El Reino de Dios: Ya, pero todavía no

Hasta ese punto en mi vida, había leído la Biblia casi exclusivamente como una narración de algo que tenía importancia desde un punto de vista personal. Jesús vino a salvar almas.

El Reino de los Cielos ha llegado, pero la sociedad no ha sido destruida. Ese es el misterio del Reino.  Fui convertido al Señor a una edad muy joven y crecí en la iglesia. Escuché la predicación expositiva y recibí Escuela Dominical a través de los flanelógrafos, clases de Biblia y fui parte de competencias bíblicas en campamentos de verano. En mi adolescencia, mi abuela me estimuló a leer la Biblia de tapa a tapa. Luego, asistí a una universidad cristiana donde obtuve una licenciatura en Biblia. Así que, para el momento en que llegué a la década de mis veinte años, ya conocía muchos versículos, te podía dar un resumen de los libros de la Biblia y estaba muy familiarizado con el mensaje de salvación.  Sin embargo, nunca había escuchado nada parecido a lo que encontré en un párrafo particular mientras me preparaba para el ministerio.  Cuando Jesús se volvió escandaloso  No recuerdo cómo terminé leyendo el libro de George Ladd «Teología del Nuevo Testamento». Nunca leí el volumen completo, sin embargo, estas oraciones (y el capítulo al cual pertenecen: “El misterio del Reino”) encendieron mi imaginación y alteraron mi entendimiento de la Biblia, la historia y de mi propia vida:   “La llegada del Reino, como fue predicha en el Antiguo Testamento y en la literatura apocalíptica judía, traería el fin de una era e inauguraría la Era por Venir, alterando la sociedad humana con la destrucción de los injustos. Jesús afirma que en medio de la era presente, mientras la sociedad continúa con su mezcla del bien y del mal; antes de la Segunda Venida del Hijo del Hombre y de la gloriosa manifestación del Reino de Dios, los poderes de la era futura están en este mundo y han creado ‘hijos del Reino’, aquellos que disfrutan de su poder y de sus bendiciones. El Reino de los Cielos ha llegado, pero la sociedad no ha sido destruida. Ese es el misterio del Reino” (94).   Hasta ese momento en mi vida, había leído la Biblia como una revelación más o menos estática de la verdad de Dios. Conocía muchos datos bíblicos importantes, pero tenía poco conocimiento de la historia a mayor escala, del plan que se desarrolla de manera dinámica, del plan de salvación en desarrollo a través del tiempo. Ladd empezó a unir estas piezas, a emocionarme con el sentido de dinamismo y de progreso en el plan redentor de Dios.   Antes de leer ese párrafo, ni siquiera había considerado las formas en las que el ministerio de Jesús podía parecer sorprendente o hasta escandaloso. Por supuesto, es extraordinario que Él realizara milagros y retara a los líderes religiosos. Sin embargo, ya que crecí escuchando acerca de esos milagros y confrontaciones, eran muy familiares para mí. Ladd abrió mis ojos al misterio del Reino.  A través de los ojos de Ladd, ahora vi la declaración de Dios de que el Reino ya había llegado (pero aún no había sido plenamente consumado) como la sorpresa escandalosa que habría sido para sus contemporáneos. ¿Relacionar el gran Reino de Dios del fin de los tiempos con una pequeña y oculta semilla de mostaza? ¡Impensable! Nunca había entendido verdaderamente las parábolas de Mateo 13 de la red barredera, la semilla de mostaza o de la levadura. Las enseñanzas de Ladd del “Todavía no” del Reino las abrió ante mis ojos. Ahora, veintitrés años después, todavía puedo recordar la emoción y la satisfacción del entendimiento despertado.  Mucho más grande que yo   Más que eso, las enseñanzas del Reino inaugurado, pero no consumado me ayudaron a apreciar más plenamente la enorme importancia que la primera venida de Jesús tuvo para la época. Su vida, muerte y resurrección inauguraron nada más y nada menos que una nueva era. Él trajo consigo el cumplimiento inicial de las promesas de Dios del fin de los tiempos, asegurando la nueva creación futura.  Hasta ese punto en mi vida, había leído la Biblia casi exclusivamente como una narración de algo que tenía importancia desde un punto de vista personal. Jesús vino a salvar almas. La obra de Jesús era un asunto entre Él y yo. Abrir los ojos a la importancia cósmica del ministerio de Jesús, a la novedad que Jesús trajo a la obra histórica y redentora de Dios, a Jesús como el clímax del plan de Dios para todas las cosas, todo esto exaltaba a Jesús de manera suprema en mi mente y corazón.  Para mí, el estímulo intelectual de la recién descubierta escatología de Ladd fue profunda y permanente. Me preparó para descubrir las riquezas de la teología bíblica en el seminario y para más adelante dedicarme a obtener un doctorado enfocado en el cumplimiento de Jesús de las promesas de Dios acerca de los últimos tiempos.  Entendiendo mi vida más claramente   Más allá de un entendimiento y una apreciación más profundas del Nuevo Testamento y de la centralidad de Cristo, la obra de Ladd me ayudó a entender mi propia vida más claramente. Podía ver el famoso diagrama de Ladd de cómo las eras se solapan (las líneas de la “Era presente” y la “Era por venir” se solapan entre la primera y la segunda venida de Cristo) y ver exactamente dónde yo vivía. Podía imaginarme que como en un mapa de un centro comercial había una marca colocada allí donde se solapaban que decía “Aquí estás”. Y esto hacía que mi vida tuviera sentido.  