La vida cristiana es una vida de obediencia. Es lo que un autor ha descrito brillantemente como “una larga obediencia en la misma dirección”. Quienes se han vuelto a Jesús con arrepentimiento y fe demuestran la autenticidad de su conversión por su obediencia. Tan pronto como hacen su profesión de fe, comienzan a buscar gustosos y alegres la voluntad de Dios y a vivir conforme a ella. Como David, ellos aprenden a suplicar, “Hazme andar por la senda de tus mandamientos, porque en ella me deleito”, y sus corazones exclaman, “¡Cuánto amo tu ley! Todo el día es ella mi meditación” (Sal. 119:35, 97). A los cristianos se les enseñan los mandamientos de Cristo de manera que puedan obedecerlos (Mateo 28:20). Ellos aprenden que tienen el deber de orar, así que oran; aprenden que tienen el deber de perdonar, así que perdonan; aprenden que tienen el deber de la diligencia, así que trabajan arduamente y proveen generosamente. Todo esto está bien y es bueno.
Pero aquí está la parte complicada: el deber es destructivo cuando está impulsado por motivos malvados. Los hipócritas realizan los deberes religiosos con el fin de convencerse de su justicia. Ellos piensan: “Mira nada más todas las cosas buenas que hago. ¡Sin duda soy cristiano!” Los engañadores realizan los deberes religiosos con el fin de convencer a los demás de su justicia. Ellos dicen: “Mira nada más todas las cosas buenas que hago. ¡Soy mejor que tú!” Si la marca de los verdaderos creyentes es que realizan gozosos todos los deberes que Dios les ha dado, la marca de los engañadores e hipócritas es que estos seleccionan de manera egoísta solamente los deberes que van a realizar. A veces solo cumplirán los deberes sencillos, los que gratifican su orgullo, o que aplacan su culpa. Pueden ser como las autoridades religiosas de los días de Jesús que se aseguraban de diezmar “la menta, el anís y el comino”, pero descuidaban “los asuntos más importantes de la ley, tales como la justicia, la misericordia y la fidelidad” (Mt. 23:23). Los religiosos hipócritas alardean de los pocos deberes que obedecen, ciegos a innumerables áreas donde necesitan desesperadamente la gracia de Dios. El hecho es que el deber es bueno y necesario, pero es peligroso y engañoso cuando está impulsado por un corazón malvado.
Quiero comenzar una nueva serie de artículos que analizarán “Cuatro deberes de todo cristiano”, pero la comienzo con cierta vacilación. Estoy consciente de las formas en que el deber puede ser mal utilizado y aplicado. Lo sé por la lectura de la Biblia, lo sé por la interacción con los demás, y lo sé por mi propia vida y experiencia. El peligro de una lista de cuatro deberes es que en manos de personas pecadoras corre el riesgo de convertirse en una trillada lista que fomente el engaño y la falta de sinceridad. Puede ser usada por hipócritas para fomentar su autoengaño y por engañadores para promover la decepción de los demás.
Mi intención es exponer a los hipócritas, no animarlos. Quiero desenmascarar a los engañadores, no incentivarlos. Y quiero exponer y desenmascarar cualquier hipocresía y engaño que haya en mi interior. Por este motivo, voy a proceder de un modo cauteloso y deliberado. Aunque cada uno de estos cuatro puntos incluirá instrucción bíblica y describirá la vida cristiana solícita, también distinguirá cuidadosamente entre la verdadera obediencia, por un lado, y la hipocresía o el engaño, por el otro. De esa forma, esta lista de deberes cristianos será a la vez una enseñanza y una advertencia, será un entrenamiento y una prueba. La intención es que sea mucho más que una lista de conductas, que sea más bien una serie de estándares o medidas de la autenticidad y la calidad de nuestra fe. No son cuatro deberes para rápidamente completar una lista, sino cuatro deberes para llevar a cabo de manera consciente en todos los ámbitos de la vida.
Incluso cuando empezamos, debemos recordarnos a nosotros mismos la buena noticia del evangelio. A medida que nos ocupamos en los deberes que Dios espera de su pueblo, admitimos que no podemos cumplirlos a la perfección. En diversos momentos y de diversas formas inevitablemente fallaremos. Pero nos gozamos en que nuestra justificación se encuentra en la perfecta obediencia de Jesucristo. Debido a su justicia y su pago por nuestros pecados, Dios está dispuesto a aceptar nuestra obediencia incompleta. Cada vez que quedamos en deuda, tenemos un abogado delante del Padre, Jesucristo el justo. El Padre es fiel para perdonarnos, limpiarnos y darnos el poder a través de Su Espíritu para seguir adelante en obediencia. Teniendo esto presente, vayamos al primero de los cuatro deberes de todo cristiano: el deber de la introspección.
(Nota: Descubrí estos cuatro deberes enumerados en The Godly Man’s Picture de Thomas Watson).
Este artículo fue publicado originalmente en inglés en Challies.com.