Hace poco más de diez años, me pidieron que escribiera un libro como escritor fantasma (persona contratada para redactar textos que serán publicados bajo el nombre de otro) para un autor cristiano famoso. Fue entonces cuando desperté por primera vez a la realidad del plagio entre los líderes cristianos. Había oído hablar del trabajo de escritor fantasma; simplemente no me había dado cuenta de lo extendido que estaba hasta que vi el detrás de escena del mundo editorial evangélico. Me preguntaba: “¿Cómo pueden, creyentes profesantes, presentar las palabras de otro como si fueran propias?”.
¡Imaginen mi sorpresa unos años después cuando me enteré por primera vez de que algunos predicadores cristianos hacen lo mismo!
Resulta que es algo bastante común, más extendido de lo que la mayoría de los asistentes a las iglesias siquiera sabe. Hace apenas un par de meses, un amigo me pidió consejo sobre qué hacer con un pastor que conoce, en otra parte de la ciudad, que predica regularmente sermones de otros como si fueran de su autoría. Incluso hay algunas iglesias y servicios de recursos para predicación que empaquetan contenido de sermones para venderlo a predicadores que necesitan un mensaje.

¿Es realmente tan malo? ¿Acaso no estamos todos simplemente levantándonos y apoyándonos en la Palabra de Dios (la que por cierto, no es nuestra originalmente)? Y si alguien fue ayudado por el sermón, ¿no es eso lo único que importa?
Pues no. El plagio pastoral importa porque la adoración en “espíritu y verdad” (Jn 4:24) importa. La predicación plagiada es, de hecho, algo serio. ¿Cómo sabemos eso?
Por qué importa la predicación plagiada
1. El plagio es desobediencia
Dios nos ha mandado a no mentir ni robar. Presentar el trabajo de otro como propio es una desobediencia doble. El predicador que depende de material plagiado no solo está siendo deshonesto, sino que también está robando el arduo trabajo de otra persona.
No es sabio poner a Dios a prueba de esta manera. Subirse regularmente delante de Su pueblo para declarar Su verdad mientras se incurre en una deshonestidad intencional es una receta para el desastre espiritual. Si tomas estos atajos torcidos y perezosos en un elemento tan importante de tu ministerio como el sermón semanal, otros atajos torcidos y perezosos en otras áreas seguirán después, y probablemente ya estén ocurriendo.

2. El plagio es potencialmente descalificador
Los dos elementos no negociables de la tarea pastoral son “la oración y [el] ministerio de la Palabra” (Hch 6:4). Hay muchas otras cosas importantes que los pastores deben hacer, pero estas dos son esencialmente lo que constituye el pastoreo. Y un requisito necesario para el oficio pastoral es ser “apto para enseñar” (1Ti 3:2). Esta es realmente la única “habilidad” requerida del pastor (ya que todos los demás requisitos bíblicos se refieren al carácter y la disposición). Ser apto para enseñar es, por supuesto, un don, no solo una habilidad, pero el predicador que plagia sermones de forma regular e intencional pone en duda su don y su habilidad.
Ser “apto para enseñar” no significa simplemente ser capaz de desempeñarse bien. No se trata principalmente de elocuencia. Se trata de manejar correctamente la Palabra de verdad (2Ti 2:15). Si regularmente dependes de la exégesis de otro, de la exposición de otro, de las ilustraciones personales de otro, estás dañando tu propia credibilidad para hacer el trabajo y, por lo tanto, tu propia aptitud para ejercer el oficio.

3. El plagio es marcadamente no pastoral
Esto es lo que quiero decir: los predicadores fieles tienen en mente a sus congregaciones cuando preparan sus sermones. Están orando por su gente, por tantos por nombre como sea posible, cuando están leyendo y meditando en el texto. Están haciendo la contextualización apropiada en su predicación, teniendo en cuenta a las personas específicas y sus necesidades (y preocupaciones y pecados e ídolos) cuando hacen aplicaciones o componen ilustraciones.
Los predicadores fieles escriben sermones para su gente. Los plagiadores piensan que las sobras de alguien más serán suficientes. ¿Qué pensarías del pastor que depende del trabajo de otro para alimentar a sus ovejas? Si no podía motivarse a hacer el arduo trabajo de alimentar al rebaño él mismo, podrías pensar, después de un tiempo, que en realidad no los amaba.

