Levítico es el libro donde muchos planes de lectura bíblica mueren. Aquellos que comienzan bien en Génesis y Éxodo se encuentran, como el pueblo de Israel, tropezando en el desierto en Levítico y Números, desesperados por encontrar su camino a la historia de David o las cartas de Pablo. Muchos tropiezan porque nadie les ha enseñado el ABC del sistema sacrificial. Las instrucciones sobre los arreglos de las partes animales, el esparcimiento de la sangre, y las emisiones corporales son incomprensibles hasta que aprenden la gramática básica del mundo levitical.
Una vez que entendimos lo básico, sin embargo, encontramos que no solo somos capaces de leer Levítico con más entendimiento, sino que también somos capaces de ver la profundidad del resto de las escrituras, incluyendo las cartas de Pablo que antes estaban escondidas. Considera las siguientes oraciones, ocultas en su exhortación a los Filipenses para que hicieran todo sin quejas:
Pero aunque yo sea derramado como libación sobre el sacrificio y servicio de su fe, me regocijo y comparto mi gozo con todos ustedes. Y también ustedes, les ruego, regocíjense de la misma manera, y compartan su gozo conmigo (Fil 2:17-18).
El lenguaje aquí es levitical y en etapas; se nos invita a que consideremos la vida cristiana, y el ministerio hacia otros, a través de los anteojos de Levítico. Pablo asume que sus lectores estarían familiarizados con todos los tipos de sacrificios y ofrendas, y por eso serían capaces de comprender el objetivo de su ministerio y el de sus vidas.
El todo de mí para el todo de ti
Pablo hace referencia a dos ofrendas: la ofrenda de libación y la sacrificial (literalmente, “el sacrificio y servicio de su fe”). La última es muy probablemente una referencia a la ofrenda elevada, comúnmente llamado “el holocausto de aroma agradable al Señor”.
El holocausto de aroma agradable es el punto de inicio del Antiguo Testamento en el que el adorador pone las manos sobre el animal puro para que el mismo represente al adorador pecador. Se mata al animal, su sangre es drenada y luego esparcida sobre el altar por el sacerdote. Luego de esto, el sacerdote acomoda las partes del cuerpo desmembrado sobre el altar, con un enfoque particular sobre la cabeza y las porciones de la grasa. Finalmente, el sacerdote quema al animal, que representa al adorador, para que se eleve hacia Dios en el humo como un aroma fragante.
Esta ofrenda es una clara imagen de rendición completa, de nuestro sentido deseo de acercarnos al Dios santo y viviente a pesar de nuestra pecaminosidad. En ella, el adorador confiesa, en esencia: “Todo de mi para ti, oh Dios”. Pablo toma este elemento del sistema sacrificial en Romanos 12:1-2:
Por tanto, hermanos, les ruego por las misericordias de Dios que presenten sus cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios, que es el culto racional de ustedes. Y no se adapten a este mundo, sino transfórmense mediante la renovación de su mente, para que verifiquen cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno y aceptable y perfecto.
En el nuevo pacto, en lugar de ofrecer un animal con fuego y humo, nos ofrecemos a nosotros mismos (nuestros cuerpos y mentes) como servicio espiritual y adoración a Dios. Presentamos los miembros de nuestros cuerpos a Dios como Sus instrumentos, y sometemos nuestras mentes y corazones a la verdad de Su Palabra. Y como Pablo clarifica en Filipenses, hacemos todo esto por fe. Cada cristiano vive ahora como una ofrenda elevada, diariamente presentándonos a Dios a través de la fe en Cristo.
Y por supuesto, la razón más profunda por la que ahora podemos hacer esta ofrenda espiritual de nuestros cuerpos y mentes es que Cristo ha cumplido con el sistema sacrificial levitical al ofrecerse a Sí mismo en la cruz. Cristo entró al lugar celestial santo, “y no por medio de la sangre de machos cabríos y de becerros, sino por medio de su propia sangre, entró al Lugar Santísimo una vez para siempre, habiendo obtenido redención eterna” (Heb 9:12). Cristo ofreció un mejor sacrificio que toros y machos cabríos al derrotar al pecado de una vez y para siempre por Su sacrificio de Sí mismo (Heb 9:26) Nos ofrecemos por completo a Dios solo gracias al sacrificio definitivo de Cristo.
Derramados por Su sacrificio
Recuerden, sin embargo, que Filipenses 2 menciona una segunda ofrenda con la que el apóstol se identifica a sí mismo y a su ministerio: “Pero aunque yo sea derramado como libación…”. Nuevamente, con el ABC de Levítico en mano, recordamos que junto con la ofrenda elevada también había ofrendas secundarias como el tributo o la ofrenda de grano, representando el trabajo y obra del adorador. Si la ofrenda elevada es el plato principal, la ofrenda tributaria es un plato acompañante.
