Una de las bendiciones más grandes en mi vida ha sido poder conocer al pastor Chan Kilgore como colaborador, mentor y amigo. Hace unos quince años, él plantó la iglesia CrossPointe Church en la ciudad de Orlando y ha sido una pieza clave como líder dentro de la familia de iglesias conocida como Acts 29, además de habilitar muchas otras plantaciones desde entonces (entre ellas, la que pastoreo: CrossPointe Español, también en Orlando).
Sería fácil asumir que un líder de su calibre pasa su vida empapándose de nuevas estrategias pragmáticas de plantación. Sin embargo, a pesar de Su sabiduría práctica, su impacto mayor en mi vida ha sido su ejemplo al hacer énfasis en la centralidad del evangelio en cada etapa del ministerio. Una de sus citas favoritas, que yo también uso a menudo, es: “Planta el evangelio y florecerá una iglesia”.

Por eso estoy convencido de que el mundo hispanoparlante se beneficiará de la traducción del siguiente artículo de su autoría:
Las 4 etapas de fluidez en el evangelio
Pablo escribió a los corintios: “Porque yo les entregué en primer lugar lo mismo que recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras” (1Co 15:3-4). Martín Lutero también dijo: “La verdad del evangelio es el artículo principal de toda la doctrina cristiana… Lo más necesario es que conozcamos este artículo bien, que lo enseñemos a otros y que lo repitamos con insistencia”.
Alguien describió el evangelio una vez como una joya multifacética cuya profundidad, riqueza y belleza pasaremos toda la eternidad explorando. Si esto es cierto, ¿por qué no comenzar a practicar ahora mismo para la eternidad? Esta hermosa joya del evangelio no es simplemente para la vida eterna, sino que tiene una aplicación relevante para nuestras vidas diarias. El evangelio no es tan solo una experiencia pasada o una esperanza futura, sino también una realidad presente.

Debemos aprender bien el evangelio y aplicar su verdad a cada aspecto de nuestras vidas. Debemos aprender a ser fluidos en el evangelio para que, primero, nos lo podamos predicar a nosotros mismos y aplicarlo a nuestras vidas diarias. Entonces podremos guiar a otros para que también exploren su profundidad, riqueza y belleza.
Ahora, para aprender a ser fluidos en el evangelio se necesita mucha repetición. Sin embargo, frecuentemente al explicar el evangelio y su aplicación para diversos aspectos de nuestras vidas, cubrimos un aspecto solo una vez y seguimos adelante prematuramente. Nuestra tendencia es pensar que, si ya hemos cubierto una faceta completamente, ya todos lo entienden. Se nos olvida que la mayoría de la gente necesita oír, pensar y discutir un concepto nuevo varias veces antes de que se puedan empapar del mismo.
Pero como maestros y líderes, tememos tanto aburrir a la gente que decidimos seguir adelante mucho antes de que la verdad del evangelio haya penetrado profundamente sus corazones y mentes, y antes de que este, a su vez, los transforme profundamente y los capacite para ministrar el mismo. A veces creemos que la familiaridad es lo mismo que entender. Para evitar eso, trato de mantener en mente las cuatro etapas de fluidez en el evangelio: exposición, familiaridad, entendimiento y ministerio.

Etapa 1: exposición al evangelio
La etapa más emocionante es la de exposición. ¡Ese momento en que decimos “eureka” nos llena de energía! Nos entusiasma ser expuestos a aspectos “nuevos” (aunque en verdad no lo sean) del evangelio y luchar con conceptos y principios por primera vez. Para aquellos de nosotros que instruimos o entrenamos a otros, esta es la etapa en la cual recibimos las reacciones más positivas, y es por eso que frecuentemente preferimos quedarnos en esta etapa. Sin embargo, en este punto, en verdad no se ha aprendido nada. Solo se ha oído algo nuevo y emocionante.
Etapa 2: familiaridad con el evangelio
La etapa de familiaridad es donde algunos se comienzan a distraer. Los “más brillantes” recuerdan las ideas y saben a dónde se dirige la discusión antes de tiempo. Sus miradas se pierden y su lenguaje corporal dice a gritos “ya he oído esto antes”. En este punto, muchos pastores “tiran la toalla”. Por temor a que alguien se nos duerma, buscamos ansiosamente algo “nuevo y fresco” que podamos enseñar a la gente, como si la profundidad, riqueza y belleza del evangelio no fueran suficientes.

He descubierto que el momento en que yo me estoy aburriendo (o mis líderes) es el mismo momento en que todos los demás están comenzando a familiarizarse con la verdad del evangelio. No estoy a favor de una enseñanza aburrida, pero sí estoy a favor de no permitir que los pocos que lo entienden la primera vez causen un cortocircuito en el aprendizaje de la mayoría, a la que le hace falta oír y discutir la verdad del evangelio múltiples veces antes de que lo entienda.
La verdad es que muchos de los que tienen certeza de que lo entendieron la primera vez, en verdad, ¡no lo han entendido! Solamente tienen una familiaridad (que puede resultar dañina) con el concepto del evangelio. Lo reconocen, pero todavía no pueden aplicarlo ni ponerlo en práctica independientemente.
Etapa 3: entender el evangelio
El entendimiento verdadero no tomará lugar hasta que la gente pueda “llenar los espacios en blanco” antes de que hablemos. Esto sucede cuando conocemos el evangelio lo suficientemente bien como para aplicarlo y explicarlo sin ayuda. Poca gente llega a esa etapa porque nadie los lleva allí. Para llevar a la gente al punto de entender, necesitamos pensar que la fluidez en el evangelio es algo que se aplica a las vidas de las personas progresivamente y no todo de una sola vez.
Necesitamos visualizarlo más como un glaciar que como una avalancha. Una avalancha está llena de poder y furia. Se ve impresionante. Sin embargo, diez años después, no queda rastro. Por otro lado, los glaciares son aburridos en comparación; parece como si nada estuviera ocurriendo. Sin embargo, mil años después, dejan atrás un parque como Yosemite. Las avalanchas solo hacen bulla; los glaciares cambian el mundo.

Etapa 4: ministrar el evangelio
La etapa final de fluidez se da cuando llegamos a un entendimiento funcional del evangelio con una profundidad que nos permite ministrar genuinamente desde nuestros corazones. El evangelio fluye naturalmente a medida que tenemos interacciones con otras personas en conversaciones cotidianas. Podemos discernir “anhelos de redención” dentro de la historia de otros y repetir sus historias a la luz de la historia de Dios de una manera que no solo ayuda a que las vidas de las personas cobren sentido, sino que también redime, santifica y restaura el quebrantamiento de sus vidas.
Al mantener estas cuatro etapas en mente, he podido evitar la tentación natural de seguir adelante prematuramente con algún aspecto del evangelio. También me ayuda a recordar la rapidez con la cual olvidamos lo que una vez creíamos conocer. Al entender las cuatro etapas de fluidez en el evangelio, ¿qué forma tomará nuestro ministerio hacia los demás? ¿Cómo cambiará específicamente? ¿De qué manera será diferente nuestra enseñanza en el futuro?