Explicaba la justificación de Dios y la transformación que el Espíritu Santo todavía llevaba a cabo en mi corazón. Estos eventos milagrosos fueron posible debido a que los últimos días ya habían empezado a través de la obra de Cristo. También explicaban mis luchas agonizantes con el pecado. ¿Por qué una parte de mí deseaba acceder a las imágenes sexuales con mi antiguo modem, mientras que otra deseaba desesperadamente librarse de ellas? Bienvenido al solapamiento. Explicaba la tristeza del sufrimiento que llegaba a mi vida ¿Por qué mi padre estaba en una silla de ruedas, a pesar de mis oraciones por sanación? ¿Por qué a veces la ansiedad era una realidad paralizante para mí? Bienvenido al solapamiento.  El “ya, pero todavía no” del Reino no respondió a todas mis preguntas, pero me proveyó de una infraestructura para entender mi pecado y mi santificación. Me guardó de un sobre optimismo por un lado y de la desesperanza por el otro. Me dio esperanza para tiempos difíciles.  Un propósito para mi vida  Dos años después de mi descubrimiento de Ladd, yo era un estudiante en el Seminario Teológico Gordon-Cornwell. Un día claro y tempestuoso, me senté frente al Océano Atlántico en las rocas en Magnolia y leí estas palabras en The Moral Vision of the New Testament [La visión moral del Nuevo Testamento] de Richard Hay:  “La comunidad eclesiástica es la base escatológica de Dios en territorio enemigo, el lugar donde los poderes de Dios han invadido a este mundo. Todos los juicios éticos de Pablo deben entenderse en este contexto… Vivir fielmente en el tiempo entre los tiempos significa caminar en una cuerda floja de discernimiento moral, sin demandar demasiado ni muy poco por el poder transformador dentro de la comunidad de la fe” (27).  Este párrafo se convirtió tan transcendental y formativo para mí como el de Ladd lo fue con anterioridad, pues me ofrecía un propósito para toda mi vida. Ya sabía que quería ser pastor. No obstante, ver a la iglesia como “la base escatológica de Dios en territorio enemigo”, el enfoque del poder de Dios de los últimos tiempos precipitándose en el presente, todo eso hizo que mi llamado fuera aún más urgente y significativo.   Hays confirmó la convicción que ya se estaba desarrollando en mí de que la ética y la escatología existen para andar juntas, que el cuándo de nuestras vidas (la vida en el Reino del “ya, pero todavía no”) debe dar forma al cómo de nuestra vida diaria. Ayudar al pueblo de Dios a entender que su existencia se encuentra entre estos dos tiempos (que el poder de Dios ya está disponible para ellos debido a que los últimos días fueron inaugurados; sin embargo, la consumación de la nueva creación es todavía un evento futuro), ayudarlos a comprender la importancia práctica, ética y diaria de esta realidad, todo esto me parecía una buena causa a la cual dedicar mi vida.   Escribí en una página en la parte de atrás del libro de Hays: “[Este es el] propósito de mi vida”.  Compartiendo el misterio que cambió mi vida    En los años siguientes, he procurado vivir ese propósito. He procurado ayudar a las personas a entender el libro de Apocalipsis, a que los creyentes sufrientes comprendan su sincero estímulo a través de sus hermosas representaciones de nuestro futuro final.  Eventualmente escribí un libro corto (Eternity changes everything: how to live now in the light of your future [La eternidad lo cambia todo: cómo vivir ahora a la luz de tu futuro]) para ayudar a creyentes ordinarios a entender la emocionante y frustrante tensión de estar al mismo tiempo inquieto y ser paciente ante el futuro de la nueva creación, debido a nuestra seguridad de que este es magníficamente bueno y que nos pertenece sin ninguna duda. Al enseñar a estudiantes en el seminario, la escatología inaugural ha sido un tema recurrente. A lo largo de catorce años de ministerio pastoral, mi aspiración ha sido ayudar a las personas de mi iglesia a entender la historia de la Biblia, la importancia cósmica de la obra de Cristo y las implicaciones eminentemente prácticas de una nueva creación futura que ya es nuestra debido a lo que ya Cristo ha obtenido para nosotros.   Me regocijo en ser un hijo del Reino, en ya saborear en parte el poder y las bendiciones que Jesús aseguró. Estoy agradecido de haber vislumbrado más de los propósitos de Dios. Y por Su gracia, espero ayudar a otros a regocijarse en Cristo como el clímax que cumple plenamente todos los planes de Dios.  Este artículo se publicó originalmente en Desiring God. 

Stephen Witmer

Stephen Witmer (@stephenwitmer1) es pastor de Pepperell Christian Fellowship en Pepperell, Massachusetts, y profesor adjunto de Nuevo Testamento en el Seminario Teológico Gordon-Conwell. Es cofundador de Small Town Summits, una organización que sirve a iglesias y pastores rurales, y ha escrito A Big Gospel in Small Places. Él y su esposa, Emma, tienen tres hijos.

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