Josué siempre había sabido que era diferente. Desde muy temprana edad, veía a algunos chicos como algo más que compañeros. Sus padres sabían que era «especial», pero lo amaban por ello. Él aprendió a usar una máscara y a interpretar el papel de un niño «normal» hasta que se graduó de secundaria. En la universidad, Josué decidió que era tiempo de ser quien realmente era. Hizo amistad con otras personas homosexuales y se dio a la búsqueda de exploraciones sexuales. Él encontró un refugio en su comunidad gay y desarrolló lazos mucho más profundos que simples aventuras sexuales. Aunque sus padres se distanciaron de él y sus viejos amigos le dieron la espalda, Josué sentía que finalmente era libre en su nueva identidad como un hombre homosexual. Josué no es ningún personaje. Sus experiencias e historia son reales y comunes. ¿Qué pasaría si Josué fuera tu vecino, tu compañero de trabajo o tu hijo? ¿Cómo le presentarías el evangelio? ¿Cómo le hablarías acerca del perdón de pecados, la comunidad de creyentes y la verdadera identidad en Jesús? En cierto sentido, asumiríamos que no hay verdadera diferencia en la forma en la que comunicaríamos las buenas nuevas a Josué en comparación con cualquier otra persona. Solamente porque Josué se sienta atraído a personas del mismo sexo, no lo hace fundamentalmente diferente del resto. Para muchos de mis amigos cristianos que aman a Jesús y luchan con la atracción hacia el mismo sexo, la belleza del evangelio está en que aborda cada área de sus vidas, no solo una expresión de la caída. Todos los que somos creyentes sabemos esto. Sea que alguna vez hayamos sido ateos, mentirosos, musulmanes o fariseos asistiendo a una iglesia, no hay un evangelio específico para «nuestro pecado». Al pie de la cruz, todos estamos igualmente necesitados de la sublime gracia de Dios. Al mismo tiempo, Josué tiene preguntas muy serias que necesitan ser contestadas. De la misma manera en la que un ateo, un musulmán o un religioso necesitarían que el evangelio tratase con ellos personalmente, deberíamos aprender a amar a Josué en su posición en relación con las afirmaciones de Jesús. Él tiene preguntas reales con las que batalla y deberíamos buscar ayudarle a encontrar esas respuestas.
Ideas para tener en cuenta
Para compartir el evangelio con Josué, o con cualquier persona que pueda tener preguntas como las suyas, estas son algunas ideas para considerar:
- Cree en el poder de Jesús para ayudarte.
Compartir el evangelio con un hombre o una mujer homosexual puede ser intimidante para aquellos que jamás han luchado con sentirse atraídos hacia personas del mismo sexo. Como con cualquiera con quien compartimos el evangelio, tememos cómo pueden percibirnos, y quizá, podemos sentirnos tentados a pensar que nunca nos escucharán. El temor del hombre es una trampa peligrosa (Pr. 29:25). Así que, en lugar de aferrarnos a él debemos confiar en el poder de Jesús que hay en nosotros, y no en nuestra suficiencia para llevar el mensaje (Jn. 15:5; 2 Co. 3:5). Debemos saciarnos del evangelio que compartimos porque allí encontramos la fortaleza que necesitamos para ser testigos de Jesús (Hch. 1:8). Cree en el poder de Jesús.
- Mantén a Jesús como lo más importante.
Amigos como Josué a menudo querrán traer el problema de la sexualidad al primer plano en la conversación. Al mismo tiempo, queremos que Jesús y su evangelio sean el centro. Para ayudar con esto, te animo a pedirle a tu amigo que comparta su historia contigo. Pídele que te ayude a entender cómo el ser homosexual se volvió una parte esencial de su identidad. O, si ese no es su caso, pregúntale dónde se encuentra su identidad. Pregúntale si ha habido tiempos difíciles en su travesía. Amar a las personas involucra conocerlas. Mientras haces esto, pregúntale si puedes decirle por qué tú ves tu identidad en Cristo como más importante. Al final, no estamos intentando hacer que las personas sean heterosexuales, queremos que sean salvas. Nunca queremos minimizar los pecados que separan al hombre de Dios, pero a la vez queremos engrandecer a quien nos lleva a Dios. Jesús vino por todo tipo de pecadores y debemos mantener ese mensaje en el centro de toda conversación y relación. También es bueno tener presente que todos los seres humanos son pecadores sexuales—algunos en formas pequeñas, otros en formas más grandes. Esto nos ayuda a reformular la conversación. En lugar de decir: «Tú estás sexualmente corrompido, necesitas ser como nosotros», decimos: «Todos somos pecadores sexuales que necesitamos a Jesús». Jesús es la esperanza para todos nosotros, sin importar cómo la caída se muestre en nuestras vidas.
- Ten una compasión y convicción como la de Jesús.
