Así es cómo el Antiguo Testamento trae esperanza para hoy

Libro tras libro, el Antiguo Testamento canta una misma melodía: Dios es fiel, y en Su fidelidad hay esperanza para cada mañana.
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Un amado himno nos ha dado palabras a las cuales aferrarnos en las temporadas más difíciles de la vida:

Perdón por el pecado y una paz que perdura,

Tu propia presencia para animar y guiar,

Fuerza para hoy y una radiante esperanza para el mañana,

¡Bendiciones, todas mías, con diez mil más!

Estas palabras se cantan continuamente, y con tanta resonancia, porque en tierras secas y áridas como la nuestra, la esperanza puede ser difícil de encontrar. ¿Has sentido de manera constante una radiante esperanza para el mañana durante el último año?

Cuando recordamos lo que sucedió con la pandemia de COVID, esto pareció arrancar la esperanza de muchos, no porque no existiera la expectativa de que llegaría una vacuna y el virus pasaría, sino por la forma cómo los cristianos actuaron unos con otros, incluso dentro del mismo cuerpo local. Las tensiones cada vez más profundas parecen haber estrellado nuestras esperanzas de comunidades evangélicas multiétnicas contra las rocas de los debates sobre raza y justicia. La idolatría política, con sus tintes de uno y otro partido, pareció haber opacado la fragancia de esperanza que debería caracterizar al pueblo de Cristo. Los pantanos venenosos de las selvas de las redes sociales parecieron haber sofocado el aire fresco de esperanza que una vez compartimos. Y podríamos seguir y seguir: matrimonios imposibles, hijos rebeldes, enfermedades persistentes, dolor crónico, pérdidas inesperadas, decepciones y fracasos, dolor y sufrimiento, y tantas otras sombras en nuestras historias. ¿Se puede encontrar esperanza aquí?

Aun en medio del caos, la división y el sufrimiento, seguimos preguntándonos si es posible hallar esperanza. / Foto: Unsplash

Como dijo Job acerca de la sabiduría, podríamos decir lo mismo de la esperanza: “Dios entiende el camino de ella, y conoce su lugar” (Job 28:23), porque Él es su lugar. Él es el Dios de la esperanza (Ro 15:13), y como nos dice Pablo, Su Palabra es el manantial de nuestro aliento. Y la “Palabra” particular que Pablo tenía en mente, al menos aquí, era el Antiguo Testamento.

Una fuente sorprendente de esperanza

El libro de Romanos rebosa de esperanza. Se nos dice que nos regocijemos en la esperanza (Ro 12:12). Más específicamente, debemos regocijarnos y gloriarnos en la esperanza de la gloria de Dios (Ro 5:2). Se nos dice que soportar el sufrimiento produce un carácter piadoso, y ese carácter produce esperanza (Ro 5:3-5). Somos salvos en la esperanza de ser adoptados como hijos y recibir cuerpos redimidos como nuestro Señor resucitado y ascendido (Ro 8:24). Incluso la creación misma fue sometida a la inutilidad, en esperanza (Ro 8:20).

Dios, por medio del apóstol Pablo, brinda al lector una ráfaga de esperanza a medida que la carta se acerca a su fin en Romanos 15. En el contexto de relaciones difíciles, donde la esperanza puede ser especialmente difícil de encontrar, instruye a los que son fuertes en la fe a humillarse y amar a los débiles, imitando a Cristo, quien buscó el bien de Su prójimo y no buscó agradarse a Sí mismo.

El libro de Romanos rebosa de esperanza. / Foto: Jhon Montaña

El apóstol fundamenta este amor recurriendo al Antiguo Testamento, diciendo: “Porque todo lo que fue escrito en tiempos pasados, para nuestra enseñanza se escribió, a fin de que por medio de la paciencia y del consuelo de las Escrituras tengamos esperanza” (Ro 15:4). Dice esto del Antiguo Testamento. Cuando las pruebas han surgido y la esperanza ha disminuido, ¿con qué frecuencia has recurrido a Génesis o Levítico, a los Salmos o Proverbios, a Isaías o Ezequiel?

