En 1959, Martyn Lloyd-Jones (1899-1981) predicó una serie de mensajes sobre el tema del avivamiento, entre ellos uno titulado “Sermón del avivamiento: La ortodoxia muerta”. En el sermón, Lloyd-Jones argumenta que la “ortodoxia muerta” es la mayor amenaza para el avivamiento, para la iglesia en general y para todos los cristianos individuales.
Tal observación merece una cuidadosa indagación. ¿Qué es la ortodoxia muerta y cómo podemos discernir su presencia en nuestras propias almas e iglesias?
Ortodoxia muerta
Para ayudarnos a llegar a la esencia de la ortodoxia muerta, consideremos algunas preguntas:
- ¿Qué ocurre cuando amamos los credos y confesiones de la Iglesia, pero estos no han conseguido que nos parezcamos más a Jesús?
- ¿Qué ocurre cuando la sana doctrina nos vuelve altivos, bruscos, impacientes y duros?
- ¿Qué ocurre cuando somos expertos en teología pero perpetuos infractores a la hora de orar?
- ¿Qué ocurre cuando amamos más a las doctrinas que al Dios del que tratan las doctrinas?
La respuesta es ortodoxia muerta. La ortodoxia muerta es una forma de piedad, pero sin el poder que la asiste (2Ti 3:5). No es un caso de celo sin conocimiento, sino de conocimiento sin el celo adecuado (Ro 10:2). Pablo le dice a Timoteo que evite a tales personas (2 Ti 3:5), así de grave es la ortodoxia muerta.
En un sentido, por supuesto, la palabra ortodoxia presupone una creencia correcta, y una creencia correcta supone calor y vitalidad, produciendo un crecimiento genuino en semejanza a Cristo y en el amor a Dios y a los hombres. A medida que la verdad de Dios obra en nosotros, se produce una transformación. Esto conduce a más y más vida, no a la muerte.
Y sin embargo, la frase ortodoxia muerta reconoce que es totalmente posible tener una doctrina correcta sin un corazón regenerado o una confianza salvadora en la persona de Cristo. Piensa en los demonios de la Biblia. Conocían la verdad sobre Jesús y estaban de acuerdo en que el evangelio de Jesús era verdadero. Pero se negaron a confiar en Él. No le amaban. Los demonios creen que Dios es uno (Stg 2:19), al igual que muchos hipócritas.
Además, es totalmente posible ser un cristiano genuino, pero tener inconsistencia en la aplicación de esa fe en la vida. Esta inconsistencia puede verse en todos nosotros hasta cierto punto. ¿No es todo pecado inconsistente con la fe y el amor a Dios? Pero a veces la incoherencia de un cristiano se hace tan profunda y habitual que su fe, aunque ortodoxa, parece más muerta que viva. Necesita desesperadamente un reavivamiento.
Cuatro signos de una ortodoxia muerta
Los siguientes cuatro signos de ortodoxia muerta no pretenden ayudarnos a señalar con el dedo la muerte de los demás en contraste con nuestra propia vivacidad. Hacerlo sería caer en el error que algunos de estos signos abordan.
Primero debemos apuntar el dedo hacia nosotros mismos. ¿Dónde hemos mostrado tendencias a la muerte, a la frialdad, a la dureza, al formalismo, al sectarismo teológico o al elitismo? ¿En qué áreas necesitamos buscar de nuevo el rostro de Cristo? La ortodoxia muerta describe ciertamente a algunas iglesias, denominaciones y personas, pero las semillas de esta ortodoxia sin duda se encuentran también en nuestro propio corazón. En palabras del profeta Natán: “Tú eres aquel hombre” (2 S 12:7).
Que el arrepentimiento de la ortodoxia muerta trabaje primero la ternura y el calor en nuestras propias almas.
1. Contentamiento engreído
Creo en la verdad, sé que creo en la verdad, y pocos son tan inteligentes como yo respecto a la verdad. Esta satisfacción engreída me lleva a una actitud excesivamente polémica, en la que gran parte de mi tiempo lo dedico a criticar a mis oponentes teológicos, especialmente en minucias y cuestiones terciarias. Empiezo a criticar todo lo que no coincide con mis puntos de vista. Esta petulancia también produce sectarismo, ya que solo mi bando tiene razón, y por eso me niego a trabajar o a tener comunión con otros cristianos, o si lo hago, los menosprecio.
2. Aversión al entusiasmo
Este signo aparece cuando se prefiere lo frío, correcto e intelectual a lo ferviente, emocionado y exuberante. Las áridas conferencias académicas se vuelven preferibles a la predicación que es inquisitiva, cercana o (como la describían los puritanos) “dolorosa”. Lloyd-Jones llega a decir que “no gustar del entusiasmo es apagar el Espíritu”, y que “esta acusación de entusiasmo es la que siempre se ha lanzado contra las personas que han estado más activas en un período de avivamiento” (Revival [Avivamiento], 72-73).
