenanzas y practicando la disciplina eclesial. Sin embargo, también debemos tener cuidado de no ser críticos y severos, y exigir que una iglesia sea perfecta colectivamente mientras nosotros seguimos siendo imperfectos como individuos. Un vistazo momentáneo a nosotros mismos en el espejo de la Palabra de Dios revelará una larga serie de imperfecciones y una larga lista de “cosas por hacer”. Por esta razón y muchas otras, debemos tener cuidado de no exigir a la iglesia lo que nosotros mismos no hemos logrado en nuestra vida personal. No debemos exigir una iglesia perfecta, sino que debemos buscar una cuyos ancianos y congregación estén creciendo en su conocimiento del estándar de Dios y esforzándose por alcanzar esa meta. LA COMUNIÓN DE LOS SANTOS Otro medio de gracia dentro del contexto de la iglesia local es el ministerio de los santos. La carta de Pablo a los Efesios deja en claro que los ministros no han sido asignados a la iglesia para hacer todo el ministerio, sino “a fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (Ef 4:12). El Espíritu Santo ha dotado especialmente a cada miembro de la iglesia local para que cada uno pueda contribuir al ministerio de esa iglesia local. Posteriormente, esto también prueba que cada miembro de la iglesia necesita del resto del cuerpo. No hay “lobos solitarios” en un cristianismo bíblicamente maduro. De hecho, Hebreos 10:23-25 (citado anteriormente) nos advierte que no dejemos de reunirnos porque tenemos una gran necesidad de ser estimulados y exhortados por los otros miembros de la congregación. Este es un tema constante a lo largo de todo el Nuevo Testamento. Aquí hay una breve muestra: Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero es el mismo Dios el que hace todas las cosas en todos. Pero a cada uno se le da la manifestación del Espíritu para el bien común (1Co 12:4-7). Según cada uno ha recibido un don especial, úselo sirviéndose los unos a los otros como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios (1P 4:10). Que la palabra de Cristo habite en abundancia en ustedes, con toda sabiduría enseñándose y amonestándose unos a otros con salmos, himnos y canciones espirituales, cantando a Dios con acción de gracias en sus corazones (Col 3:16). Queridos hermanos y hermanas, no se puede exagerar nuestra necesidad de un cuerpo local. Es en el contexto de una iglesia local que estamos llamados a dar y recibir ministerio para la edificación de todos. Ni siquiera el gran apóstol Pablo dejó de necesitar de este maravilloso medio de gracia. A la iglesia en Roma escribió: “Porque anhelo verlos para impartirles algún don espiritual, a fin de que sean confirmados; es decir, para que cuando esté entre ustedes nos confortemos mutuamente, cada uno por la fe del otro, tanto la de ustedes como la mía” (Ro 1:11-12). LAS ORDENANZAS En la iglesia del Nuevo Testamento hay dos ordenanzas: el bautismo y la Cena del Señor. A lo largo de la historia, muchos evangélicos han preferido utilizar el término “ordenanza” en lugar de “sacramento” para evitar cualquier posibilidad de que su lenguaje pueda comunicar la creencia errónea de que la salvación es conferida de alguna forma mediante el bautismo o la Cena del Señor. La doctrina de la regeneración bautismal y la creencia de que Cristo está presente corporalmente en el pan y el vino son errores graves. La Cena del Señor conmemora la muerte y resurrección de Cristo y debe practicarse en memoria de Él y como una proclamación, señal y sello de Su obra redentora a favor de la iglesia (1Co 11:23-26). El bautismo es una declaración pública de la fe del creyente en Cristo y una identificación pública con Su persona, Su evangelio y Su pueblo. Aunque debemos denunciar la más mínima inclinación a creer que el bautismo y la Cena del Señor son medios de gracia salvadora, debemos procurar promover su gran significado y utilidad como medio de gracia santificadora de una manera similar a la lectura y predicación de las Escrituras y la oración congregacional. En ambas ordenanzas, Cristo es proclamado y también está presente con Su pueblo. Después de su discurso sobre la disciplina eclesial, Cristo declaró: “Porque donde están dos o tres reunidos en Mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos” (Mt 18:20). Si tal promesa es aplicable a la iglesia cuando se reúne para pronunciar disciplina sobre un miembro que no se arrepiente, ¿cuánto más se aplica a la reunión de la iglesia local para el bautismo y la Cena del Señor? Difícilmente se puede exagerar la importancia de las ordenanzas del bautismo y la Cena del Señor. Sin embargo, en el intento legítimo de la iglesia evangélica de evitar presentar estas ordenanzas como un medio de salvación, a menudo las hemos presentado con menos importancia, dignidad y solemnidad de lo que merecen. Los ancianos no solo deben enseñar sobre el punto de vista bíblico de estas dos ordenanzas, sino que también deben comunicar a la congregación su significado especial e instruir a los creyentes sobre cómo preparar sus corazones y mentes para ello. Los medios esenciales de la gracia Link UTM: https://poiema.co/products/los-medios-esenciales-de-la-gracia?utm_source=SDJ&utm_medium=art%C3%ADculos&utm_campaign=SDJ&utm_id=SDJ&utm_term=SDJ Páginas 97/98-106/111 Puedes leer más artículos sobre este libro en El Blog de Poiema Publicaciones Link del Blog: https://blog.poiema.co/?utm_source=SDJ&utm_medium=art%C3%ADculos&utm_campaign=SDJ&utm_id=SDJ&utm_term=SDJ    

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