Los cristianos han pecado en al menos dos maneras importantes cuando se trata de alcanzar a aquellos que se encuentran en la comunidad gay. Por un lado, en un intento de mostrar el amor de Dios, algunos han dejado a un lado la clara enseñanza del mismo Dios de que la homosexualidad es pecado. El amor que está despojado de la verdad no es amor, sino engaño. Este es un pecado grave contra Dios y contra el hombre. Ten una convicción como la de Jesús y habla la verdad en amor. Comparte lo que la Biblia enseña acerca de la actividad homosexual (Mr. 7:21; Ro. 1:24-27; 1 Co. 6:9-10; 1 Ti. 1:10). Comparte que hay un juicio terrible para aquellos que rechazan a Cristo (Ap. 20:11-15). Comparte que hay un gran costo en seguir a Jesús y también una gran esperanza de perdón y libertad para aquellos que lo hacen (Mr. 10:28-30). Habla la verdad en amor. Por el otro lado, algunos han abandonado la compasión y han tenido una actitud de desdeño hacia las personas que practican el pecado homosexual. El amor que está despojado de compasión no es amor, sino hipocresía. Este también es un pecado grave porque no se parece al amor de Cristo para con nosotros. Jesús, el Dios hecho Hombre, era diferente al mundo de pecadores que lo rodeaban, sin embargo, tenía compasión de ellos (Mt. 9:36). Mientras alcanzamos a aquellos en la comunidad gay, debemos esforzarnos en hacerlo con un corazón similar. ¿Qué podría ser más devastador para una persona creada a imagen de Dios que estar perdida en su pecado y para siempre separada del amor de Dios? Pídele a Dios que te ayude a ver los que están en la comunidad gay como él lo hace, a fin de que puedas ministrar con convicción y compasión.
- Haz que la iglesia de Jesús sea central.
Como lo fue para Josué, la comunidad gay es un refugio del rechazo y la perturbación que experimentan muchas personas homosexuales. Por esta razón, encuentran un lugar donde son aceptados en su pecado y adoptados tal como son. Sospecho que uno de los grandes antídotos para esta poderosa herramienta del maligno es la comunidad de la iglesia. Esto puede parecer extraño a la luz de la forma en que muchos demonizan la iglesia por su «intolerancia», pero confío en que a medida que vayamos construyendo relaciones con amigos homosexuales y les invitemos a nuestros hogares y a nuestras vidas, ellos verán la verdadera comunidad de la que sólo han soñado. Esto se fomenta solamente cuando nosotros como iglesia crecemos en dar gracia a nuestros hermanos y hermanas en Cristo que luchan con la atracción al mismo sexo. Uno de los momentos más edificantes que he tenido en la última década, fue cuando un nuevo creyente estaba siendo bautizado y compartió abiertamente su salida de un estilo de vida homosexual. En su testimonio, él describió cómo la iglesia no solo había compartido el evangelio compasivamente, sino que también ahora le estaba ayudando a vivir como un hombre con las luchas de sus viejos deseos. Él dijo que en la iglesia encontró un refugio que lo desafió a no abrazar su pecado y a abrazar al Salvador. Jesús dijo que todos conocerán que somos sus discípulos por nuestro amor (Jn. 13:34-35). Al construir relaciones con amigos homosexuales, invítalos a tu vida para que puedan escuchar el evangelio y también puedan verlo retratado a través de la vida de tu iglesia local.
- Ayuda a responder sus preguntas.
Siempre hay objeciones al evangelio y pocos de nosotros nos sentimos «completamente preparados» para responder dichas objeciones. No obstante, Dios nos llama a presentar defensa de nuestra esperanza en Jesús (1 P. 3:15). Esto quiere decir, que deberíamos ayudar a las personas a luchar con preguntas muy serias. Estas son algunas que Josué ha hecho:
- ¿Por qué crees en algunos versículos del Antiguo Testamento e ignoras otros?
- ¿Por qué Dios me hizo homosexual si él condena eso como un pecado?
- ¿Por qué está mal que dos personas que se aman estén en una relación comprometida?
- ¿Tengo que volverme heterosexual para convertirme en cristiano?
- ¿Por qué Jesús no dijo nada sobre la homosexualidad?
- ¿Qué pasa si me convierto en un cristiano homosexual?
Parte de nuestro llamado como embajadores de Jesús, es ayudar a las personas a superar preguntas como éstas y a ver que la Palabra de Dios sí tiene respuestas. Si no conoces la respuesta, no tengas miedo en decir, «Esa es una pregunta realmente importante, ¿podemos encontrar la respuesta juntos?».
- Ten paciencia.
Sé paciente con ellos. Ten una perspectiva amplia y extendida en la evangelización. Es inusual que compartas el evangelio con alguien y se arrepienta al momento. Puede suceder, pero normalmente el proceso es mucho más largo. Entra en relaciones evangelísticas prolongadas. Somos seres impacientes, lo que nos puede tentar a rendirnos rápidamente cuando no vemos resultados. Las personas son personas, no proyectos. A menudo, no veremos lo que Dios está haciendo en sus vidas. Debes verte a ti mismo como parte de los medios de Dios para ayudarles a ver y escuchar el evangelio de Jesús. El amor es paciente. Muéstrales amor al estar comprometido a largo plazo.
- Cree en el poder de Jesús para salvar.
El evangelio es poder de Dios para salvación (Ro. 1:16-17). Eso significa, que el evangelio para un hombre o una mujer homosexual es el mismo evangelio para un hombre o una mujer heterosexual. La homosexualidad no es el principal pecado, la incredulidad sí. Jesús murió por toda clase de pecados y por toda clase de pecadores. Por tanto, no dudes del poder de Cristo, en cambio, ora fervientemente por corazones blandos, puertas abiertas y frutos duraderos. Confía en la sabiduría y el poder de Dios, no en la tuya. No olvides que cada cristiano es un milagro viviente. Si Jesús puede salvarte, él puede salvar a quien sea, incluyendo a Josué.
Publicado originalmente en la Revista 9Marcas #9 | El Cristiano, La Iglesia Local y la Pornografía | Puedes descargarla gratis aquí