Cristiano nominal: perdiendo el corazón de la fe verdadera

Muchos se aferran a rituales, formas y tradiciones, pero carecen de un amor genuino por Cristo. Una fe sin vida, sin el poder del Espíritu, es solo apariencia. ¿Tienes solo la forma… o también el corazón?
Foto: Envato Elements

En El progreso del peregrino de John Bunyan, nos encontramos con un hombre llamado “Formalista”. Como Bunyan describe en otra parte:

Formalista es un hombre que lo ha perdido todo menos su apariencia religiosa. Él es ardiente, de hecho, por su forma; y no es de extrañar, porque eso es todo por lo que se preocupa. Pero su forma, al carecer del poder y el espíritu de piedad, lo dejará en sus pecados; no, ahora se encuentra ante ellos a la vista de Dios (2Ti 3:5), y es uno de los muchos que “tratarán de entrar, y no podrán”. (La Puerta Estrecha, 85)

Bunyan asume que este hombre no está regenerado y hay suficientes razones para pensar que no lo es. Observa, este hombre no carece de cierto fervor, pero el objeto de su pasión son simplemente formas, tradiciones y rituales. Le apasiona la cáscara o la envoltura de la religión, pero no Dios mismo. Si uno comprende las formas o la doctrina correctas, es suficiente. Si la asistencia a la iglesia de uno es constante, está listo. Eso cree él.

En El progreso del peregrino, Bunyan retrata al “Formalista”: fervoroso en lo externo, pero sin verdadera piedad. Ama la religión, no a Dios. / Foto: Dominio público

El formalismo en el Antiguo Testamento

Los formalistas creen que una muestra correcta de religión trae favor a los ojos de Dios. Se engañan al pensar que Dios está impresionado con lo externo, incluso, cuando no hay un corazón de adoración por dentro, un error que muchos profetas en el Antiguo Testamento denunciaron. En Oseas, Dios le dice al pueblo: “Porque me deleito más en la lealtad que en el sacrificio, y en el conocimiento de Dios que en los holocaustos” (Os 6:6). El problema es aún más enfatizado en Isaías:

“¿Qué es para Mí la abundancia de sus sacrificios?”
dice el SEÑOR.
“Cansado estoy de holocaustos de carneros,
Y de sebo de ganado cebado;
La sangre de novillos, corderos y machos cabríos no me complace.
Cuando vienen a presentarse delante de Mí,
¿Quién demanda esto de ustedes de que pisoteen Mis atrios?
No traigan más sus vanas ofrendas,
El incienso me es abominación.
Luna nueva y día de reposo, el convocar asambleas:
¡No tolero iniquidad y asamblea solemne!
Sus lunas nuevas y sus fiestas señaladas
las aborrece Mi alma.
Se han vuelto una carga para Mí,
Estoy cansado de soportarlas (Is 1:11-17).

Tal lenguaje puede parecer severo y lo es. Dios está hablando a un pueblo formalmente religioso. Siempre traen sus ofrendas. Se presentan ante Dios de manera regular. Guardan el día de reposo, las convocaciones, las lunas nuevas y las fiestas. Pero algo ha ido terriblemente mal. Están haciendo las actividades correctas, pero Dios está indignado.

¿Por qué? Su religión es solo una envoltura. Es lo que Jesús llama una tumba blanqueada (Mt 23:27). El exterior se ve lujoso, pero en el interior hay huesos y telarañas. No hay vida, no hay deseo de Dios. Están caminando en una ortodoxia muerta.

Dios no se agrada de una religión vacía. Las formas externas, sin un corazón rendido, son aborrecibles ante Él. La verdadera adoración nace del amor y la lealtad, no solo del ritual. / Foto: Getty Images

El formalismo en el Nuevo Testamento

Los formalistas adoraban libremente en el templo durante los días de Cristo. El templo era una de las maravillas del mundo. Su exterior era de mármol y oro. El sol del Medio Oriente irradiaba de sus paredes, haciendo que brillara por millas todo su alrededor. En un momento dado, hasta ochenta mil personas trabajaron en el complejo del templo día y noche. Cuando se completó (después de décadas de construcción), el terreno completo abarcó la longitud de unos ocho campos de fútbol. Dentro del templo estaba el tesoro, con el equivalente en nuestros días de más de dos mil millones de dólares.

El templo era magnífico. Era algo llamativo. Era religioso. Los sacrificios se realizaban las 24 horas del día. Josefo estima que, solo durante la semana de pascua, se sacrificarían 250.000 corderos. Estaba atestado regularmente de peregrinos. Estaba lleno de sacerdotes, escribas y maestros religiosos a todas horas del día.

Pero ¿cómo reaccionó Jesús a todo esto? “¿Ves estos grandes edificios? No quedará piedra sobre piedra que no sea derribada” (Mr 13:2). En el año 70 d. C., esto es exactamente lo que sucedió. El ejército romano quemó la ciudad hasta los cimientos, incluido el templo, y puso fin al sacerdocio y los sacrificios. No servían para nada. Jesús explica que el juicio fue el resultado de que este pueblo extremadamente religioso rechazara a su Mesías. Tenían una forma de piedad, claramente. Ardían de celo con respecto a la ley y sus desempeños. Se volvieron exigentes en sus rituales. Pero su religión estaba muerta. Era un caparazón. Así que Dios lo terminó.