Ahora que estás bien inquieto por el plagio, ¿cómo podrías evitarlo?
Cómo no plagiar
1. Cuando tengas dudas, cítalo
La mayoría de los predicadores entienden que volver a predicar el sermón completo de otra persona no solo es deshonesto, sino también raro. Lo que a veces tiene un aire de zona gris son los pequeños elementos del sermón. ¿Cómo saber cuándo atribuir ciertos giros de frase o sentimientos populares? Si no estás seguro de la fuente de una línea o pasaje en particular, haz tu debida diligencia para buscarlo. Si sabes que alguien más fue el autor, pero no puedes ubicar la fuente, al menos presenta la línea con algo como: “Como alguien dijo una vez…” o “Como dicen por ahí…”.
2. Cuando no tengas dudas, cítalo
Si sabes quién fue el autor de una frase o de una parte de tu sermón que quieres recrear, da el crédito. Siempre. Por supuesto, no tienes que dar la fecha de publicación y el número de página en un sermón desde el púlpito, pero no se pierde absolutamente nada al introducir esa parte con “John Piper escribe…” o “R. C. Sproul dijo una vez…”. No se pierde nada, excepto tal vez un poco del orgullo que de todas formas no deberías estar alimentando. Ciertamente no se gana nada bueno al hacer pasar conscientemente las palabras de otro como propias.

Esto también se aplica a las ilustraciones. En algunos de los ejemplos más extraños de plagio pastoral que me han contado (aunque nunca los he presenciado, que yo sepa), alguien me habla de haber escuchado a un predicador contar una historia emotiva o graciosa en primera persona, y luego escuchar exactamente la misma historia, con exactamente las mismas palabras, de otro predicador, ¡también en primera persona! Hacer pasar la experiencia real de otra persona como si fuera propia no solo es mentir y robar; es simplemente raro. No seas raro. Si la ilustración es realmente tan buena y tu sermón no puede prescindir de ella, di: “Una vez escuché a Matt Chandler contar una historia sobre…” o algo similar. O mejor aún, piensa en una historia real de tu propia experiencia que sea comparable.
3. Haz el trabajo y confía en el evangelio
No hay nada sustancialmente satisfactorio en hacer pasar el arduo trabajo de otro como propio. Puede que “llegue” bien. Puede conmover a las personas. Puede generar las risas, las lágrimas y los aplausos que anhelas, pero sabes que es una mentira. No te ganaste nada de eso. Es una farsa.
¿Cómo sucede esto? A veces los predicadores caen en la tentación de plagiar por horarios demasiado ocupados. Se les acaba el tiempo cada semana para preparar un sermón y se sienten acorralados por la fecha límite del domingo. Es más fácil tomar el mensaje largo y bien pensado de otra persona que apurarse a producir el propio. En tales casos, puede ser necesario un replanteamiento de las prioridades pastorales.

Recuerda que el ministerio de la Palabra es la tarea principal del pastor. Esto significa que otras cosas tal vez deban ocupar un segundo plano. En algunas iglesias pequeñas o contextos bivocacionales, puede que necesites ser diligente en entrenar a tu iglesia para ministrarse bien unos a otros, en lugar de depender totalmente de ti como su única fuente de ministerio. Pero haz lo que puedas para priorizar la Palabra y comienza lo más temprano posible en la preparación de la predicación. Esto es lo que Dios te ha llamado a hacer.
Sin embargo, a veces no es una falta de priorización o de gestión del tiempo lo que lleva a un predicador a la tentación de plagiar. A veces, es simplemente su propia inseguridad. No tienen buena opinión de su propia predicación y temen que la congregación tampoco. Tal vez incluso las personas les han dicho algo negativo sobre ella. Dejando de lado por un momento la posibilidad de que uno no esté calificado para enseñar, recuerda que la predicación bíblica no depende de la elocuencia ni del espectáculo (1Co 2:2). No depende del elitismo intelectual ni de las demostraciones académicas. Depende del evangelio de Jesucristo.
Así que confía en el evangelio. Esfuérzate con tu sermón, haciendo tu trabajo como para el Señor. Pon en ello tu corazón, alma, mente y fuerzas. Tu gente merece tu mejor esfuerzo. Pero el impulso para hacer esto semana tras semana debe venir de tu posición aprobada como coheredero de la gracia. Si tu sentido de aprobación o justificación se basa en una gran actuación, en la aprobación de la congregación o en una asistencia numérica creciente, te estás preparando para caer. Confía en el evangelio para hacer lo que tú no puedes, incluso en tu mejor día. El poder está en el evangelio. Mark Dever, H. B. Charles y Ray Ortlund pueden predicar el evangelio mejor que tú, ¡pero no pueden predicar un mejor evangelio!
Por cierto, fue James Spurgeon quien dijo eso, acerca de su nieto Charles.
Este artículo se publicó originalmente en 9Marcas.