Nunca me consideré el tipo de persona que terminaría siendo un plantador de iglesias. Desde mi punto de vista, el mundo de plantadores pertenecía exclusivamente a hombres “tipo A”: empresariales, agresivos, y altamente administrativos. ¡A mí sólo me interesaba que me cayera del cielo una carrera como cantautor de música de adoración! Sin embargo, el Señor en Su misericordia permitió que yo fracasara una y otra vez al intentar “seguir mi corazón”. A través de eventos que sólo Él pudo haber orquestado, Dios me puso en un camino que nunca hubiera esperado: ser pastor principal de una plantación en Orlando, FL. Este giro inesperado significó que, en el proceso de aprendizaje, estuviera rodeado de líderes de alto calibre. El ejemplo de estos hombres me inspiró a buscar crecimiento en mis áreas de debilidad. El problema es que, casi un año después, encuentro que estoy teniendo luchas en mi corazón similares a las de un líder que nunca creí ser. Pasé de ser un guitarrista despreocupado a un líder mayormente interesado en el éxito (en la manera que nuestra cultura lo define). Encontré que, si no tenía la acogida o la asistencia que esperaba los domingos, luchaba en contra de sentimientos de depresión y desánimo después del servicio. Obviamente, Dios no nos ha dado a todos el mismo llamado. No obstante, todos somos una parte igualmente importante del cuerpo de Cristo (1 Corintios 12:14-25). Desgraciadamente, debido a la tendencia a crear dioses falsos en nuestros corazones, todos poseemos la capacidad de hacer de el “éxito” un ídolo. ¡Gracias a Dios que tenemos acceso a Su palabra! La misma nos enseña a renovar nuestras mentes. Les propongo que, al considerar a Hechos 18:1-11, Dios nos enseñará a definir el éxito de acuerdo a Su sabiduría.
El éxito de acuerdo al mundo
No es sorprendente ver al mundo definir el éxito de acuerdo a sus ambiciones egoístas. Lo que sí entristece al Espíritu es cuando el pueblo de Dios participa en este comportamiento. ¡A menudo creemos que Dios nos debe cosas que nunca nos prometió! La iglesia occidental pretende convertir a Dios en un “abuelito cósmico” cuyo único propósito es complacer cada capricho que tenemos. Exportamos la creencia errónea de que “Cristo sangró y murió por nosotros para que podamos reclamar la promesa de prosperidad financiera” y le exigimos a un Dios soberano, sabio, y severo que abandone Su plan perfecto y siga nuestro modelo de crecimiento. Aquí es donde la Palabra de Dios debe ajustar nuestras expectativas. Al leer Hechos 18:1-11, nos damos cuenta que debemos cambiar nuestra pregunta de: “Señor, ¿cuándo me vas a llenar la iglesia de gente?” a: “Señor, ¿cómo has respondido a Tus siervos fieles?” Eso sí, es importante aclarar que no estoy opuesto de ninguna manera al crecimiento. El Señor ha usado congregaciones de membresía abundante para bendición personal y también para ayudar a financiar el lanzamiento de CrossPointe Español. Lo que debemos combatir es el deseo de hacer del éxito un salvador personal. Por eso me regocija saber que el Señor es nuestro Pastor, el que nos guiará por senderos de justicia por amor de Su nombre (Salmo 23:1, 3), y está comprometido con arrancar toda idolatría de raíz de nuestros corazones. Por lo tanto, ¿qué nos dice Dios sobre el éxito ministerial a la luz de Hechos 18:1-11?
El éxito de acuerdo a Dios
Al leer este pasaje, podemos ver que Dios envía al Apóstol Pablo a ser uno de los plantadores principales de la Iglesia Primitiva en Corinto. Pablo se estableció en la ciudad y se hizo un miembro productivo de ella. Al principio, compartía el evangelio en su tiempo libre. Sin embargo, eventualmente se dedicó a esta labor a tiempo completo. Cuando encontró que los miembros de la sinagoga se le oponían y blasfemaban, Pablo decidió dirigir sus esfuerzos hacia los gentiles. Fue en ese punto que encontró una respuesta mucho más favorable. Terminó entonces quedándose en Corinto por año y medio, después de tener una visión: Y por medio de una visión durante la noche, el Señor dijo a Pablo: No temas, sigue hablando y no calles; porque yo estoy contigo, y nadie te atacará para hacerte daño, porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad. – Hechos 18:9-10 (LBLA, énfasis mío) Al considerar este pasaje, veo las siguientes lecciones:
- Pablo permaneció enfocado: no estaba obsesionado con obtener “resultados” (conversiones numerosas), sino con compartir el evangelio con fidelidad. Por tanto, ¿Qué expectativas tenemos nosotros al predicar?
- Pablo permaneció animado: al encontrar oposición, estoy seguro que Pablo estaba seriamente entristecido con sus compañeros (él expresa este sentimiento con claridad a través de Romanos 9:1-5). A pesar de esto, siguió firme y dirigió su mensaje a otros. Si no estás teniendo acogida, considera: ¿Está Dios mandándote en otra dirección?
- Pablo permaneció confiado: El propósito del libro entero de 1 Corintios fue darle seguimiento e impartir cuidado a este pueblo, inclusive cuando ellos se desviaron seriamente de andar en obediencia. Aún entonces, Pablo expresaba un agradecimiento sincero por el privilegio de cuidar de ellos (1 Corintios 1:4). Pregúntate, ¿Te sientes irritado con la desobediencia de aquéllos a quienes estás pastoreando?
Hay veces donde tendremos que traer corrección sin suavizar las cosas. En esos momentos, es importantísimo que consideremos el caso de la iglesia en Corinto. A pesar de todos los problemas que transcurrieron allí, nada cambia el hecho de que el Dios Que No Miente dijo: yo tengo mucho pueblo en esta ciudad. Ese mismo Dios nos llama a ministrar con fidelidad, permaneciendo enfocados, animados, y confiados. Lo que no nos toca es tratar de manufacturar conversiones y crecimiento; a Dios le va muy bien en ese trabajo sin necesitar nuestra ayuda.