El arte de terminar bien: lecciones bíblicas para el cierre de etapas

¿Cómo nos preparamos, bíblicamente, para terminar bien una temporada de nuestra vida?
Foto: Light Stock

Hay un tiempo señalado para todo, y hay un tiempo para cada suceso bajo el cielo:
Tiempo de nacer, y tiempo de morir;
Tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado…
Tiempo de buscar, y tiempo de dar por perdido (Ec 3:1-2, 6).

Cuando nace un nuevo hijo, se planta un nuevo cultivo; se emprende un nuevo proyecto, se busca una nueva fase, título, carrera, amistad, resolución, matrimonio, casa; sentimos una nueva emoción y anticipación. Entramos en una nueva temporada sintiendo esperanza por el futuro. Invertimos mucho en sueños, planificación, energía y a menudo dinero en nuestros comienzos, lo que explica todos los libros, videos y entrenadores que ofrecen ayuda para comenzar bien.

Pero no hay tanta ayuda disponible que nos enseñe cómo terminar bien. Probablemente porque la demanda es mucho menor. Normalmente no disfrutamos el pensar o planear los finales, porque los finales son despedidas. Son cierres de capítulos que a menudo nos dejan sintiendo arrepentimiento, dolor o confusión sobre quiénes somos y cuál es nuestro propósito en el futuro, o una mezcla de todo lo anterior.

¿Los comienzos son mejores?

Pero el final de una temporada, a menudo, es más importante que su comienzo. Cuando una persona muere, podemos ver mucho más claramente quién resultó ser en realidad, lo cual es eternamente significativo. Cuando se cosecha un cultivo, sabemos qué fue lo que la temporada y la diligencia agrícola realmente produjeron. Cuando una etapa de la vida termina, vemos, al menos en cierto grado, el verdadero fruto de todos nuestros sueños, planificación, trabajo e inversión.

Por eso la Biblia dice: “Mejor es el fin de un asunto que su comienzo” (Ec 7:8). En un comienzo, cuando miramos hacia adelante, imaginamos un futuro posible, no uno real. Y nuestra visión siempre es una mezcla de motivos buenos y malos, amor y ambición egoísta, servir a Jesús y servirnos a nosotros mismos. Pero al mirar hacia atrás, vemos la realidad con mayor claridad y de qué manera varios factores afectaron aquello que comenzamos, incluyendo nuestro pecado interior, la bondad llena del Espíritu, nuestras fortalezas y debilidades, y la futilidad incrustada en esta era creada (Ro 8:20-21), entre otros.

En otras palabras, los finales suelen ser más veraces que los comienzos. Una revisión del día por la noche es más veraz que el optimismo con cafeína de las buenas intenciones de la mañana.

Los finales suelen ser más veraces que los comienzos. / Foto: Light Stock

Entonces, ¿por qué una dosis sobria de retrospectiva realista es mejor que una euforia optimista de prospecto optimista?

  • Porque la sabiduría no quiere construir su casa sobre la arena de la fantasía. Quiere construir sobre la roca sólida de la verdad.

  • Porque al final de una cosa, más que al principio, vemos nuestra necesidad de una esperanza mejor y más duradera que cualquier cosa que pudiéramos construir aquí (Heb 13:14).

  • Y porque a menudo un final, más que un comienzo, expone nuestros ídolos: aquellas cosas o personas en las que hemos puesto falsa esperanza y de quienes hemos obtenido un sentido de identidad equivocado.

Los finales suelen ser mejores que los comienzos porque nos señalan más poderosamente a Dios como nuestra única esperanza.

Los finales a menudo superan los comienzos, pues nos recuerdan con mayor fuerza que solo en Dios encontramos nuestra verdadera esperanza. / Foto: Pexels

Un mentor para un “tiempo de dar por perdido”

Para cada “tiempo de buscar”, hay “un tiempo de dar por perdido” (Ec 3:6). Aprender a terminar bien, a dejar ir bien, es uno de los temas más descuidados en el discipulado cristiano occidental. Hay poca enseñanza y guía para navegar estas aguas complicadas. Quizás no sea sorprendente que los líderes cristianos luchen frecuentemente para dejar el liderazgo, que las iglesias tengan dificultades con las transiciones de liderazgo, y que los cristianos en general, con mucha frecuencia, experimenten confusión y desorientación al final de varias temporadas de vida y ministerio.

Pero Dios nos ayudará. Una forma de prepararnos para nuestro “tiempo de dar por perdido” y ayudar a otros a hacer lo mismo, es orar intencionalmente al respecto. Dios puede hacer que nuestra transición de una temporada sea única y poderosa para glorificar a Jesús.

Mi mentor y modelo favorito para “un tiempo de dar por perdido” es Juan el Bautista. Al final de su temporada de llamado, esta voz en el desierto (Jn 1:23), este segundo Elías (Mt 11:13-14), este hombre más grande que cualquier otro nacido de mujer (Mt 11:11), que cruzó Israel como un cometa profético, cuando vio cómo su gran ministerio era eclipsado por la brillante estrella de la mañana (Ap 22:16), y dijo:

Por eso, este gozo mío se ha completado. Es necesario que Él crezca, y que yo disminuya (Jn 3:29-30).

Aquellas palabras, tanto como cualquier otra cosa que Juan haya dicho, revelaron el corazón que lo hizo tan grande. Él entendió cuál era el propósito de su vida: ¡Jesús! El principio de su ministerio se trataba de Jesús y, aún más, su final. Y eso es de lo que se trata cada final de cada temporada de nuestras vidas: el aumento de Jesús en nuestra disminución.

Una forma de prepararnos para nuestro “tiempo de dar por perdido” y ayudar a otros a hacer lo mismo, es orar intencionalmente al respecto. / Foto: Envato Elements

Cueste lo que cueste, Señor

Habrá un momento dado por Dios para salir de cada papel que asumimos. Algunos finales se sentirán dulces y claros; otros se sentirán amargos y confusos. Por lo tanto, se requiere un tipo diferente de sabiduría para terminar bien que para empezar bien. Se requiere humildad impulsada por el Espíritu y fe empoderada por el Espíritu para confiar en la soberanía, sabiduría y bondad de Dios en esas transiciones.

Debemos prepararnos para estos momentos o, mejor aún, debemos pedirle a Dios que nos prepare, para que al final de cada momento, digamos con Juan el Bautista: “Él debe aumentar, y yo debo disminuir”.

Cueste lo que cueste, Señor, aumenta mi amor por Tu supremacía y mi confianza en Tus propósitos sabios, para que, cuando sea el momento de salir de algo para lo que me has designado por una temporada, reciba la disminución en la influencia personal con fe gozosa.


Este artículo se publicó originalmente en Desiring God.

Jon Bloom

Jon Bloom sirve como autor, parte del directorio, y co-fundador de Desiring God y ha publicado tres libros. Not by Sight (2013), Things Not Seen (2015), and Don’t Follow Your Heart (2015). Él vive en Twin Cities con su esposa, Pam, sus cinco hijos, y su travieso perro.

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