El dominio propio en la vida y teología de Juan Calvino

Al mirar la historia de la Iglesia podemos encontrar un gran número de hombres y mujeres que, en el poder del Espíritu Santo, han experimentado el fruto del dominio propio.
|
|

Al mirar la historia de la Iglesia podemos encontrar un gran número de hombres y mujeres que, en el poder del Espíritu Santo, han experimentado el fruto del dominio propio. En otras palabras, estudiar la historia de la Iglesia es estudiar la historia de personas que al conocimiento le han añadido dominio propio: “Por esta razón también, obrando con toda diligencia, añadan a su fe, virtud, y a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio, al dominio propio, perseverancia, y a la perseverancia, piedad, a la piedad, fraternidad y a la fraternidad, amor” (2 P. 1:5-7). Toda doctrina bíblica —y en este caso, el tema del dominio propio— encuentra su formulación, desarrollo y aplicación en el contexto de la Iglesia. Es así como un estudio bíblico y teológico estará sanamente enriquecido en la medida en que consideremos esa gloriosa «nube de testigos» que ha ido creciendo por más de dos mil años (He. 12:1). Hablar del dominio propio en la historia de la Iglesia tomaría muchas páginas y capítulos. Por tal motivo, quisiera centrarme en un pastor cuya vida se cimentó y arraigó en lo que constituye el mismo fundamento para el dominio propio: la Palabra de Dios y el Espíritu de Dios. Así pues, expondré sobre el dominio propio y la formación del carácter de acuerdo con la teología de la vida cristiana en Juan Calvino (1509-64), con especial atención a lo ocurrido entre los años 1536 y 1539.

La vida cristiana de Juan Calvino

El reformador francés nació en 1509, cuando Martín Lutero (1483-1546) tenía casi 26 años. En 1528, Calvino entró a estudiar leyes. Tres años más tarde, viajó a París para consolidar sus estudios. En ese mismo año, su padre murió. A pesar de enfocar sus esfuerzos en los estudios académicos, algo ocurrió alrededor del 1533: Calvino experimentó una «súbita conversión» por parte de Dios. Si bien él no destinó muchas palabras a esta experiencia, en el prefacio a su comentario a los salmos (1557) indicó que Dios llevó y sometió su mente a ser más enseñable. De la misma manera, y luego de estar imbuido con un «gusto de la verdadera piedad», Calvino describió lo siguiente: «inmediatamente fui inflamado con un deseo tan intenso de progresar [en la piedad], que, aunque no dejé del todo los otros estudios, los perseguí con menos ardor». De esta manera, Dios utilizó su erudición académica para servir a la Iglesia a través de «uno de los pocos libros que han afectado profundamente el curso de la historia». En 1536, la Institución de la religión cristiana vio la luz. Un claro objetivo de esta obra la vemos en su prefacio al rey Francisco I, donde Calvino manifiesta su deseo de instruir en la «verdadera piedad». Calvino dio a conocer el dominio propio cuando aceptó el llamado a pastorear en la ciudad de Ginebra —Suiza— bajo la siguiente advertencia de Guillermo Farel (1489-1565): «te digo, en nombre del Dios todopoderoso, que, si solamente te ocupas de tus estudios, y no nos ayudas a llevar a cabo la obra de Dios, Él te maldecirá, porque estás buscando tu propia gloria y no la de Cristo». Por supuesto que estudiar y escribir no son asuntos pecaminosos. Sin embargo, si queremos que esto sea para la gloria de Dios, se debe realizar bajo la voluntad de Dios. En este caso particular, los estudios y escritos dedicados a la edificación de la Iglesia no podían realizarse en la simple comodidad del escritorio, sino en el contexto de estar involucrado en el trabajo activo de la edificación de la iglesia , lo que implicaba sangre, sudor y lágrimas de alegría y sufrimiento. El objetivo de Farel y Calvino fue la consolidación de la reforma en Ginebra. Esto se fue realizando a través de la predicación del evangelio, como también por medio de la presentación de Artículos que sirvieran para la organización de la iglesia. El proceso de reforma de la iglesia en Ginebra se vio obstaculizado debido a confrontaciones con el gobierno civil y el pueblo. Por un lado, algunas personas rehusaban tomar un juramento donde adoptaban la nueva confesión reformada bosquejada por los predicadores. Por otro lado, Farel y Calvino se oponían a que el magistrado civil tuviera la autoridad para determinar quién participaba de la Santa Cena, además de imponer una liturgia que no era del agrado de Farel y Calvino. Finalmente, la controversia se agudizó al punto de ser expulsados de Ginebra. En 1538, Farel y Calvino tomaron distintos rumbos. El primero se dirigió a Neuchâtel, mientras que Calvino, luego de pasar por Basilea, se estableció en Estrasburgo. En Estrasburgo, Calvino comenzó a pastorear a una comunidad de franceses. Este pastoreo se dio en la medida en que al mismo tiempo Calvino era pastoreado por Martin Bucer (1491-1551). De hecho, «los tres años en Estrasburgo, cambiaron a Calvino». La influencia de Bucer y sus amigos fue de gran ganancia para él. Esto fue importante para desarrollar el dominio propio, en especial cuando a veces el temperamento de Calvino no ayudaba en la edificación de la iglesia. En esta misma línea, Bucer le ayudó a ver algo esencial en la reforma de toda iglesia, y que Calvino —y cada uno de nosotros— tenía que aprender: la predicación del evangelio de la gracia está directamente ligada al carácter evangélico y lleno de gracia del predicador. En resumen, el dominio propio está profundamente ligado a la humildad y al reconocimiento de nuestros pecados. Fue en este contexto en el cual Calvino escribió la segunda edición de la Institución, y en el último capítulo —de la vida cristiana— muestra el fruto e influencia de su amistad con Bucer.

