[dropcap]N[/dropcap]unca olvidaré el día en que me casé con Aileen. Nunca olvidaré el momento en que apareció al final del pasillo y comenzó a caminar lentamente hacia mí. Nuestros ojos se encontraron, y en un instante me sentí abrumado por la emoción, superado por la alegría de estar unidos para toda la vida. Fue un momento sagrado, intenso e inolvidable. Mi amor era feroz y fuerte, estaba convencido de que no había nada, ningún sacrificio que no haría por ella. Para cuando su padre puso su mano en la mía, yo era poco más que un charco sucio de lágrimas y mocos (que más bien humedeció la dulzura del momento, creo que debería haber pensado en poner un pañuelo en mi bolsillo). Pero, tristemente, no pasó mucho tiempo para que ese tipo de adoración fuera reemplazada por la impaciencia y las peleas inmaduras. No habíamos estado casados por mucho tiempo cuando la apatía comenzó a reemplazar el fervor, cuando los máximos comenzaron a ceder ante los inevitables medios y bajos. El drama del día de la boda se convirtió en una vida normal con todas sus tensiones, pruebas y momentos mundanos. Pronto aprendí que el matrimonio es más difícil de lo que parece, pronto aprendí que soy más pecaminoso de lo que había imaginado. A pesar de todo eso, nuestro matrimonio ha sido bueno. Ninguno de nosotros ha tenido la tentación de apartarse o alejarse, nunca hemos dejado de estar enamorado ni nos hemos cansado de pasar tiempo juntos. Éramos mejores amigos antes de casarnos y hemos permanecido así desde entonces. No hay nadie con quien prefiera pasar el tiempo y nadie con quien comparta tantos intereses. Sin embargo, mi gran desafío desde entonces hasta ahora ha sido atesorar mi matrimonio. Y sospecho que este es tu desafío también. Al meditar en lo que significa ser un hombre piadoso, debemos considerar esto: si vas a correr para ganar, debes atesorar tu matrimonio.

El significado del matrimonio

Somos personas egoístas, expertos en identificar y hacer aquellas cosas que nos favorecen a nosotros mismos. Incluso podemos mal utilizar algo tan bueno como el matrimonio, verlo como una institución que existe, en última instancia, para nuestra comodidad, para nuestra felicidad, para nuestro placer. Y si bien el matrimonio trae todos esos beneficios y muchos más, este existe para algo mucho mejor. El matrimonio existe para glorificar a Dios; el matrimonio existe para demostrar el evangelio. Pablo aclara este vínculo en Efesios 5:32, donde llama al matrimonio un “misterio” que apunta a Cristo y a la iglesia. Lo que él nos dice es que incluso antes de que Cristo viviera y muriera por su pueblo, la unión de un esposo y una esposa era una imagen de lo que él lograría, una metáfora de la manera en que amaría a su pueblo. Incluso podríamos decir que Dios creó el matrimonio para que tuviéramos palabras e imágenes a través de las cuales pudiéramos aprender sobre él. El amor sacrificial de un esposo por su esposa sería una demostración del amor de Cristo por su pueblo. La respuesta alegre de la esposa a la búsqueda de su marido, sería una demostración del amor de la iglesia por su Salvador. La institución humana universal del matrimonio en última instancia fue creada por Dios para los propósitos de Dios. Esto es un golpe duro contra el ethos (costumbre) cultural, que ve el matrimonio como opcional y tal vez opresivo. Ataca fuertemente a nuestro egoísmo interior, que tomaría todos los beneficios del matrimonio sin el compromiso que conlleva. Eleva el matrimonio a algo mucho más allá de sí mismo. Hace que el matrimonio sea algo sagrado, algo que atesorar.

