El honor de uno es la vergüenza de otro

La honra se manifiesta en la obediencia y el sacrificio, mientras que la vergüenza proviene de la desobediencia y el egoísmo.

Me pregunto si recuerdas un video viral de hace unos años titulado «Los padres asiáticos reaccionan a los te quiero». En él, aparecían varios jóvenes asiáticos diciéndoles a sus padres «te quiero» y grabando la respuesta de sus padres. ¿Por qué se hizo viral este vídeo? Porque decir y escuchar «te quiero» es poco común en muchas culturas asiáticas. No es que los padres y los hijos asiáticos no se amen; por supuesto que sí, pero el amor y la honra se demuestran de otras maneras. Estos hijos sorprendieron a sus padres con algo que en muchas otras partes del mundo parecería totalmente común. He estado compartiendo una serie de artículos sobre el quinto mandamiento llamado «Honra a tu padre y a tu madre»,  y he llegado al punto en el que tenemos que hablar de cultura. Ya hemos visto que los hijos tienen una deuda de honra con sus padres para toda la vida. Sin embargo, lo que sólo hemos visto de forma indirecta es que la honra se muestra de diferentes maneras en distintos contextos o culturas. Nuestro objetivo es encontrar formas de expresar la honra que debemos a nuestros padres, pero sólo podemos hacerlo si tenemos en cuenta las diferencias culturales. Tengo el gozo de vivir en la que quizá sea la ciudad más multicultural del mundo. Aun mi pequeña iglesia cuenta con representantes de al menos 30 culturas diferentes y gran parte de la investigación para este artículo ha procedido de entrevistas con ellos. Las entrevistas incluyeron conversaciones con personas que representaban a Bielorrusia, Canadá, El Salvador, Ghana, India, Irak, Jamaica, Filipinas y Corea del Sur.  Las diferencias y similitudes son fascinantes. Lo resumiré en dos grandes grupos, dos tipos de cultura, cada uno de los cuales tiene expectativas muy diferentes cuando se trata de honrar a los padres. Un tipo de cultura El primer tipo de cultura valora la autonomía y la independencia como grandes virtudes. Los padres esperan recuperar su independencia cuando sus hijos abandonen el hogar y miran con expectativas el momento de su retiro para descansar y divertirse. Al mismo tiempo, sus hijos esperan obtener una independencia permanente de sus padres. Esta cultura tiende a idealizar la diversión y la libertad de la juventud mientras teme las responsabilidades de la edad adulta. La edad no se asocia con la sabiduría y el respeto, sino con el miedo o incluso la burla por la pérdida de facultades físicas y mentales. Los adultos que envejecen temen la pérdida de independencia que se aproxima. Esta cultura tiene pocas expectativas y exigencias determinadas en cuanto a la forma en que los hijos adultos deben honrar a sus padres ancianos. Los padres pueden esperar poco más que llamadas telefónicas regulares y visitas en los días festivos importantes. A medida que los padres envejecen, los hijos pueden involucrarse en su cuidado, pero sin ser los cuidadores principales ni trasladar a los padres a su casa. Más bien, a medida que los padres envejecen, existe la expectativa de que se trasladen a centros de jubilación o residencias de ancianos y vivan allí sus últimos días. En lo que respecta a las finanzas, los padres deben mantener a sus hijos hasta que se independicen, pero hay pocas expectativas de que los hijos les devuelvan el favor más adelante. En cambio, los padres deben ahorrar con diligencia para su propia jubilación y financiarla ellos mismos. Cuando los padres necesitan que se les cuide, esa responsabilidad se distribuye entre los hijos que lo deseen y no recae en un hijo en particular, en función del sexo o el orden de nacimiento. Estas bajas expectativas son compartidas tanto por los padres como por los hijos. Un entrevistado dijo: «Mis padres me han dicho que cuando sean viejos, simplemente los traslademos a una residencia de ancianos. No les gustaría interrumpir nuestras vidas de ninguna manera». Los hijos mayores no desean interrumpir sus vidas cuidando a sus padres; los padres mayores no desean incomodar a sus hijos necesitando sus cuidados. Si hay algo que avergüenza en esta cultura es cuando los padres no han ahorrado diligentemente para proveer su propio cuidado. Otro tipo de cultura Otro tipo de cultura valora la honra y el respeto como virtudes elevadas, mientras que teme y evita todo lo que conlleva vergüenza. Estas culturas respetan a los mayores y asocian la edad con la sabiduría y la autoridad, mientras que asocian la juventud con la insensatez. Suelen tener términos o títulos para los mayores y costumbres para mostrar respeto y deferencia a los ancianos. Estas culturas valoran poco la independencia y la autonomía y mucho más el deber hacia la