Al llegar el otoño, empezamos a pensar en la navidad: los eventos de la familia, la escuela y la iglesia… y todo lo que ello implica. Para algunas personas, la época representa felicidad y esperan esta época con ilusión; otros le temen porque se estresan y se abruman con los gastos, los pendientes y lo saturado de la agenda; unos más, la ven con recelo porque la viven desde la soledad o el dolor por las pérdidas.
Independientemente de qué tanto te guste la parafernalia navideña, quisiera reflexionar contigo algunas actitudes que nos permitan calibrar el enfoque y logremos descansar un poco del frenesí de preparativos y gastos para que pueda ser una temporada de bendición. Actitudes que ayuden a nuestro corazón a concentrarse en nuestro Salvador, para que no olvidemos que no hay Navidad sin Cristo.
Actitud de celebración
Las buenas noticias se celebran. Cuando hay algo digno, que alegra nuestra alma, lo festejamos: cumpleaños, triunfos, aniversarios, graduaciones, bodas. El nacimiento del Salvador de nuestras almas es el evento más digno de celebrar de todos los tiempos. La buena noticia del evangelio llegó aquella noche y siempre será algo digno de seguirse celebrando.
Pero el ángel les dijo: “No teman, porque les traigo buenas nuevas de gran gozo que serán para todo el pueblo; porque les ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor” (Lc 2:10-11).
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Actitud de gozo
Las buenas noticias traen gozo. Recordar que se nos dio al Hijo como regalo es fuente de dicha y nos hace cantar el himno: “Noche de paz, noche de amor». ¡Qué maravillosa noche aquella en la que el Príncipe de Paz se hizo humano para demostrarme Su gran amor, y darme la oportunidad de hacer las paces con el Padre!
Porque un Niño nos ha nacido, un Hijo nos ha sido dado, Y la soberanía reposará sobre Sus hombros. Y se llamará Su nombre Admirable Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz (Is 9:6).
Actitud de adoración
Los pastores vieron a los ángeles adorando a Dios; luego fueron a conocer al Salvador y también lo alabaron. Siguiendo su ejemplo, podemos alabar y glorificar a Dios con nuestras palabras, cantos y manera de vivir. Buscamos darle gloria mientras alistamos la casa para recibir visitas y mientras organizamos la celebración de la iglesia.
Y los pastores se volvieron, glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, tal como se les había dicho (Lc 1:20).
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Actitud de asombro
El nacimiento del Salvador fue algo fuera de toda lógica humana, milagroso hasta el último detalle. Algo que quizás nunca alcanzaremos a comprender totalmente es que Dios haya querido venir a habitar entre nosotros; quiso ser un Dios cercano que nos enseña con Su ejemplo, que gusta de convivir con los Suyos y ayudarnos en las dificultades.
“He aquí, la virgen concebirá y dará a luz un Hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel”, que traducido significa: “Dios con nosotros” (Mt 1:23).
Actitud de humildad
Yo tenía una gran necesidad, estaba muerta en mis delitos y pecados. Estaba enemistada con Dios y merecía la muerte. Pero Dios intervino desde el día uno. Desde la caída en el Edén, Dios planeó descender Él mismo para salvarme de mis pecados y de una eternidad sin Él. Dejó Su gloria para venir a servir a la humanidad y abrirnos el camino de regreso al Padre.
Y dará a luz un Hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a Su pueblo de sus pecados (Mt 1:21).
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Actitud de gratitud
El conteo de los años se reinició a partir de Su nacimiento. La historia cambió para siempre con Su llegada. La realidad de la salvación que ahora disfrutamos, es gracias a que Jesús vino a caminar a esta tierra. Si algo podemos agradecer es el privilegio accesible de Su gloria. Aquí estamos tú y yo, simples pecadoras que, cuando merecíamos la muerte, recibimos Su gracia redentora.
El Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos Su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Jn 1:14).
Actitud de esperanza
Hace siglos, el Señor le prometió a su pueblo que enviaría un Mesías. Por generaciones y siglos, Israel anhelaba el cumplimiento de la promesa. Sabían que iba a venir.
“Vienen días”, declara el SEÑOR,
“En que levantaré a David un Renuevo justo;
Y Él reinará como rey, actuará sabiamente,
Y practicará el derecho y la justicia en la tierra” (Jer 23:5).
Cuando por fin llegó, la esperanza llenó el corazón de aquellos que tuvieron la gracia de reconocerlo. Experimentar directamente el cumplimiento de las promesas de Dios fortalece grandemente la fe de los creyentes:
Simeón tomó al Niño en sus brazos, y bendijo a Dios diciendo:
“Ahora, Señor, permite que Tu siervo se vaya
En paz, conforme a Tu palabra;
Porque mis ojos han visto Tu salvación
La cual has preparado en presencia de todos los pueblos;
Luz de revelación a los gentiles,
Y gloria de Tu pueblo Israel” (Lc 2:28-32).
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Simeón supo de primera mano de la fidelidad de Dios para cumplir sus promesas. Le llenó de esperanza vislumbrar que la Luz del Salvador alcanzaría para iluminar los corazones de las naciones gentiles, no solo de Israel. Y esa es una gran esperanza para ti y para mí porque pienso que todas tenemos familiares y amigos que todavía necesitan recibir esa Luz.
Pero también nos da esperanza porque saber que ya vino una vez, nos da certeza de que cumplirá su promesa de volver.
Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del Hombre; y todas las tribus de la tierra harán duelo, y verán al Hijo del Hombre que viene sobre las nubes del cielo con poder y gran gloria (Mt 24:30).
Celebrar Su primera venida, cuando vino como siervo, nos prepara para Su segunda venida, cuando volverá como el Rey. Nuestra alma se regocija con esperanza y decimos como Juan, en las últimas palabras de la Escritura: “Ven, Señor Jesús” (Ap 22:20).
Cristo siempre al centro
Querida amiga, es mi oración que en estas fechas, puedas mantener a Jesús en el centro de tu vida. Que los preparativos, los viajes o el cocinar una gran cena, no te agobien. Que cada actitud, cada palabra y cada acción, refleje el Señorío de Jesús en tu vida, para que puedas compartir con los demás la luz de Jesús en ti (Mt 5:16). Que el Señor te permita ver Su obra redentora en la vida de quienes te rodeen así como en tu propia vida.
Antes de concluir quiero confesar algo. Cuando empecé a escribir, pensaba compartir “Tres actitudes hacia la Navidad”, pero a medida que fui meditando en la Escritura, fui encontrando más y más actitudes edificantes que nos ayudan a enfocarnos en nuestro Señor Jesús ¿cuál otra añadirías tú?