Cinco razones por las que nuestra adoración podría no agradar a Dios

Aunque cantemos y ofrendemos, nuestras alabanzas pueden ser aborrecidas por Dios. La Escritura revela por qué y cómo evitarlo.
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La adoración del domingo, cuando está la iglesia reunida, es el punto culminante de su semana, un momento sagrado para ofrecer alabanzas y cánticos a Dios. Asumimos que cualquier ofrenda que hagamos con nuestros labios y corazones es recibida con una sonrisa en el cielo. Sin embargo, las Escrituras presentan una realidad aleccionadora que nos obliga a hacer una pausa. En el primer capítulo de Isaías, Dios confronta a Su pueblo con palabras impactantes: 

No traigan más sus vanas ofrendas,
El incienso me es abominación.
Luna nueva y día de reposo, el convocar asambleas:
¡No tolero iniquidad y asamblea solemne!
Sus lunas nuevas y sus fiestas señaladas las aborrece Mi alma.
Se han vuelto una carga para Mí,
Estoy cansado de soportarlas (Is 1:13-14).

A pesar de que Israel cumplía con los rituales, Dios detestaba su adoración porque sus manos estaban “llenas de sangre” y sus vidas eran injustas. Esto nos lleva a una pregunta incómoda pero necesaria: ¿Hay situaciones en las que nuestra adoración no agrada a Dios? La respuesta, según la Biblia, es un rotundo sí. No toda expresión de adoración es recibida con agrado en los cielos. A continuación, exploraremos cinco escenarios en los que nuestra adoración puede no ser grata al Señor.

Cuando la adoración procede de manos manchadas, incluso los himnos más solemnes se vuelven una carga ante Él. / Foto: Lightstock

1. Tu adoración no está enraizada en la Palabra de Dios, sino en tradiciones extrabíblicas

Mucha gente se sorprende al leer la historia de Nadab y Abiú en Levítico 10. Estos dos sacerdotes ofrecieron al Señor “fuego extraño” y, como resultado, Dios les quitó la vida. Aunque los eruditos bíblicos difieren sobre qué hizo exactamente que su ofrenda fuera ofensiva, una cosa es clara: su forma particular de adoración no fue acorde a lo que Dios había establecido en la ley. 

En la misma línea, Jesús advirtió a los fariseos que sus tradiciones extrabíblicas les impedían obedecer la Palabra de Dios (Mt 7:13). Así, es claro a Dios le desagradan las tradiciones que nos desvían de la obediencia a Su Palabra. Por tanto, si nuestras prácticas de adoración no se alinean con la Biblia, no pueden ser gratas al Señor.

Si nuestras prácticas de adoración no se alinean con la Biblia, no pueden ser gratas al Señor. / Foto: Unsplash

Algunos se preguntan por qué Dios es tan específico sobre la forma en que debe ser adorado, y la respuesta es de suma importancia. La adoración no es meramente una oportunidad para expresar nuestros sentimientos, sino el vehículo principal por el cual la fe —es decir, las doctrinas que definen nuestras creencias como cristianos— se transmite de generación en generación. Una adoración extrabíblica enseña falsedades acerca de Dios y, puesto que Él no debe ser representado de manera errónea, nuestra adoración debe arraigarse en Su revelación, no en nuestras ideas innovadoras.

La verdadera adoración se define por la Palabra de Dios, no por nuestras tradiciones. / Foto: Lightstock

2. Cuando adoras a Dios sin estar reconciliado con tus hermanos y hermanas en Cristo

Entre las muchas cosas impactantes que Jesús dijo en Su Sermón del Monte, se encuentran estas palabras: “Por tanto, si estás presentando tu ofrenda en el altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí delante del altar y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda” (Mt 5:23-24). Jesús enseñó que, durante los días del templo, la tensión no resuelta entre los adoradores les impedía ofrecer sus sacrificios a Dios.