familia. La honra se manifiesta en la obediencia y el sacrificio, mientras que la vergüenza proviene de la desobediencia y el egoísmo. Así, se espera que incluso los hijos adultos honren a sus padres pasando tiempo con ellos, obedeciéndoles, buscando y teniendo en cuenta su sabiduría en las decisiones importantes de la vida. Y al igual que los padres se han sacrificado por sus hijos, los hijos deben corresponder con sacrificios que beneficien a sus padres. Las acciones o el comportamiento de los hijos de cualquier edad beneficiarán o perjudicarán la reputación de la familia. Suele haber una fuerte jerarquía dentro de la familia, en la que el primer varón (o primer hijo en algunas culturas) tiene la mayor responsabilidad en el cuidado y la provisión. Se espera que a medida que sus padres envejecen, los acoja en su casa, ya que esto honra tanto al hijo como a sus padres. Llevar a sus padres a un centro de jubilación o a una residencia de ancianos supondría una gran vergüenza para toda la familia: vergüenza para el hijo por no cumplir con su deber y vergüenza para los padres por no educar bien a su hijo. Dos consideraciones Estas son descripciones muy amplias, por supuesto, pero sospecho que puedes reconocer los dos tipos de cultura. La primera existe sobre todo en las naciones influenciadas por el Occidente, mientras que la segunda existe dentro de las sociedades que enfatizan el honor y la vergüenza y, en diversas formas, abarca a la mayor parte de la población de la Tierra. Las diferencias entre ellas son, cuando menos, notables. Considera lo siguiente: Un adulto norteamericano puede decir: «Mis padres viven en una residencia de ancianos» y la gente pensará que la familia ha hecho algo bueno y noble. Después de todo, mamá y papá han ahorrado con diligencia y ahora pueden permitirse estar en una bonita comunidad de jubilados; los hijos están contentos de que sus padres sean atendidos por profesionales y estén rodeados de personas en su misma etapa vital. Pero si un adulto indio dice: «Mis padres viven en una residencia de ancianos», sus compañeros se horrorizarán y pensarán que la familia ha hecho algo tristemente vergonzoso. Al fin y al cabo, el hijo se niega a cumplir con sus obligaciones, lo que demuestra que sus padres no le educaron bien. Ahora esos padres son atendidos por profesionales distantes en lugar de por hijos cariñosos y están rodeados de extraños en lugar de familiares. Lo que es honroso en una cultura es vergonzoso en otra. Esto nos obliga a lidiar con un par de consideraciones. En primer lugar, nuestras presuposiciones culturales pueden ser erróneas, pero al igual que un pez no está apercibido del agua en la que nada, a nosotros nos cuesta reconocer el papel de la cultura en la que vivimos. Un tipo de cultura puede exigir muy poco, mientras que la otra puede exigir demasiado. Una cultura puede legitimar la deshonra mientras que otra puede idolatrar la honra. Como cristianos, tenemos que pensar con cuidado y bíblicamente en lugar de aceptar simplemente lo que dicta la cultura. Es posible que los hijos occidentales tengan que esforzarse por convencer a sus padres de que deben ser honrados, mientras que las personas de otras culturas pueden tener que negarse a conformarse con algunas de las expectativas puestas en ellos. En segundo lugar, tenemos que mostrar la honra en formas que sean apropiadas para nuestra cultura y significativas para nuestros padres, sin dejar de ser fieles a las Escrituras. Por lo tanto, la manera en que yo muestro honor a mis padres puede ser muy diferente a la del amigo ghanés o cubano que se sienta a mi lado en Grace Fellowship Church No necesariamente tengo que honrar a mis padres de una manera ghanesa y mis amigos no necesariamente tienen que honrar a sus padres de una manera canadiense. Podemos y debemos aprender los unos de los otros, pero sin juzgar lo que puede parecer una deshonra o un exceso de honra. Hablaremos más de la cultura a medida que avancemos en la exposición de las formas particulares en que podemos y debemos mostrar honra a nuestros padres. Este artículo se piblicó originalmente en Challies. Más artículos de esta serie: El mandamiento que se nos olvidó. Dulces promesas de bendición, terribles amenazas de juicio. Obediencia momentánea, honra para siempre

Tim Challies

Tim Challies es uno de los blogueros cristianos más leídos en los Estados Unidos y cuyo BLOG ( challies.com ) ha publicado contenido de sana doctrina por más de 7000 días consecutivos. Tim es esposo de Aileen, padre de dos niñas adolescentes y un hijo que espera en el cielo. Adora y sirve como pastor en la Iglesia Grace Fellowship en Toronto, Ontario, donde principalmente trabaja con mentoría y discipulado.

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