Atesorando tu matrimonio

Si Dios te ha dado una esposa, él te ha dado un regalo precioso. Él te llama a atesorar tu matrimonio, y para atesorar el matrimonio, debes atesorar a tu novia. Si quieres atesorar a tu esposa, debes aprender de Jesucristo cómo amarla bien. Aquí hay cuatro marcas del amor de un esposo.*

Un amor sacrificial

El amor de un esposo es sacrificial. Sacrifica la seguridad, la comodidad, los deseos, las preferencias o cualquier otra cosa si tan solo esto sirve para ella. Pablo dice: “Esposos, amen a sus mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella”. Como esposo, debes imitar a Cristo que dio todo lo que tenía por amor a su esposa. Estoy seguro de que sabes que estás llamado a amar a tu esposa a tal grado que estarías dispuesto a morir por ella. Tal vez has fantaseado con salir en un momento de gloria mientras la salvas de un edificio en llamas o la alejas del camino de un tren fuera de control. Pero Dios exige mucho más que esto. Dios te llama a vivir para tu esposa, y este es un desafío mucho mayor. Este es un llamado día a día, y momento a momento para amarla y servirla; es un llamado a estudiarla y conocerla para que puedas satisfacer sus necesidades y deseos; es un llamado a matar a cualquier pecado al que te aferres e impide amarla mejor y servirla más profundamente. ¿Amas a tu esposa de forma sacrificial?

Un amor determinado

El amor de Cristo por su pueblo logró algo en su beneficio: su salvación. Él “se dio a sí mismo por ella [la iglesia], para santificarla, habiéndola purificado por el lavamiento del agua con la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia en toda su gloria, sin que tenga mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa e inmaculada” (Ef. 5:25-27). Cristo murió para salvar y santificar a su pueblo. Como esposo, tú eres el medio especial de Dios para ayudar a tu esposa a crecer en santidad, debes imitar a Jesús ayudando a tu esposa a crecer en santidad, a asumir la solemne responsabilidad de aplicar la Palabra de Dios a su vida. Su madurez espiritual es tu responsabilidad marital. Eres responsable de conocer la Palabra de Dios de tal manera que puedas cuidadosa y fielmente enseñarla a tu esposa. ¿Amas a tu esposa de una manera determinada?

Un amor enriquecedor

El amor de Cristo es un amor enriquecedor y cuidadoso, y sirve como ejemplo del tipo de amor que un esposo debe extender hacia su esposa. “Así también deben amar los maridos a sus mujeres, como a sus propios cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás su propio cuerpo, sino que lo sustenta y lo cuida, así como también Cristo a la iglesia” (Ef. 5:28-29). Para nutrir a tu esposa, debes considerar cómo un jardinero nutre sus plantas, cómo dibuja cuidadosamente la belleza de cada una. Richard Phillips dice del marido: “Esto requiere que él le preste atención, que hable con ella para saber cuáles son sus esperanzas y temores, qué sueños tiene para el futuro, dónde se siente vulnerable o fea, y qué hace que tenga ansiedad o alegría”. Para apreciar a tu esposa, debes tratarla de maneras que demuestren su valor, que la hagan prosperar. ¿Amas a tu esposa de manera enriquecedora?

Un amor constante

El amor de un esposo es constante y duradero. Expresa el mayor compromiso. “Por esto el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne” (Ef. 5:31). Así como Jesucristo nunca abandonará a su iglesia, tú como esposo nunca debes abandonar a tu esposa. La permanencia de la unión de una sola carne del matrimonio se sella, se muestra y se celebra repetidamente a través del sexo. La permanencia de la unión de una sola carne del matrimonio se burla, se socava y se deshonra a través del adulterio, la pornografía y cualquier otra forma de pecado sexual. Como un esposo piadoso, juras “abandonar todo lo demás”, no solo de hecho, sino también en pensamiento, deseo y fantasía. Tu esposa prospera cuando puede contar con la sólida seguridad de tu compromiso con ella; por el contrario, ella se marchita mediante la desconfianza y los votos rotos. ¿Amas a tu esposa de forma constante? El amor que se supone que debes mostrarle a tu esposa es sacrificial, determinado, enriquecedor y constante, como el amor de Cristo por su iglesia. En amar a tu esposa de esta manera la atesoras, y es en atesorar a tu esposa que atesoras tu matrimonio.

