Imagínate que estás a punto de presentar un examen en el colegio. Has estudiado con dedicación y sabes que una de las preguntas más importantes será sobre un tema que te gusta mucho. Pero no hay margen para el error; responder correctamente no solo afecta tu calificación, sino que también tiene implicaciones eternas. ¿Jesús es Dios? Esta no es una simple pregunta teológica, sino una verdad central del cristianismo. Afirmar que Jesús es Dios no es un detalle secundario; es la base de nuestra fe, la razón por la que confiamos en Él para la salvación. Si no es Dios, entonces Su obra redentora pierde su valor y el cristianismo entero se derrumba.
Hagamos el ejercicio. ¿Jesús es Dios? En caso de que sí, ¿cómo es eso posible? Escoge la respuesta correcta.
A. Sí, Jesús es mitad Dios y mitad hombre.
B. Sí, Jesús es un hombre que se convirtió en un dios.
C. No, Jesús es un hombre que Dios adoptó como Su Hijo especial.
D. No, Jesús es un ángel.
E. Sí, Jesús es Dios encarnado, completamente Dios y completamente hombre.
La opción correcta es la E: Jesús es completamente Dios y completamente hombre. ¡Te felicito si esa fue tu elección! Ahora, la siguiente parte del ejercicio es esta: “Sustenta bíblicamente tu respuesta”. ¿Qué responderías? ¿Sabrías cómo defender una de las verdades más esenciales de la fe cristiana? En caso de que no, mi propósito es equiparte con los que considero que son los mejores tres argumentos para demostrar que Jesús es Dios; no son los únicos, pero son algunos de los más importantes. Aunque los teólogos más capacitados defienden la fe con estos tres puntos, nosotros también podemos recordarlos de manera fácil si les prestamos suficiente atención.

1. Jesús recibió la adoración que solo Dios puede recibir
La Biblia prohíbe cualquier tipo de adoración hacia la creación o los ídolos, pero aprueba la adoración a Jesús. ¿Por qué? Porque Jesús es Dios y merece toda la adoración. No es una criatura, un ángel ni un mero hombre, sino Dios hecho hombre. Por esta razón, se le adora (Ap 4:11; 5:9-10; 1Ti 3:16; Tit 2:13).
Uno de los eruditos bíblicos más influyentes en la academia contemporánea fue Larry Hurtado, quien dedicó gran parte de su carrera a examinar la adoración a Jesús entre los primeros cristianos. Hurtado explicaba que las primeras iglesias estaban compuestas por judíos cristianos monoteístas, quienes habrían considerado inaceptable la adoración a cualquier criatura, sin importar cuán grande, poderosa o bondadosa fuera.
La Biblia enseña con claridad que Dios aborrece la adoración dirigida a otro que no sea Él. Uno de los diez mandamientos dice: “No tendrás otros dioses delante de Mí” (Ex 20:3). Además, en Isaías 42:8, Dios declara: “Yo soy el SEÑOR, ése es Mi nombre; Mi gloria a otro no daré, ni Mi alabanza a imágenes talladas”. Si los judíos cristianos del primer siglo, incluyendo a Pablo y Pedro, adoraban a Jesús sin reservas, es porque lo identificaban como Dios, Jehová, el Dios de Israel. Para ellos, Jesús era el único digno de adoración.
Un contraste entre Romanos 14:11 y Filipenses 2:10-11 ilustra esta verdad. En Romanos 14:11, Pablo cita Isaías 45:23 y afirma que Jehová dice: “Que ante Mí se doblará toda rodilla, y toda lengua jurará lealtad”. Sin embargo, en Filipenses 2:10-11, el mismo Pablo declara: “Para que al nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en el cielo, y en la tierra, y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre”. Esto solo tiene sentido si aceptamos que los primeros cristianos creían firmemente que Jesús era el Dios de Israel.

2. A Jesús se le atribuyen obras exclusivas de Dios
Además de recibir adoración, la Biblia atribuye a Jesús obras que solo Dios puede realizar. Una de ellas es la creación. En Juan 1:3 se dice de Cristo preencarnado: “Todas las cosas fueron hechas por medio de Él, y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”.
En el plano del universo, solo existen dos categorías de seres: el Creador y las criaturas. Aunque existe en Tres Personas, Dios es único y todo lo demás es creación Suya. Si Jesús no fuera Dios, entonces sería una criatura. Pero si fuera una criatura, según este pasaje, tendría que haberse creado a Sí mismo, lo que es una contradicción lógica, pues para crearse, necesitaría existir antes. Por lo tanto, quedamos con solo dos opciones: negamos la veracidad de Juan 1:3, tachando la Escritura de mentirosa, o afirmamos que Jesús no es una criatura, sino el único Dios creador del cielo y la tierra.
3. A Jesús se le llama explícitamente “Dios”
No solo se le atribuyen a Jesús obras exclusivas de Dios, sino que la Biblia también lo llama explícitamente “Dios”. Como ya lo mencionamos, tanto los autores como los lectores originales de la Biblia eran monoteístas: creían en un solo Dios y rechazaban la existencia de otros dioses. Cuando la Escritura declara que Jesús es Dios, está afirmando que Él es el único Dios verdadero. Un ejemplo claro se encuentra en 1 Juan 5:20:
Y sabemos que el Hijo de Dios ha venido y nos ha dado entendimiento a fin de que conozcamos a Aquel que es verdadero; y nosotros estamos en Aquel que es verdadero, en Su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios y la vida eterna.
El apóstol Juan primero identifica a Cristo como el Hijo de Dios y menciona que Su misión es darnos entendimiento para conocer “al que es verdadero”. Pero ¿quién es el verdadero? Juan responde: “Nosotros estamos en aquel que es verdadero, en Su Hijo Jesucristo”. Finalmente, concluye de manera contundente: “Este es el verdadero Dios y la vida eterna”. Este y otros pasajes confirman explícitamente la divinidad de Jesús (Jn 10:30-33; 1Ti 3:16; Jn 1:1; Fil 2:10-11; Jn 20:28).

Conclusión
En la vida cristiana es vital estar preparados para defender las verdades esenciales de nuestra fe. Hemos visto que Jesús recibió adoración, realizó obras exclusivas de Dios y fue llamado explícitamente Dios en la Escritura. Estos argumentos nos brindan un fundamento sólido para afirmar con confianza que Jesús es Dios encarnado. Pero no nos detengamos aquí. Sigamos estudiando la Biblia con diligencia, profundizando en el conocimiento de nuestro Señor y fortaleciendo nuestra capacidad para proclamar la verdad. Que estemos siempre listos para defender la fe con amor y convicción, dando razón de la esperanza que hay en nosotros.