DÍA 25 No obedeces para obtener la atención de Dios, sino porque has sido el objeto de Su atención desde antes del comienzo del mundo. Tu obediencia no debería estar condicionada a la obtención de alguna cosa; más bien debería ser un reconocimiento de lo que ya te ha sido dado. Lee cuidadosamente las siguientes palabras de Efesios 1:3-14: Alabado sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en las regiones celestiales con toda bendición espiritual en Cristo. Dios nos escogió en Él antes de la creación del mundo, para que seamos santos y sin mancha delante de Él. En amor nos predestinó para ser adoptados como hijos suyos por medio de Jesucristo, según el buen propósito de Su voluntad, para alabanza de Su gloriosa gracia, que nos concedió en Su Amado. En Él tenemos la redención mediante Su sangre, el perdón de nuestros pecados, conforme a las riquezas de la gracia que Dios nos dio en abundancia con toda sabiduría y entendimiento. Él nos hizo conocer el misterio de Su voluntad conforme al buen propósito que de antemano estableció en Cristo, para llevarlo a cabo cuando se cumpliera el tiempo: reunir en Él todas las cosas, tanto las del cielo como las de la tierra. En Cristo también fuimos hechos herederos, pues fuimos predestinados según el plan de Aquel que hace todas las cosas conforme al designio de Su voluntad, a fin de que nosotros, que ya hemos puesto nuestra esperanza en Cristo, seamos para alabanza de Su gloria. En Él también ustedes, cuando oyeron el mensaje de la verdad, el evangelio que les trajo la salvación, y lo creyeron, fueron marcados con el sello que es el Espíritu Santo prometido. Este garantiza nuestra herencia hasta que llegue la redención final del pueblo adquirido por Dios, para alabanza de Su gloria. Esta es la humilde y reconfortante verdad del evangelio. Tu obediencia no inicia nada. Tu obediencia y la mía solo ocurren debido a que Dios inició un proceso redentor que resultó en nuestro perdón y transformación. No obedecemos para obtener Su favor; obedecemos porque ya nos ha dado Su favor y ha transformado nuestros corazones, dándonos la voluntad y la capacidad para obedecer. La obra redentora de Dios no comenzó cuando tú creíste. No comenzó cuando tú naciste. Comenzó antes de que naciera el mundo. Él puso Su gracia sobre ti y escribió tu historia para que en cierto momento escucharas las verdades del evangelio de Jesucristo y creyeras en Él. Su amor por ti nunca es resultado de tu carácter; es una clara demostración del Suyo. Nos otorgó lo que nunca podríamos merecer; nuestra nueva vida fue Su elección, Su regalo. Esto significa que si lo obedecieras por mil años, no tendrías más méritos con Él de los que tenías cuando creíste por primera vez. ¡Eso sí que es gracia! Para profundizar y ser alentado: Romanos 9:1-18 _________________________ Este artículo fue adaptado de una porción del libro 40 Días de amor publicado por Poiema Publicaciones. Puedes descargar una muestra gratuita visitando este enlace. _________________________ Páginas 59 a la 60