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LOS TRES CONTEXTOS DE INTERPRETACIÓN
En círculos cristianos se reconoce la importancia del contexto en la interpretación del texto. Por esto la conocida expresión que dice: «todo texto usado sin contexto es un pretexto». El mismo texto bíblico nos enseña como un texto puede ser abusado de la manera más perversa posible. Un ejemplo es la tentación de Cristo por parte de Satanás en el desierto (Mt. 4:1-11). El diablo citó varios textos del Antiguo Testamento para tratar de parar la obra perfecta de nuestro Señor Jesucristo. Esto nos enseña que Satanás puede usar la verdad si esta le sirve para sus propósitos; pero es un uso manipulador de la verdad. De ahí la importancia del contexto. El diccionario define contexto como el entorno del cual depende el sentido y el valor de una palabra. Es por eso que decimos que la Biblia no se puede leer como un diccionario, y ahí la importancia de una clara teología bíblica que nos ayude a entender un determinado texto a la luz del evangelio y del plan histórico de redención. Hay personas que no están familiarizadas con el texto bíblico y en ocasiones abren un libro cualquiera y empiezan a leer en medio de cualquier capítulo. Lo irónico es que esa misma persona no lee una carta o un correo electrónico de esa forma, y tampoco empieza a leer una noticia en el periódico por el cuarto o el quinto párrafo. Pero sí lo hace con la Biblia. Es por esto que decimos que entender el contexto es una parte vital de la hermenéutica. Y en términos de la hermenéutica bíblica no es solo necesario entender el contexto inmediato, sino también el contexto histórico y el contexto canónico. En lo que queda de este artículo introduciremos los tres contextos1 que nos permitirán hacer una teología bíblica correcta, y así poder entender lo que el Señor nos comunica a través de su Palabra. Es fundamental que tomemos cada contexto de manera seria, si queremos entender el texto bíblico de manera correcta.
El contexto inmediato
El contexto inmediato busca interpretar y entender lo que el autor humano quiso comunicarle a su primera audiencia a través de ese texto y, por lo tanto, cuál es el mensaje que Dios comunicó a través del autor humano antes de que saquemos cualquier aplicación para nosotros hoy día. Es importante recordar dos elementos en este punto: primero, La Biblia tiene diversos autores, pero al mismo tiempo solo tiene un Autor (Dios); y segundo, recuerde que el texto originalmente no fue escrito a un grupo de personas en Lima o Barcelona o Santo Domingo en el siglo XXI, sino que fue primeramente escrito a un grupo de creyentes en un momento específico de la historia y en una cultura muy particular. De ahí la importancia de entender el contexto cultural-histórico en que el texto fue originalmente escrito. Por ejemplo: no podemos leer Ezequiel 34 hablando de los malos pastores y decir que se estaba dirigiendo a los rabinos de la sinagoga; en ese momento no existían las sinagogas. Lo mismo que el libro de Romanos. Si no entendemos la situación de la Iglesia en Roma después de la muerte del emperador Claudio es muy probable que no entendamos muy bien por qué Pablo hace tanta referencia a «judíos y griegos». En el contexto inmediato también es fundamental entender el género literario que se está usando. Usted no lee una poesía repleta de metáforas e hipérboles de la misma forma en que usted lee una biografía de José Martí o Máximo Gómez. Así mismo usted no puede leer una poesía bíblica (ej. Eclesiastés) como usted lee una narrativa histórica (ej. 1 Reyes); o leer una carta (ej. Efesios) como usted lee literatura apocalíptica (ej. Apocalipsis). No nos podemos preguntar qué significa esto para nosotros, sin antes preguntarnos qué significó esto para sus primeros lectores. Y para esto necesitamos estudiar la estructura literaria del texto, las figuras literarias empleadas, las referencias culturales y el tipo de lenguaje que el autor está empleando. Cualquier texto sobre hermenéutica cubre estos puntos. Lo que nos lleva a nuestro segundo contexto.