Dios es ofendido por nuestra falta de voluntad para reconciliarnos con nuestros hermanos y hermanas en la fe. / Foto: Envato Elements

Aunque ya no adoramos según las ceremonias del Antiguo Testamento, el principio sigue siendo aplicable para los creyentes del nuevo pacto. El teólogo Juan Calvino resaltó la naturaleza impactante de este mandato al escribir:

Cuando Él manda a aquellos que han lastimado a alguno de sus hermanos a ser reconciliados con ellos antes de ofrecer su sacrificio, significa que, mientras una rencilla con nuestro vecino se mantenga por nuestra culpa, no tenemos acceso a Dios… es falso y vacío profesar adoración a Dios si es hecha por aquellos que, después de actuar injustamente contra sus hermanos, los tratan con desdeñosa arrogancia (Comentario sobre Mateo 5:23).

En la misma línea, el apóstol Juan declaró: “Si alguno dice: ‘Yo amo a Dios’, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; porque el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios a quien no ha visto” (1Jn 4:20). En definitiva, Dios es ofendido por nuestra falta de voluntad para reconciliarnos con nuestros hermanos y hermanas en la fe.

No podemos adorar a Dios sinceramente mientras rehusamos reconciliarnos con nuestros hermanos. / Foto: Lightstock

3. Tu adoración hace acepción de personas y no da lugar al pobre

El cristianismo contemporáneo a menudo sufre por la cultura del “pastor celebridad”. A veces, sin darnos cuenta, exaltamos al mensajero en lugar del mensaje, dando un trato especial a algunos mientras ignoramos a otros. Sin embargo, Jesús no hace acepción de personas, y nuestra adoración tampoco debería elevar a unos por encima de otros. Santiago aborda esto directamente al escribir:

Hermanos míos, no tengan su fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo con una actitud de favoritismo. Porque si en su congregación entra un hombre con anillo de oro y vestido de ropa lujosa, y también entra un pobre con ropa sucia, y dan atención especial al que lleva la ropa lujosa, y dicen: “Siéntese aquí, en un buen lugar”; y al pobre dicen: “Tú estate allí de pie, o siéntate junto a mi estrado”; ¿acaso no han hecho distinciones entre ustedes mismos, y han venido a ser jueces con malos pensamientos? (Stg 2:1-4).

Además, en Isaías 58, Dios revela que la verdadera adoración implica humillarnos ante Él, arrepentirnos de nuestro pecado y ministrar a los pobres (Is 58:6). Si en nuestra adoración a Dios hemos olvidado al prójimo necesitado —especialmente a los pobres dentro de nuestras propias iglesias—, algo anda verdaderamente mal (ver 1Co 16:1; Ga 2:10; Hch 20:1-5).

La verdadera adoración no exalta a las personas, sino que se expresa en humildad y misericordia hacia el prójimo. / Foto: Lightstock

4. Tu adoración confunde y asusta a los no cristianos

Hace algunos años, una amiga mía me contó una anécdota que vivió en una iglesia que visitó antes de ser cristiana. ¡Dijo que la experiencia la traumatizó! Los miembros de la iglesia corrían de arriba abajo por las escaleras, gritando y haciendo escándalo. En una esquina, algunos hablaban en lenguas. El pastor, desde el púlpito, la miró y dijo: “¡Hay un tropiezo entre nosotros!”. Ella se quedó sentada en medio del pandemonio y se fue confundida, sin siquiera haber escuchado el evangelio.

Pablo escribió: “Por tanto, si toda la iglesia se reúne y todos hablan en lenguas, y entran algunos sin ese don o que son incrédulos, ¿no dirán que ustedes están locos?… Pero que todo se haga decentemente y con orden” (1Co 14:23, 40). El principio de Pablo sobre la decencia y el orden es aplicable a nuestra adoración hoy, particularmente para evitar caer en dos errores reales en nuestros días.

El principio de Pablo sobre la decencia y el orden es aplicable a nuestra adoración hoy. / Foto: Lightstock

El primero es que, en nuestro deseo de alcanzar a la gente, diluyamos la adoración. Quitamos toda mención del pecado o de la muerte sustitutoria de Cristo y evitamos el lenguaje bíblico por considerarlo arcaico. Esto lleva a una estrategia de “carnada” que confunde a las personas: eliminamos lo distintivo de la fe para que se sientan cómodas, esperando que la abracen una vez que se establezcan. En realidad, sucede lo contrario. Si algo más que Jesús es lo que atrae a la gente a nuestra iglesia, se sentirán confundidos cuando finalmente se les presente el verdadero Jesús de las Escrituras.