En el libro de Números aprendemos que una vez que Israel entrara en la Tierra Prometida debían ofrecer no solo grano sino ofrendas de libación. Debían también derramar vino en el altar junto con el grano. Aquí hay un punto crucial: de acuerdo con Números 15, cada ofrenda elevada hecha en la Tierra Prometida debía ser acompañada por una ofrenda de grano y una libación. Cada hamburguesa venía con papas y soda.
Entonces, ¿qué tiene que ver eso con Filipenses? Pablo dice que cada uno de los Filipenses es ofrecido como un sacrificio vivo, como ofrenda elevada. Y el trabajo de él por el gozo y fe de ellos es la ofrenda de libación a un lado del altar. Él está siendo derramado para que ellos puedan ser ofrecidos. Entonces, él desea ser derramado hasta el fondo, es decir, hasta la muerte.
¿No es esta una impresionante, bíblica y levitical imagen de la iglesia y la vida cristiana? Todos somos llamados a ofrecernos a nosotros mismos por completo a Dios. “El todo de mi para ti, oh, Dios, por causa de Jesús”. Rendimiento total. Cada uno de nosotros es una ofrenda elevada que se presenta diariamente a Dios, renovando nuestras mentes con Su verdad y presentando nuestros cuerpos como un sacrificio vivo. Esta es nuestra adoración espiritual.
Siguiendo el ejemplo del apóstol, sin embargo, cada uno de nosotros también es llamado a ser una ofrenda de libación para otros. Somos llamados a ser derramados como un complemento a Sus vidas de servicio sacrificial, que glorifica. Como Pablo, trabajamos, corremos y damos para que otros sean puros y sin mancha para el día de Cristo. Nos derramamos para que otros puedan ofrecerse a sí mismos como sacrificio elevado.
Ofreciéndonos unos a otros a Dios
Este trasfondo levitical moldea nuestra visión de la vida cristiana y el ministerio a otros. Por ejemplo, considera cómo esta visión del servicio cristiano reorienta nuestra labor para pastorear a nuestros hijos; para empezar, no les estamos únicamente pidiendo que ofrezcan su obediencia a nosotros, sino que estamos apuntando a un sacrificio y servicio vivo a Dios por fe. Cuando exhortamos a nuestros hijos a no quejarse y refunfuñar sino a ofrecer obediencia animada, gozosa y completa, los estamos llamando a decir con contentamiento: “El todo de mi para ti, oh, Dios, a través de Jesucristo Tu Hijo”.
O considera cómo esta visión moldea nuestras oraciones. Cuando Pablo dice que él está siendo derramado como libación, esto incluye las oraciones que él ofrecía por los Filipenses al comienzo de su carta.
Y esto pido en oración: que el amor de ustedes abunde aún más y más en conocimiento verdadero y en todo discernimiento, a fin de que escojan lo mejor, para que sean puros e irreprensibles para el día de Cristo; llenos del fruto de justicia que es por medio de Jesucristo, para la gloria y alabanza de Dios (Fil 1:9-11)
Amor abundante, discernimiento en crecimiento, sabia aprobación de lo que es bueno y recto en cualquier circunstancia: eso es una vida orientada hacia Dios. Si Dios responde esta oración, estas personas serán puras y sin mancha, sacrificios vivientes llenos con Su justicia, y completamente agradables a Él. Y detrás de una vida así de dirigida a Dios en adoración espiritual descansan las oraciones y el trabajo del apóstol, asistiendo y sirviendo con gracia la ofrenda completa del pueblo de Dios hacia Dios.
Todo esto se hace con gozo. Cuando Pablo se derrama en oración y servicio, aún hasta la muerte, lo hace con un gozo inefable. Y él invita a los Filipenses a unirse en ese gozo. “Regocíjense en el Señor siempre. Otra vez lo diré: ¡Regocíjense!” (Fil 4:4).
Para Pablo, vivir es Cristo, morir es ganancia y, en consecuencia, su trabajo por el progreso y el gozo de la fe de los filipenses es profundamente felíz. Él con gusto da y es desgastado por sus almas, dándose a sí mismo como libación para ayudarlos a acercarse a Dios. A través de sus palabras escritas, él hace lo mismo por nosotros. Y ahora compartimos el gozo de derramarnos por otros.
Este artículo se publicó originalmente en Desiring God.