La teología de la vida cristiana en Juan Calvino

Luego de considerar de manera muy breve el contexto histórico, creo que haríamos un buen ejercicio al responder la siguiente pregunta: ¿cómo podríamos crecer en santidad y así desarrollar la templanza o dominio propio? Para esto, quisiera enumerar algunos puntos extraídos del capítulo sobre la vida cristiana de la segunda edición de la Institución de la religión cristiana. Primero, debemos entender que «la santidad es el propósito de nuestro llamado» y que, al estar reconciliados con el Padre, Cristo nos es dado como «modelo de inocencia, cuya imagen debe ser reflejada en nuestras vidas». Sin santidad, «nadie verá al Señor» (He. 12:14). Lo esencial en la vida cristiana —y en especial cuando se trata de nuestro carácter— es comprender de manera experiencial que el mismo Cristo que nos es dado para nuestra justificación, es dado para nuestra santificación. En segundo lugar, debemos ser conscientes que la teología de la vida cristiana no es algo que se queda meramente en unas páginas o en nuestros labios. La teología es para toda la vida. En palabras de Calvino: «el evangelio es enseñanza dirigida no para la lengua, sino para la vida». Tercero, el punto anterior nos lleva a entender dos cosas. La práctica del dominio propio implica que no somos nuestros y que, si somos del Señor, lo hacemos todo para su gloria al entender que es con Dios con quien estamos tratando. En cuarto lugar, la práctica del dominio propio —en el contexto de negarnos a nosotros mismos— nos lleva a entender que los dones que hemos recibido, no son nuestros, sino que son para ser donados a la iglesia. Finalmente, la vida en Cristo nos enseña dos cosas, a no despreciar este mundo y, a la vez, anhelar la vida en la eternidad. Calvino nos enseña que «los creyentes no deben desarrollar un desprecio por la vida presente que produce odio por esta o ingratitud hacia Dios […] es aquí donde comenzamos a probar cuán dulce es su bondad en las bendiciones que nos otorga». De la misma manera, «en vista de las muchas miserias de la vida», los cristianos debemos «meditar en la vida venidera […] porque si el cielo es nuestro hogar ¿qué más es la tierra sino un lugar de exilio y destierro?».

Conclusión

El dominio propio es un fruto del Espíritu que demuestra quién domina nuestros corazones. En el caso del cristiano, es Cristo mismo. Pienso que nuestras iglesias podrán ser grandemente edificadas si aplicamos algunos principios que nos muestra la teología de Calvino. En especial cuando entendemos la profunda relación que existe entre el estudio teológico, el trabajo pastoral y el corazón de los pastores y creyentes. Nuestros contextos no solamente necesitan una buena teología y una buena predicación, sino también hombres y mujeres que vivan de acuerdo a lo que confiesan. Esto quiere decir que el carácter —y el dominio propio— son clave en el continuo estudio teológico, así también en el continuo crecimiento ministerial.

Israel Guerrero Leiva

Israel Guerrero Leiva (chileno) posee un Máster en Teología (M.Th.) en el Seminario Teológico de Edimburgo y Universidad de Glasgow, Escocia. Actualmente está realizando un Ph.D. en Teología Sistemática en la Universidad de Edimburgo. Junto con su esposa Camila y sus dos hijas —Emma y Eilidh— son miembros de la Free Church of Scotland. Su pasión es contribuir a la formación teológica reformada de los futuros teólogos y plantadores de iglesias en el mundo hispanohablante. Es administrador de la página de Facebook “Bavinck y Kuyper en español”.

Artículos por categoría

Artículos relacionados

Artículos por autor

Artículos del mismo autor

Artículos recientes

Te recomendamos estos artículos

Siempre en contacto

Recursos en tu correo electrónico

¿Quieres recibir todo el contenido de Volvamos al evangelio en tu correo electrónico y enterarte de los proyectos en los que estamos trabajando?

.