El contexto histórico
Como dijimos anteriormente, el texto bíblico no nos fue dado en un solo momento de la historia. Dios, en su soberanía y sabiduría, fue revelando su plan de salvación de manera progresiva a través de la historia hasta culminar en la persona y obra de Cristo Jesús. Su revelación fue progresando en diferentes épocas de la historia de redención. Estas épocas no representan cambios de planes de parte de Dios, más bien nos apuntan hacia la naturaleza progresiva del plan de redención, y es por eso que existe una unidad orgánica entre cada una de estas épocas.2 Es por ello que debemos leer un texto a la luz de la revelación que le precedió. Por ejemplo, no podemos leer el llamado de Abraham sin tener presente lo que pasó antes (es decir, la Caída y el pacto con Noé). Esto significa que cuando leemos un texto, debemos buscar y entender en qué momento del plan histórico de redención reveló Dios este texto. Esto no significa que debamos saber la fecha específica del texto, sino saber en qué contexto histórico se dio y bajo qué pacto. Por ejemplo, la situación de Adán es muy diferente antes de la Caída (Gn. 3) que después de la Caída. Tampoco es igual leer un texto del Antiguo Pacto que del Nuevo Pacto. Geerhardus Vos decía –de manera acertada– que la progresión histórica del proceso de revelación se manifiesta más claramente en las diferentes épocas registradas en las Escrituras.3 Un buen ejemplo del contexto histórico es la hermenéutica del apóstol Pablo en Romanos 4. En este capítulo el apóstol dice que Abraham sirve como ejemplo, tanto para judíos como griegos, de que somos justificados por gracia a través de nuestra fe en Cristo. Pablo prueba su argumento citando Génesis 15:6 donde Dios declara a Abraham justo en base a su fe en la promesa de Dios. Algunos judíos a lo interno de la iglesia argumentaban que la justificación de Abraham estaba ligada al acto de la circuncisión (salvación por obras). Pero el apóstol le corrige y le dice: ¡no! Abraham fue justificado por fe, fíjense que él es justificado en Génesis 15 y la circuncisión se da en Génesis 17. O sea que él fue justificado por creer la promesa de Dios, no por la circuncisión. En resumen, Romanos 4 nos enseña que para poder sacar conclusiones bíblicamente correctas, debemos interpretar los textos teniendo en cuenta qué viene antes y después de ellos.4
El contexto canónico
El contexto canónico enfatiza la importancia de leer e interpretar los textos a la luz de toda la Biblia. La interpretación de un versículo en particular no puede ser contraria a lo que leemos en el resto del canon (39 libros del Antiguo Testamento y 27 del Nuevo). El Dios que se reveló en el Éxodo y en los Salmos es el Verbo hecho carne (Jn. 1:14), y el mismo Dios que el apóstol Pedro llama el Príncipe de los pastores (1 P. 5:4). Hay versículos que por sí solos quizás no tienen sentido para nosotros hoy día, pero cuando los leemos a la luz de toda la revelación sí los entendemos. En este punto es importante recordar la naturaleza progresiva de las Escrituras y el tema promesa-cumplimiento que vemos a través de la historia de redención. Graeme Goldsworthy lo dijo de esta forma: «la conclusión lógica es que si la unidad de la Biblia tiene algún significado, el contexto correcto de un texto bíblico es la Biblia entera. Cualquier texto en particular tendrá mayor significado no solo cuando se relacione con su contexto inmediato, sino también cuando se relacione con todo el plan de redención revelado en toda la Biblia».5
CONCLUSIÓN
En este artículo hemos introducido algunos conceptos hermenéuticos que nos permiten desarrollar una teología bíblica que busca interpretar todo el consejo de Dios a la luz del evangelio de Cristo Jesús. Esta es una de las herramientas que nos permitirá desglosar de una forma bíblica los diferentes pactos y cómo estos nos ayudan a tener un mejor entendimiento de la unidad de la Palabra de Dios y poder ver a través de ella la belleza, la gloria y la dulzura del Dios vivo y verdadero. Nuestra oración es que a través de estos artículos –con la ayuda del Espíritu Santo– podamos entender y conocer mejor al Dios revelado en la Biblia, y así poder amarle más. «Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad» (2 Ti. 2:15).