Si ya tenemos el Nuevo Testamento, en donde está la presentación de la muerte y resurrección de Cristo, ¿todavía necesitamos el Antiguo Testamento? ¡Definitivamente sí! El significado, la importancia y el beneficio del Antiguo Testamento radican en que es el plano arquitectónico del plan de salvación de Dios. A través de la historia de Israel, el Señor estaba sentando las bases para redimir a la iglesia de hoy. En sus páginas encontramos el fundamento indispensable del Nuevo Testamento.
Piensa en el Antiguo Testamento como la primera parte de una gran película: sin ella, la secuela (el Nuevo Testamento), no tendría sentido. Esta primera parte nos presenta a los personajes, expone los conflictos y revela la naturaleza de las situaciones, preparándonos para entender la profundidad y la gloria del final revelado en el Nuevo Testamento. ¿De qué maneras se puede ver esto en la Biblia?

Fundamento para el Nuevo Testamento
Aunque aquí no alcanza el espacio para mostrar todas las formas cómo el Antiguo Testamento fundamenta al Nuevo, vale la pena dar algunos ejemplos. Consideremos estas 7 maneras:
El Antiguo Testamento era “la Escritura” para los apóstoles
Los autores del Nuevo Testamento consideran que el Antiguo Testamento tiene autoridad inmutable. Si el Antiguo Testamento hubiera quedado obsoleto y anticuado con el Nuevo Testamento, no tendríamos tantas referencias de Pablo, Pedro, Mateo y Lucas citándolo. Cada vez que uno de ellos se refiere a “la Escritura”, se refiere al Antiguo Testamento. Esa era la Biblia para ellos.

El Antiguo Testamento muestra el problema del pecado
El Antiguo Testamento establece el escenario para el evangelio, primero, al mostrarnos nuestra profunda necesidad de un Salvador; y segundo, al tejer una red de promesas que apuntan a la solución divina. Por ejemplo, de no ser por el relato de la creación y de la caída en Génesis, no sabríamos que el Dios que ha prometido salvación para los Suyos es el mismo Creador contra quien hemos pecado vilmente.
El Antiguo Testamento es la precuela de nuestra gloriosa realidad como hijos del Señor. Ahora sabemos por qué existe la ley y que nosotros mismos somos incapaces de cumplirla. Por medio de ella vemos nuestro pecado, tanto colectiva como individualmente; también vemos que el pecado nos ha dejado en deuda, y por eso estamos condenados a su consecuencia: la muerte.

El Antiguo Testamento contiene el lenguaje de la salvación
La salvación y el plan redentor se desenvuelven en el Nuevo Testamento, pero para que podamos entender esto a plenitud, debemos conocer las leyes, el sistema sacrificial, los pactos y las promesas que le preceden en el Antiguo Testamento. Conocer su contexto nos da una visión más profunda de la corrupción del pecado en la humanidad y de la gracia que la venció.
Un libro como Levítico es lo que nos permite tener un entendimiento correcto de Cristo como Sumo Sacerdote que intercede por nosotros. Sin el contexto que nos da, no entenderíamos la profundidad, trascendencia y significado de la persona de Cristo en el libro de Hebreos.

El Antiguo Testamento contiene las promesas de redención
La maldición del Señor a la serpiente en Génesis 3:15 nos da una primicia de la victoria escatológica (del fin de los tiempos) que el Señor tendrá sobre Satanás y este mundo. Asimismo, la promesa de Dios a Abram en Génesis 12:3: “En ti serán benditas todas las familias de la tierra”, representa una de las primeras instancias del evangelio y de la redención de los pueblos. Esto significa que otras naciones serían benditas a través del sacerdocio de Israel. Israel no fue escogida en lugar de todas las otras naciones, sino para el beneficio de todas ellas, de manera que en Abram el creyente todos pudimos ser bendecidos (Ga 3:1-9).

El Antiguo Testamento muestra figuras de Cristo
Son muchos los personajes del Antiguo Testamento que apuntan a Cristo, como el rey David o Moisés. Reflexionemos un poco en este último. El liderazgo de Moisés por medio del Pentateuco, al guiar y gobernar a Israel como el representante de Dios, nos muestra un ejemplo humano de liderazgo, santidad y sacerdocio cuyo propósito mayor es el de simbolizar y anunciar a uno más grande: Cristo. La eminente vida de Moisés cumple su propósito sentando un precedente que no sería superado hasta la llegada del Mesías.
En Deuteronomio 34 vemos la muerte y sepultura de Moisés. Allí, el versículo 10 dice: “Desde entonces no ha vuelto a surgir en Israel un profeta como Moisés, a quien el Señor conocía cara a cara…”. Esta era la esperanza de Israel: ¡Uno mucho más grande que Moisés vendría!

El Antiguo Testamento muestra los estándares morales de Dios
El libro de Deuteronomio es comúnmente visto como el corazón teológico del Antiguo Testamento. Es la compilación de una serie de discursos de un anciano Moisés a Israel con el propósito primordial de exhortar y motivar la obediencia del pueblo. Especialmente, Deuteronomio 6:4-5, también conocido como el Shema, informa una gran parte del carácter moral de Dios y, por tanto, de la teología del Nuevo Testamento (Mr 12:29-30; Mt 22:37; Lc 10:27; 1Ti 2:5; 1Co 8:6).
Una sección de libros como la de los profetas menores nos revela la plenitud del carácter del Señor: Su justicia enfurecida y Su compasión misericordiosa. Estos libros son especialmente trascendentes para la iglesia de hoy. Dios es Señor sobre todas las naciones, Él las juzgará en Su tiempo y tendrá misericordia de quien quiera.

El Antiguo Testamento enseña la sabiduría de Dios
Los libros de sabiduría (Job, Proverbios, Salmos, Eclesiastés y Cantar de los Cantares) nos muestran cómo debemos vivir el día a día, diferenciando quién es el sabio y quién es el necio. Estos libros no hablan mucho de los sacrificios y del antiguo pacto, sino de la simpleza de cumplir y ser fiel al Señor. El sabio es quien obedece al Señor; no quien conoce la ley, sino quien la cumple. Su influencia es notoria en muchas secciones del Nuevo Testamento, siendo Santiago una de las más evidentes.
Una esperanza cumplida
Todo este fundamento teológico e histórico no es meramente académico, sino que tiene un beneficio directo para la vida del creyente. El beneficio del Antiguo Testamento recae en que ahora entendemos el significado de la justicia de Cristo: Jesús como nuestro esperado Mesías, Jesús como Sumo Sacerdote y Jesús como el Hijo de Dios.
El Antiguo Testamento representaba la esperanza de Israel de que vendría un Mesías. Describe a un pueblo rebelde e incrédulo; un Dios recto, perfecto, lleno de gracia, justo y misericordioso; y la promesa de un Mesías que un día vendría a ser el mediador entre los dos.

Hoy, el Antiguo Testamento sigue siendo esperanza para nosotros, pero en otro sentido: la esperanza ya llegó y ya conocemos lo que estaba oculto. Cristo es la culminación de lo prometido, el Espíritu es el que nos capacita para vivir acorde a la Palabra y Dios el Padre es nuestro Señor, quien controla el cosmos y cada aspecto de nuestras vidas.
El Nuevo Testamento no es independiente, sino dependiente del Antiguo, y ambos tienen completo sentido por su interrelación. Dios inspiró y preservó Su Palabra, Antiguo y Nuevo Testamentos, para que nos beneficiáramos de ambos.