El templo brillaba con oro y rituales, pero su religión era solo apariencia. Rechazaron al Mesías, y Dios lo derribó todo. / Imagen: Dominio público

Formalismo hoy en día

¿Qué hay de nuestras formas, tradiciones y religión de hoy? Las prácticas de la fe cristiana no son malas en sí mismas, por supuesto, pero si no despiertan nuestros afectos por Cristo, no solo se vuelven malas sino condenables.

J. C. Ryle describió el formalismo es como “cuando un hombre es cristiano solo de nombre, y no en realidad, solo en las cosas externas, y no en sus sentimientos internos, solo en la profesión y no en la práctica, cuando su cristianismo, en resumen, es una mera cuestión de forma, moda o costumbre, sin ninguna influencia en su corazón o vida”.

En El progreso del peregrino, lo que más sorprende a Cristiano de Formalista no es su desprecio por el evangelio en lugar de la costumbre y la tradición, sino que se niega a aceptar el consejo de Cristiano sobre su alma. Formalista le dice a Cristiano que “se mire hacia sí mismo”. No te empecines al respecto, le dice. Como a tantos, al formalista no le gusta que le corrijan. Su doctrina es precisa; su asistencia a la iglesia es impecable. ¿Quién eres tú para decirle que está actuando genuinamente?

No estoy exhortándolos a que confronten a las personas que no son tan cálidas o celosas como deberían ser. Nos animo a examinar nuestros propios corazones y a considerar el consejo que hemos recibido con respecto a nuestras propias almas. Los pastores también podríamos considerar nuestras propias iglesias. Tanto los individuos como las iglesias pueden llegar a un lugar donde, debido a que tenemos la doctrina correcta, un orden de adoración regulado por las Escrituras, música que exalta a Dios y predicación expositiva, creemos que tenemos todo lo que necesitamos. Pero sin el Espíritu de Dios, las mejores formas externas son solo una envoltura.

¿Cuántas iglesias hoy en día buscan la pompa, la liturgia, el pragmatismo y otras formas externas de religión para alimentar a sus congregaciones y llenar el vacío espiritual en su adoración? Otros se apoyan en tradiciones y rituales. Pero sería mejor tener una iglesia que cante desafinada desde el corazón que una que cante afinada motivada por la vanagloria. Lo mismo ocurre con los sermones u oraciones o cualquier otra práctica en la iglesia. Cuando se trata de la religión cristiana, lo externo no lo es todo, ni siquiera cerca.

La forma externa no basta. Sin el Espíritu de Dios, la mejor doctrina y liturgia siguen siendo solo una envoltura vacía. / Foto: Envato Elements

Forma y poder

Cada cristiano experimenta sequía y muerte de vez en cuando. No estoy hablando de ese dolor común. El formalismo es más profundo, más insidioso. ¿Hay algún lector que vaya a la iglesia, lea su Biblia, discipule a sus hijos, conozca mucha doctrina, sea exacto en sus deberes, pero que nunca haya nacido de nuevo? Algunos siguen estas actividades simplemente porque fueron criados para hacerlo o para escapar del infierno.

¿Conoces tus confesiones y credos, pero te niegas a perdonar a tus enemigos o a pasar tiempo en oración secreta? ¿Eres un experto en teología pero un extraño, según lo que Pablo quiere decir: “El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” (Ro 5:5)? Se nos dice en el Salmo 34:8 que ¡probemos y veamos que el Señor es bueno! ¿Has probado esto?

La persona y la obra de Jesús es la única forma en que somos hechos justos ante Dios. Él es el único camino que conduce a la vida. En El progreso del peregrino, antes de que el Formalista se vaya a su destrucción, Cristiano le advierte: “Vienen solos, sin Su dirección; y saldrán solos, sin Su misericordia”.

¿Te ha mostrado Cristo lo que es el cristianismo real, vivo y experiencial? Si no, pídele que saque tu corazón de piedra y te dé un corazón de carne, uno vivo y sensible a las cosas de Dios, el pecado y tu prójimo. Él es quien da la vista a los ciegos. Él es el amigo de los pecadores. Él es el que vino a buscar y a salvar a los que están perdidos. Ve con Él hoy. Llámalo ahora, sin demora. “Pues si ustedes siendo malos, saben dar buenas dádivas a sus hijos, ¿cuánto más su Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” (Lc 11:13). Jesús ha estado salvando a los formalistas durante siglos y para aquellos que vayan a Él con fe, ¡hoy no es una excepción!


Publicado originalmente en Desiring God.

Ryan Denton

Ryan Denton es ministro presbiteriano y fundador de iglesias (Vanguard Presbyterian Church). Tiene una Maestría en Teología del Puritan Reformed Theological Seminary y vive en Texas con su mujer y sus tres hijos.

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