¡Hazlo ya!

Atesorar tu matrimonio requiere acción. Aquí hay algunos pasos que puedes tomar de inmediato.

Dale a tu esposa una voz

Es aconsejable que invites a tu esposa a hablar sobre tu vida. Para que esto suceda, debes permitirle hablar libremente, debes escuchar con atención y debes responder solo después de una cuidadosa reflexión. Puede ser mejor prometerle que no responderás a la defensiva durante una hora o 24 horas o por el tiempo que tardes en orar considerando lo que ella dice. Tal vez pregunta: “¿cómo puedo servirte mejor como tu esposo?” O “¿cuál es un pecado que te gustaría ver fuera de mi vida?” O “¿cuáles son algunas de las cosas que hago que te hacen sentir no amada, y qué podría hacer para corregirlas?”. Tómate un tiempo, haz las preguntas, escucha atentamente, evita una actitud orgullosa de defensa, ora fervientemente, responde con gracia.

Excluye todo lo demás

Cuando te casaste con tu esposa, te comprometiste total y completamente a ella. Sin embargo, muchos hombres dejan espacio en sus vidas, sus corazones y sus mentes para otras mujeres. Permitir que tu mente se concentre en alguien más solo enfriará tu amor y dañará tu relación. No hay lugar en el matrimonio para “qué pasaría sí” o “si tan solo”. Excluye cualquier pensamiento, deseo o fantasía con cualquier otra mujer y comprométete completamente con tu novia.

Continúa persiguiéndola

Es tentador ver el día de tu boda como una especie de línea de llegada. La perseguiste, la cortejaste, la ganaste y ahora es tuya. Pero tu boda no es la meta final; es el punto de partida. Continúa persiguiéndola, para aprender sobre ella, conocerla, mostrar tu alegría en ella, crecer en tu amor hacia ella.

Continúa enamorando

Habrá momentos en que tus sentimientos de amor se enfriarán. Pero a pesar de que puede ser difícil sentir amor, siempre hay oportunidades para demostrar el amor. Después de todo, el amor no es la primera emoción, sino la acción. O como dice Sinclair Ferguson, “El amor no es la emoción máxima; el amor es el máximo compromiso”. Si bien a veces puede que carezcas de sentimientos románticos, nunca te faltarán oportunidades de hacer lo mejor para ella. Comprométete con su bien y siempre haz aquellas cosas que expresan amor hacia ella, incluso y especialmente cuando no sientes amor.

¡Corre para ganar!

Comencé este artículo con lágrimas, las lágrimas que experimenté cuando mi esposa caminó hacia mí en una soleada mañana de agosto de 1998. Escribo este artículo 19 años después y, cuando llego a su fin, vuelvo a tener lágrimas en los ojos. Me acuerdo de la frecuencia con la que le he fallado. Después de haber reflexionado sobre la profundidad del amor de Cristo, soy consciente de la superficialidad del mío. Aunque soy el que ha escrito este artículo, todavía tengo mucho que aprender, todavía tengo mucho espacio para crecer. Así que este llamado final va para mí, igual que para ti: si vas a correr para ganar, debes atesorar tu matrimonio. * Estos cuatro puntos son una adaptación del comentario de Richard Phillips sobre Efesios.

Tim Challies

Tim Challies es uno de los blogueros cristianos más leídos en los Estados Unidos y cuyo BLOG ( challies.com ) ha publicado contenido de sana doctrina por más de 7000 días consecutivos. Tim es esposo de Aileen, padre de dos niñas adolescentes y un hijo que espera en el cielo. Adora y sirve como pastor en la Iglesia Grace Fellowship en Toronto, Ontario, donde principalmente trabaja con mentoría y discipulado.

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