Observa cómo Pablo, en Romanos 15, se basa en varias partes del Antiguo Testamento para infundir esperanza. No hay lugar en el Antiguo Testamento donde no se pueda encontrar esperanza. Pablo cita Deuteronomio 32 (Ro 15:10), 2 Samuel 22 (Ro 15:9), los Salmos 18 y 117 (Ro 15:9, 11) e Isaías 11 (Ro 15:12). Todo el Antiguo Testamento, desde la creación hasta la maldición y la promesa, pasando por la fundación y la caída de Israel, hasta la reconstrucción del templo, todo ello nos muestra y nos enseña que Dios hará lo que dice que hará. Todo ello canta sobre nosotros: “Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre, para que se arrepienta. ¿Lo ha dicho Él, y no lo hará? ¿Ha hablado, y no lo cumplirá?” (Nm 23:19).

El Antiguo Testamento revela que Dios siempre cumple lo que promete. / Foto: Unsplash

Historia tras historia, profecía tras profecía, promesa tras promesa, liberación tras liberación, salmo tras salmo, oración tras oración, todo da testimonio del Dios cuya fidelidad nunca fallará. Es lógico que Pablo termine la primera mitad de Romanos 15 con estas palabras llenas de esperanza:

Y el Dios de la esperanza los llene de todo gozo y paz en el creer, para que abunden en esperanza por el poder del Espíritu Santo (Ro 15:13).

Cada relato del Antiguo Testamento testifica que la fidelidad de Dios jamás falla. / Foto: Lightstock

Esperanza del ayer, para el mañana

El otoño pasado, guié a estudiantes de primer año de universidad a lo largo del Antiguo Testamento en el Bethlehem College and Seminary. Aunque todos habían leído porciones del Antiguo Testamento antes, algunos nunca lo habían leído de principio a fin, desde Génesis hasta Malaquías. Al final de la clase, se les pidió a los estudiantes que resumieran el mensaje de cada uno de los 39 libros.

A mitad del semestre, algunos de los estudiantes, casi con exasperación, observaron que sus resúmenes comenzaban a sonar iguales. “¿Cómo así?”, les pregunté. “Bueno”, respondieron, “¡es que el Señor sigue mostrando Su fidelidad en medio de la infidelidad de Israel, libro tras libro!”. Un momento maravilloso para cualquier maestro. Estaban descubriendo lo que Pablo había experimentado: que lo que fue escrito en tiempos pasados fue escrito para que pudiéramos recordar la incansable fidelidad de Dios. En otras palabras, para que pudiéramos tener esperanza.

Lo escrito en el pasado nos recuerda la fidelidad de Dios y renueva nuestra esperanza. / Foto: Unsplash

La fidelidad de Dios para hacer lo que dijo que haría y ser quien dijo que sería, es la gran fuente de una esperanza profunda y duradera. Romanos 15:8-9 dice: “Pues les digo que Cristo se hizo servidor de la circuncisión para demostrar la verdad de Dios, para confirmar las promesas dadas a los padres, y para que los gentiles glorifiquen a Dios por Su misericordia”.

El ánimo del Antiguo Testamento nos dirige hacia atrás, a los fieles ayeres del Señor, para avivar nuestra esperanza ante cualquier cosa que el mañana pueda traer. Descuidar el Antiguo Testamento es abandonar un pozo de agua refrescante y vivificante mientras caminamos por tierras secas y áridas. Libro tras libro canta: “¡Grande es Tu fidelidad!”.

No hay necesidad de buscar esperanza donde no se encontrará, especialmente en los días cuando más la necesitamos. La esperanza está en una Persona. Eso nos dice el Antiguo Testamento.


Publicado originalmente en Desiring God.

Lewis Guest

Lewis Guest IV (@satisphid) es pastor asociado en Jubilee Community Church. Es graduado e instructor de Biblia y teología en Bethlehem College & Seminary. Él y su esposa, Elizabeth, tienen dos hijos.

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