Nota del editor: Esta es la tercera entrega de una serie especial titulada «Hombre y Mujer: Dignos y Diferentes», donde el Pastor Daniel Puerto explora lo que las Escrituras nos dicen acerca del hombre y la mujer y su relación como criaturas dignas y diferentes. Te invitamos a leer la Introducción a la serie y los subsecuentes artículos: ¿Quién es un hombre?; ¿Complemento o Igualdad Total?; El rol de la esposa en el matrimonio; El rol del esposo en el matrimonio; y Hombre y Mujer en la iglesia local.
“Varón y hembra los creó” (Génesis 1:27).
No soy fanático de las Artes Marciales Mixtas. Nunca he visto una pelea de dos personas dentro de un octágono que se golpean con puños, brazos, codos, rodillas y pies hasta que uno de ellos no puede levantarse más. Tal vez tú has visto una de esas peleas. Estoy seguro que son encuentros brutales y sangrientos. Desde hace varios años la organización que dirige este deporte ha sido el foco de controversias debido a la inclusión de la primera persona transgénero peleando en la rama femenina. Este hombre que se ha sometido a operaciones y tratamientos médicos para lucir como mujer ha peleado contra mujeres a puño limpio. En la última pelea, este confundido individuo ocasionó a su contrincante fractura del hueso orbital, una conmoción cerebral y una herida que necesitó 7 grapas. La mujer que peleó contra él compartió sus comentarios después de la pelea: “He peleado contra una gran cantidad de mujeres. Nunca había sentido la fuerza que sentí en la pelea de esta noche. No puedo responder si es porque [él] nació hombre o no, porque yo no soy médico. Sólo puedo decir que nunca me he sentido tan disminuida en mi vida, y yo soy una mujer fuerte”.[1] La confusión sexual en nuestros tiempos ha llegado a la locura, a lo absurdo. Un hombre tiene licencia para golpear mujeres hasta enviarlas al hospital y todo es permitido porque él siente que es mujer y ha pagado para que le hagan lucir como mujer. En cualquier otra situación este hombre iría a prisión y pagaría costosas multas. ¿Por qué estamos viviendo esta realidad? Porque la nuestra es una época en la cual se quiere eliminar cualquier diferencia entre hombre y mujer en todos los ámbitos de vida. Pero ¡qué gran engaño! Es verdad que tanto hombres como mujeres somos personas con cuerpo y espíritu creados por Dios con dignidad y valor. Todos merecemos ser tratados con dignidad, respeto, honor y justicia porque procedemos del mismo gran Señor que nos diseñó (Génesis 1:27). Al mismo tiempo, es verdad que los hombres y las mujeres somos distintos. Dios nos formó para que funcionemos de acuerdo a roles específicos que él mismo ha fijado como parte de su plan para el ser humano. En el artículo anterior de esta serie definimos quién es un hombre. A continuación responderemos desde la Biblia la siguiente pregunta: ¿quién es una mujer?
Definición
Una mujer es una persona creada por Dios con el propósito de adorarle y disfrutarle por siempre. Que ha sido puesta en la tierra para tener la disposición de afirmar, apoyar y nutrir el llamado que Dios ha hecho al hombre a dirigir, proteger y proveer en el hogar y en la iglesia.[2] Numerosos pasajes de las Escrituras nos enseñan esta verdad. A continuación mencionamos los siguientes: Génesis 2:18
“Y el Señor Dios dijo: No es bueno que el hombre esté solo; le haré una ayuda idónea”.
De este versículo aprendemos que la mujer fue creada por Dios del varón y para el varón. La palabra “ayuda” (ezer en hebreo) que encontramos en este pasaje es usada también para referirse a Dios en otras instancias (por ejemplo, Salmos 121:1-2). Moisés llamó a uno de sus hijos Eliezer que significa “mi Dios es ayudador” (Éxodo 18:4). Ser ayudador no sugiere inferioridad. Dios nunca fue inferior a Moisés aun cuando fue su ayudador. Una persona que ayuda es un compañero indispensable para lograr alcanzar aquello que ha sido encomendado. Desde el principio y por diseño de Dios, la mujer tiene un sitio especial en el plan de Dios y juega una parte integral en el logro del éxito y la supervivencia humana. Lo que el hombre no tiene o puede lograr, la mujer lo alcanza.[3] La mujer hace posible lo que es imposible para el hombre si estuviera solo. De la misma manera, el hombre hace posible lo que la mujer no puede lograr por sí misma. 1 Corintios 11:8-9
“Porque el hombre no procede de la mujer, sino la mujer del hombre; pues en verdad el hombre no fue creado a causa de la mujer, sino la mujer a causa del hombre.”.
Debido a una controversia sobre los roles del hombre y la mujer en la iglesia de Corinto; Pablo dedica una gran sección de su carta para dar instrucciones y correcciones. Para argumentar a favor del liderazgo masculino en la iglesia, el apóstol explica que Dios mismo diseñó a la mujer para complementar al hombre, no para regir sobre él en autoridad. Definitivamente este es un rol importante y clave para el buen funcionamiento, avance y éxito de la humanidad. El hombre no puede lograr el propósito para el cual Dios lo creó sin la mujer y viceversa. Esta interacción entre el hombre y la mujer se expresará de maneras diferentes en lugares, culturas y relaciones diferentes. Es erróneo pensar que en la relación de una mujer y un hombre que se complementan como Dios lo diseñó, la mujer siempre lavará los platos, lavará la ropa, cocinará y cambiará los pañales mientras el hombre siempre saldrá de casa para ganarse el salario dejando a su esposa todo el día con la labor del hogar.[4] Aunque las aplicaciones específicas de este principio pueden cambiar dependiendo de la situación y relación, la clave es comprender que la disposición de toda mujer que desea honrar a Dios es de afirmar, apoyar y nutrir el llamado que Dios ha hecho al hombre de dirigir, proteger y proveer en el hogar y en la iglesia.
Un gran llamado
No cabe la menor duda que este rol que Dios ha encomendado a la mujer es imposible entenderlo y llevarlo a cabo en base a fuerza de voluntad. Por esta razón, concluyo afirmando que la mujer comprenderá su llamado a la verdadera femineidad y cumplirá con su rol al haber sido redimida por Cristo Jesús y al ser continuamente llena del Espíritu Santo.[5]
[1] No es mi propósito en este artículo examinar la validez de las Artes Marciales Mixtas como un deporte que hombres y mujeres que aman a Dios pueden practicar honrando a su Creador. Tampoco es mi intención examinar la participación de mujeres en este deporte. [2] Si quieres ampliar sobre el tema te recomiendo El Manifiesto de la Mujer Verdadera (firmado por mujeres piadosas y virtuosas como Nancy DeMoss Wolgemuth, Joni Eareckson Tada, Kay Arthur, Mary Kassian, y miles más) y en inglés, John Piper y Wayne Grudem, Recovering Biblical Manhood and Womanhood. [3] K. A. Mathews, Genesis 1-11:26 (Nashville: Broadman & Holman Publishers, 1996), 214. [4] Gavin Ortlund, “4 peligros para complementarianistas”. [5] Quiero agradecer a mi esposa Claudia por su ayuda al corregirme y aportar ideas claves para este artículo.