Junto con esta aversión viene un miedo desmesurado al desorden. Aquellos con esta aversión pueden fácilmente volverse rígidos e inflexibles, incluso en asuntos no limitados por las Escrituras. Debido a los salvajes avivamientos del pasado, hablar demasiado de avivamiento o de espontaneidad guiada por el Espíritu es mal visto como puro emocionalismo, excitación animal o histeria colectiva. Lloyd-Jones comenta:
Hay iglesias que son ortodoxas, pero absolutamente muertas, porque tienen tanto miedo de la falsa excitación, y de los excesos de ciertos movimientos espirituales, que apagan e impiden el Espíritu y niegan lo verdadero.
3. Anhelar la aceptación social
Alguien excesivamente preocupado por la aceptación social no soporta ser considerado un radical, un entusiasta, un fanático o un fundamentalista, por lo que se vuelve excesivamente correcto. Esta preocupación a menudo se centra en el moralismo y en no agitar el barco social. Es digna y primorosa, pero sabe poco de la cruz como “locura para los que se pierden” (1Co 1:18). Esto es lo que J. C. Ryle comentó:
Hay una generación que detesta todo lo que se parezca al celo en la religión. Nunca faltan hombres de temperamento cauteloso, de sangre fría, como Erasmo, que pasan por el mundo sin hacer nada bueno, porque tienen un miedo atroz a hacer daño. No espero que tales hombres admiren a Whitefield, o admitan que hizo algún bien. Me temo que si hubieran vivido hace mil ochocientos años, no habrían simpatizado con San Pablo. (A Sketch of the Life and Labors of George Whitefield [Un bosquejo de la vida y obras de George Whitefield], 34).
Esta actitud puede incluso tratar la evangelización como algo desagradable porque ofende a la gente y causa problemas. ¿No deberíamos ocuparnos de nuestros propios asuntos? ¿No deberíamos guardar silencio sobre el Evangelio, ya que suscita ira y hostilidad?
4. Negación de lo milagroso
Algunos pueden pensar que Dios todavía puede actuar en la historia, pero no esperemos nada demasiado extremo. Dios dejó de hacer eso hace mucho tiempo. Esta actitud es sintomática de nuestra época y sociedad seculares. Los cristianos de Occidente corren regularmente el peligro de actuar como deístas o meros racionalistas. No solemos enfrentarnos a los problemas del animismo y el vudú, sino al ateísmo, el cientificismo, la evolución darwiniana y el humanismo secular. Nos ocupamos del materialismo y de las ramificaciones del pensamiento de la Ilustración.
Tales puntos de vista dominan de tal manera nuestra sociedad que su influencia puede encontrar un hogar en nuestros corazones y en nuestras iglesias. El sincretismo no es solo una mezcla de religiones animistas y paganas con el cristianismo. El sincretismo también puede mezclar las religiones occidentales de la evolución, el humanismo y el cientificismo con la fe cristiana. Esta mezcla lleva a desconfiar de lo sobrenatural.
Cura para la ortodoxia muerta
Si ves alguna de estas tendencias en ti mismo, ¿cómo deberías responder? En última instancia, la esperanza solo se encuentra fuera de nosotros mismos. Solo Jesús puede rescatarnos de ese peligro. Debemos volver continuamente a Él, que es el ejemplo perfecto de afecto recto, práctica recta y creencia recta fusionados.
Tal vez tu muerte es tan profunda que temes no estar aún vivo en Cristo. Busca al Señor mientras pueda ser hallado. Él puede sacar tu corazón de piedra y darte un corazón de carne, uno vivo y sensible a las cosas de Dios. Él da vista a los ciegos. Es amigo de los pecadores. Vino a buscar y a salvar a los perdidos.
O tal vez has tenido temporadas de dulce comunión en el pasado, pero ahora te sientes seco y ocupado. Tu fe se ha vuelto nominal. Al igual que la iglesia de Sardis, puede que hayas tenido fama de estar vivo, pero ahora te encuentras muerto (Ap 3:1). Jesús le dice a esta iglesia: “¡Despierta!” (Ap 3:2). ¿Qué puedes hacer en el cementerio de la ortodoxia muerta? Invoca a Dios para que te reviva, para que te devuelva la vida.
Estés donde estés, acude hoy a Él. Invócale ahora, sin esperar. Jesús dice: “Si ustedes siendo malos, saben dar buenas dádivas a sus hijos, ¿cuánto más su Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” (Lc 11, 13).
Este artículo fue publicado originalmente en Desiring God.