Diez críticas a la predicación de John Piper

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PRESENTADOR:

John Piper ha predicado miles de sermones ante cientos de miles de personas en todo el mundo. Solo el Señor conoce la cifra exacta. Sean cuales sean las cifras exactas, son muchos sermones delante de mucha gente. Y un joven predicador quiere saber, pastor John, cómo ha sido criticada su predicación a lo largo de los años. Él escribe lo siguiente. “Me llamo Aaron y soy un joven predicador de Australia. Pastor John, leí su libro Exultación expositiva. Me pareció muy útil. Mi pregunta para usted es la siguiente: en sus primeros años, y quizás incluso ahora, ¿qué tipo de críticas ha recibido por su predicación? En particular, ¿ha recibido críticas por su tono o por el volumen con el que predica? Me encanta su pasión, pero ¿alguna vez le han hecho comentarios diciéndole que ajuste el tono, la dinámica y la expresión? ¿Qué ha hecho con las críticas y qué ha aprendido de ellas a lo largo de los años?”.

JOHN PIPER:

Aaron pregunta por el volumen, el tono y la dinámica, pero permíteme ampliarlo y darles diez críticas que ha recibido la predicación de John Piper a lo largo de los años, y cómo he intentado responder a cada una de ellas. Mi respuesta incluye lo que él pregunta, pero también algo más.

1. “Hablas con un volumen de voz demasiado alto”

La primera crítica es la que me parece más graciosa. Char Ransom —mi amada hermana en Cristo que ya está en la presencia de Jesús— fue una de mis grandes animadoras en mis primeros años como pastor en Bethlehem. Me dijo a los quince años de mi ministerio: “Me gustaba el primer John Piper”. Yo pensé: “Oh, oh”, y le pregunté: “Bueno, ¿qué quieres decir, Char?”. Ella dijo: “El maestro, no el gritón”. Ahora bien, ella lo dijo con un brillo en sus ojos, y fue una oyente leal por otros quince años, pero yo traté de tomar eso en serio y hacer lo que les he dicho a tantos jóvenes que hagan.

Haz todo lo posible para mostrar tus afectos si son reales, pero asegúrate de que correspondan con las realidades del texto y de que sean variados, porque cualquier tono o volumen único sostenido a lo largo del sermón comenzará a rechinar en el oído de los oyentes y a sonar artificial al cabo de un rato si no es variado. Así que hay que cultivar la variedad, la autenticidad, y ajustarnos al texto y al público. Creo que ella nunca llegó a la conclusión de que yo había hecho un buen trabajo al respecto, pero algunas personas pueden amarte a pesar de todo.

2. “Se te va la voz”

Temprano en mi ministerio, mi esposa me dijo: “Se te va la voz al final de las frases, Johnny. La gente no puede oír el final de tus frases”. Y era verdad. Yo la escuché. Creo que eso les pasa a muchos pastores jóvenes: adquieren un mal hábito. Era simplemente un mal hábito. No tenía ninguna incapacidad física. Solo era una costumbre aprendida que debía corregir, y creo que pude superarla (al menos, ella no ha dicho nada al respecto desde hace unos veinte años). Así que gracias, Noël, por tus buenos consejos. Las esposas suelen ser tus mejores críticas.

3. “Pierdes el contacto visual”

“No miras todas las secciones donde está la congregación. Tu contacto visual con sectores significativos de tus oyentes es inexistente. Parece que miras en estas dos o tres direcciones, pero ignoras las demás. No miras a esa parte de la gente. No miras al balcón”. Eso fue extremadamente útil, y supe que era verdad tan pronto me lo dijeron.

Para un nuevo predicador, solo conseguir el contenido correcto del sermón es un gran desafío, ¿cierto? Y no quedan muchos recursos mentales para pensar: “Oh, y ahora ¿hacia dónde debo mirar mientras predico?”. Pero con un poco de esfuerzo, y la relajación que viene de la experiencia, puedes superar eso. Entonces puede convertirse en algo natural mirar a todos los sectores de la congregación durante la predicación.

4. “Usas demasiado algunas palabras”

“Usas demasiado algunas palabras”. Aquí habla de nuevo mi esposa, quien es mi más importante crítica. Este ha sido un problema recurrente a lo largo de los años. No lo he resuelto. No sé si alguna vez se resuelve (al menos yo no lo sé). Ella tiene que decirme esto cada cierto tiempo. “Usas la palabra ‘increíble’ muy a menudo”. “Usas la palabra ‘absolutamente’ muy a menudo”. “Usas la palabra ‘precisamente’ muy a menudo”. “Usas la palabra ‘asombroso’ muy a menudo”. Esas críticas han venido separadas por tres o cuatro años entre sí.

Supongo que por eso insisto tanto en que los predicadores jóvenes piensen seriamente en encontrar formas frescas de decir las cosas, porque a menudo piensan que si solo dicen lo que les sale naturalmente, sonarán frescos. Eso no es así. No sonarán frescos; sonarán como si estuvieran estancados. Volvemos a nuestras formas naturales, a las palabras conocidas. Y las palabras familiares empiezan a sonar trilladas, lo cual comunicará a la gente: “Él realmente no está viendo bellezas frescas en la Biblia y en Cristo. Solo dice lo mismo una y otra vez”.

