“Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:16-17)
El significado, la importancia y el beneficio del Antiguo Testamento (AT) descansan en su concepción como el plano arquitectónico del plan de salvación. A través de la historia de Israel, Dios redime a la iglesia de hoy. En el Antiguo Testamento encontramos el diseño original, el contexto histórico y la fundación del Nuevo Testamento (NT). Piensa que el Antiguo Testamento es la primera parte de una película, sin la cual, la secuela (el Nuevo Testamento) no haría mucho sentido. Esta primera parte nos ayuda a entender los personajes, los conflictos, la naturaleza de las situaciones e incluso el glorioso final del Nuevo Testamento. Como sabemos, la salvación y el plan redentor se desenvuelven en el Nuevo Testamento, pero para que nosotros podamos entender esto a plenitud, debemos conocer las leyes, el sistema sacrificial, los pactos y las promesas que le preceden en el Antiguo Testamento. Conocer el contexto antiguotestamentario nos da una visión tridimensional de la corrupción del pecado en la humanidad y de la gracia que la venció. Profundidad. De no ser por el relato de la Creación y de la Caída en Génesis, no sabríamos si el Dios que ha prometido salvación para los suyos es el mismo que creó todo, y contra quien hemos pecado vilmente. Si Él tiene el poder para crear todo, ¿por qué habríamos de dudar de Él como nuestro Protector, Padre y Rey? El liderazgo de Moisés a través del Pentateuco, guiando, representando y gobernando a Israel como el representante de Dios, nos muestra un ejemplo humano de liderazgo, santidad y sacerdocio cuyo propósito mayor es el de simbolizar y anunciar a uno más grande: Cristo. La eminente vida de Moisés cumple su propósito sentando un precedente que no sería superado hasta la llegada del Mesías. En Deuteronomio 34 vemos la muerte y sepultura de Moisés. Allí, el versículo 10 dice:
“Desde entonces no ha vuelto a surgir en Israel un profeta como Moisés, a quien el Señor conocía cara a cara, nadie como él por todas las señales y prodigios que el Señor le mandó hacer en la tierra de Egipto, contra Faraón, contra todos sus siervos y contra toda su tierra, y por la mano poderosa y por todos los hechos grandiosos y terribles que Moisés realizó ante los ojos de todo Israel.”
Esta era la esperanza de Israel, “¡uno mucho más grande que Moisés vendría!” La espera, la historia y el precedente engrandecen a la persona de Cristo, su nacimiento y su muerte. La promesa de Dios a Abram (antes de ser llamado Abraham) en Génesis 12:3, representa una de las primeras instancias del evangelio y de la redención de los pueblos — aún desde el Génesis. Dios le dijo al patriarca: “Bendeciré a los que te bendigan, y al que te maldiga, maldeciré. Y en ti serán benditas todas las familias de la tierra.” Esto habla no solo de plan redentor para Israel, la nación escogida de Dios, sino también de la salvación de todas las otras naciones que serían benditas a través del sacerdocio de Israel. Israel no fue escogida en vez de todas las otras naciones, sino para el beneficio de todas las otras naciones. La maldición del Señor para la serpiente en Génesis 3:15 también nos da una primicia de la victoria escatológica (del fin de los tiempos) que el Señor tendrá sobre Satanás y este mundo. Un libro como Levítico es lo que nos permite tener un entendimiento correcto de Cristo como Sumo Sacerdote que intercede por nosotros. Sin el contexto que nos da Levítico, no entenderíamos la profundidad, trascendencia y significado de la persona de Cristo en el libro de Hebreos. El libro de Deuteronomio es comúnmente visto como el corazón teológico del Antiguo Testamento. Es la compilación de una serie de discursos de un viejo Moisés a Israel con el motivo primordial de exhortar y motivar la obediencia del pueblo en el tiempo previo a su entrada a la esperada Tierra Prometida. En Deuteronomio, Moisés repasa y recuerda los mandatos y proezas del Señor, al mismo tiempo, exhortando y estimulando a Israel a amar y a obedecer a Yahweh. Especialmente, Deuteronomio 6:4-5, también conocido como el Shema, informa una gran parte de la teología del Nuevo Testamento (Mar. 12:29-30; Mat. 22:37; Luc. 10:27; 1 Tim. 2:5; 1 Cor. 8:6).
Escucha, Oh Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor uno es. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza.
Una sección de libros como la de los profetas menores nos muestran la plenitud del carácter del Señor, Su justicia enfurecida y Su compasión misericordiosa. Aunque son muy rechazados, estos son especialmente trascendentes para la iglesia de hoy. Dios es Señor sobre todas las naciones; Él las juzgará en su tiempo, y Él tendrá misericordia de quien quiera. ¿Escuchará la iglesia el llamado a proclamar y predicar el nombre del Señor? Los libros de sabiduría (Job, Proverbios, Salmos, Eclesiastés y Cantar de los Cantares) nos muestran cómo debemos de vivir el día a día. Quién es el sabio, quien es el necio. Estos libros no hablan mucho de los sacrificios y del antiguo pacto, sino de la simpleza de cumplir y ser fiel al Señor. El sabio es quien obedece al Señor, no quien conoce la ley, sino quien la cumple. Los libros de sabiduría influencian grandemente muchas secciones del Nuevo Testamento, siendo Santiago, una de las más evidentes. El beneficio del Antiguo Testamento recae en que ahora entendemos el significado de la justicia de Cristo, Jesús como nuestro esperado Mesías, Jesús como Sumo Sacerdote, y Jesús como el Hijo de Dios. Ahora sabemos por qué existe la ley, y que por nosotros mismo somos incapaces de cumplirla. A través de ella vemos nuestro pecado — colectivamente e individualmente; también vemos que el pecado nos ha dejado en deuda, y por eso estamos condenados a la consecuencia: la muerte. El Antiguo Testamento es la precuela a nuestra gloriosa realidad como hijos del Señor. Si el Antiguo Testamento hubiese quedado obsoleto y anticuado con el Nuevo Testamento, no tuviéramos tantas referencias de Pablo, Pedro, Mateo y Lucas citando el antiguo Testamento. Cada vez que uno de ellos se refiere a “La Escritura”, se refiere al Antiguo Testamento. Esa era la Biblia para ellos. El Nuevo Testamento no es individual, sino dependiente del Antiguo y ambos hacen completo sentido por su interrelación. Dios inspiró y preservó su Palabra, toda su Palabra, Antiguo y Nuevo Testamentos para que nos beneficiáramos de ambos. El Antiguo Testamento representaba la esperanza de Israel de que vendría un Mesías. El Antiguo Testamento también sigue siendo esperanza para nosotros, pero en otro sentido: Ya la esperanza llegó, y ya conocemos lo que era oculto. Cristo es la terminación de lo prometido, el Espíritu es el que nos apodera a vivir acorde a la Palabra, y Dios el Padre es nuestro Señor quien controla el cosmos y cada aspecto de nuestras vidas.
Un pueblo rebelde e incrédulo; un Dios recto, perfecto, lleno de gracia, justo y misericordioso; y la promesa de un Mesías que un día vendría a ser el mediador entre los dos.