El segundo error es que, en nuestro deseo de ser fieles a Dios, terminemos todos “hablando en lenguas”. No me refiero al don, sino al hecho de que a veces estamos tan inmersos en nuestro ambiente cristiano que perdemos la habilidad de hablarles a los no creyentes en un lenguaje comprensible. 

Si algo distinto a Jesús atrae a la gente a la iglesia, se confundirá cuando conozca al verdadero Jesús de la Biblia. / Foto: Lightstock

Hace años, un amigo no cristiano quiso venir a escucharme predicar. Yo era pastor interino en ese entonces y estaba entusiasmado con su visita. Después del servicio, le pregunté: “¿Qué te pareció? ¿Qué piensas?”. Un tanto abrumado, me dijo: “Estuvo bien, pero sinceramente no entendí nada”. Mi corazón se hundió. Al reflexionar sobre ese incidente, puedo ver por qué estaba confundido. Gran parte del lenguaje que usé en mi sermón era comprensible para los de adentro, pero para los de afuera sonaba como otro idioma.

Debemos ser cuidadosos en explicar las Escrituras para que aquellos no familiarizados con la Biblia puedan entender. / Foto: Lightstock

Debemos ser cuidadosos en explicar las Escrituras para que aquellos no familiarizados con la Biblia puedan entender. No se trata de diluir el texto, sino de predicarlo con amor y de una manera accesible para todos. La adoración no debe confundir a las personas por ser una carnada, pero tampoco debe hacerlo por ser ininteligible. La adoración que glorifica a Dios es fiel a las Escrituras y comunica su verdad de manera clara y comprensible a quienes necesitan escucharla.

5. Tu adoración minimiza las cosas que Dios valora para Su pueblo

La adoración de los cristianos primitivos se enfocaba en la doctrina apostólica y en las ordenanzas que Jesús dejó para Su iglesia. Hechos 2:42 dice: “Y se dedicaban continuamente a las enseñanzas de los apóstoles, a la comunión, al partimiento del pan y a la oración”. Muchos han señalado que la referencia al “partimiento del pan” alude a la Cena del Señor, ya que el texto griego incluye un artículo definido antes de la palabra “pan”.

Por tanto, la adoración cristiana debe centrarse en las enseñanzas apostólicas que se encuentran en las Escrituras, la oración, la comunidad y la comunión (la Cena del Señor). Dios valora estos elementos para Su pueblo porque sabe que guían nuestra mirada hacia Cristo Jesús. La adoración siempre debe fijar nuestros ojos en Jesús y en Su obra por nosotros. Una adoración que pone el enfoque en cualquier otra cosa que no sea Cristo, y este crucificado, no es agradable al Señor.

La adoración cristiana debe centrarse en las enseñanzas apostólicas que se encuentran en las Escrituras. / Foto: Lightstock

Conclusión: el corazón de la adoración

El recorrido a través de estos cinco puntos revela una verdad fundamental: a Dios le importa más la motivación de nuestra adoración que el acto mismo. Al igual que el Israel del Antiguo Testamento, corremos el riesgo de multiplicar nuestras canciones y ceremonias mientras nuestro corazón está lejos de Él, aferrados a tradiciones humanas, enemistados con nuestros hermanos, indiferentes ante el pobre o presentando un evangelio confuso a un mundo que lo necesita desesperadamente.

Estos escenarios no deben llevarnos a la desesperación, sino a un autoexamen honesto y humilde ante el Señor. Escudriñemos si nuestras prácticas están verdaderamente arraigadas en Su Palabra, si nuestro amor por Dios se refleja en el amor por nuestro prójimo y si el enfoque de todo lo que hacemos apunta inequívocamente a la persona y obra de Cristo. En última instancia, la verdadera adoración brota de un corazón transformado por el evangelio, que busca honrar a Dios en todas las áreas de la vida y que se manifiesta en una comunidad de fe que está centrada en Cristo.

Adriel Sanchez

Adriel Sánchez es pastor de North Park Presbyterian Church, una congregación de la Iglesia Presbiteriana de América. Además de sus responsabilidades pastorales, también sirve como un anfitrión del programa de radio Core Christianity. Él y su esposa Ysabel viven en San Diego, California con sus tres hijos.

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