5. “Suenas enojado”

“Suenas enojado”. ¿En serio? ¡Vaya! No quiero sonar enojado. No estoy enojado. Incluso he dicho: “No estoy enojado”. ¿Y qué me responden? “Pareces enojado cuando dices que no estás enojado”. Bueno, eso es lo que parece. Recuerdo que tuve que dejar de escuchar a Martyn Lloyd-Jones —y me encanta Martyn Lloyd-Jones— porque sonaba enojado. Lo escuchaba y pensaba: “Para mis oídos estadounidenses, este galés gruñón parece enojado”. No está enojado, pero suena enojado.

Así que hice un esfuerzo consciente para orar: “Señor, lléname de gozo real y auténtico. Lléname de humilde asombro ante Tu gracia, y deja que eso se derrame en mi predicación. No permitas que me enoje ni que suene enojado”. En otras palabras, creo que la mejor manera de eliminar los malos sonidos al predicar no es principalmente intentando no sonar de cierta manera, sino sonando de una mejor manera porque realmente sientes esa mejor manera.

6. “Usas palabras que la gente no conoce”

“Usas palabras que la gente no conoce”. ¿Qué? ¿La gente no conoce la palabra “obsequioso”? ¿La gente no conoce las palabras “parsimonioso”, “pusilánime”, “lascivo”? Por supuesto que no. Así que, sé realista, Piper. ¿Quieres impresionar o quieres comunicar? Quiero comunicar. Entonces, hice todo lo posible por corregir eso. Y ahora soy muy estricto con nuestros estudiantes de seminario cuando se trata de llevar su jerga académica al púlpito. Utilicen un lenguaje común.

Pero creo que hay un lugar para enseñar palabras, palabras que sería bueno que la gente conociera y que normalmente no conoce. Palabras como “propiciación”, “expiación”, “redención”, “santificación”, “glorificación”, y muchas otras que quizás no formen parte del vocabulario habitual de la gente. Creo que es posible hacer esto sin que suene académico o demasiado erudito en el púlpito.

7. “Tu predicación es demasiado compleja”

“Tu mensaje es demasiado complejo. Nos sobrepasa”. Recuerdo que una pareja me dijo eso durante mi segundo año —o tal vez en mi primer año— en Bethlehem, y se fueron de la iglesia. Simplemente dejaron la iglesia. Así que he intentado esforzarme por hacer que las cosas complejas sean más comprensibles. Creo que todas las grandes verdades de las Escrituras pueden explicarse en un lenguaje comprensible —no necesariamente aceptable, pero comprensible—, lo que nos lleva a la siguiente crítica.

8. “Tienes énfasis desproporcionados”

“Tu predicación está demasiado orientada a la gloria de Dios, es demasiado calvinista”. “Está demasiado desfasada con la cultura contemporánea en temas como la sexualidad y las relaciones de hombres y mujeres”. “Es demasiado tajante e intransigente sobre el pecado del aborto”. Y así sucesivamente. Ahora bien, este tipo de críticas solo me preocupaban no por el contenido —no iba a cambiar los puntos de vista bíblicos para adaptarlos al público—, sino por la proporción. Por eso, traté de adquirir el hábito de revisar mis énfasis y preguntar a los demás para ver si se estaba enfatizando algo que era bueno y verdadero, pero que tal vez estaba fuera de proporción con otras verdades de las Escrituras.

9. “Te falta aplicación”

“No das suficiente aplicación, Piper. Te centras principalmente en la exposición, y no lo suficiente en la aplicación a situaciones de la vida real”. Y mi respuesta a esto ha sido probablemente inadecuada. De hecho, Tony, me pregunto si el tiempo y esfuerzo dedicado en este podcast, John Piper Responde, es mi forma de hacer penitencia por todos esos años sin diez minutos de aplicación al final del sermón. Me estoy poniendo al día.

Si tratara de defenderme, diría algo como esto —y quizás sea inadecuado—: “Trato de hacer la exposición de tal manera que, incluso mientras la hago, se sienta como una aplicación. Que parezca relevante para situaciones de la vida real. No sé si lo he conseguido”.

10. “Predicas demasiado tiempo”

“Predicas demasiado tiempo”. Muchas cosas afectan la duración de un sermón en una iglesia local:

  • Agotar a los voluntarios que cuidan a los niños. Pobres servidores de la guardería, allí abajo esperando que este sermón interminable finalice.
  • Gestionar el flujo del estacionamiento. Si hay dos servicios, hay que despejar el estacionamiento.
  • El hambre de tu gente. ¿Pueden soportarlo?

Y mi respuesta a esta crítica de la duración de los sermones ha sido que intentaré mantener el pulso de la gente y todas esas otras consideraciones, y no esperar ni exigir a mi gente más de lo que pueden recibir con gusto (además de los otros factores). Pero en general, he encontrado que es difícil para mí hacer una exposición adecuada y fiel semana tras semana en mensajes de menos de 45 minutos. Y la gente parece relajarse alegremente en esa rutina.

Así que, lo que espero que Aaron escuche en todo esto es que todos seremos criticados. Hay una manera de tomarlo con cierta medida de seriedad y hacer de estas críticas parte del proceso de mejora a lo largo de toda una vida de predicación.


Episodio original en inglés: https://www.desiringgod.org/interviews/ten-criticisms-of-john-pipers-preaching

John Piper

John Piper

John Piper (@JohnPiper) es fundador y maestro de desiringGod.org y ministro del Colegio y Seminario Belén. Durante 33 años, trabajó como pastor de la Iglesia Bautista Belén en Minneapolis, Minnesota. Es autor de más de 50 libros.

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