Para referencia de fechas, este artículo se publicó originalmente en inglés el 4 de noviembre del 2024.
Ayer se cumplieron cuatro años desde que Nick fue al cielo. Me encuentro llamándolo “Nicky” con más frecuencia ahora, un nombre que no había usado para él desde que era niño. Me pregunto si esto refleja que, de alguna manera, se está volviendo más querido para mi corazón y más joven en mi mente. Después de todo, yo sigo envejeciendo mientras él permanece detenido en el tiempo. Pronto celebraré un cumpleaños por cuarta vez desde aquel día, pero él no ha celebrado ninguno. La distancia entre nosotros se amplía día a día.
Mucho ha cambiado en cuatro años. Y mucho ha permanecido igual. El dolor es mucho más fácil de soportar después de casi 1,500 días de práctica. Me sorprendería saber que no ha pasado un solo día en el que no haya pensado en Nick sin extrañarlo. Pero los días muy difíciles llegan con menos frecuencia ahora, y aquellos casi imposibles de soportar se han vuelto escasos. Aún se necesita muy poco para que llore cuando pienso en él, o cuando veo a un padre abrazando a su hijo, o cuando pienso en su primer sobrino naciendo sin haberlo conocido ni haber tenido la oportunidad de conocer a su tío Nick. Pero también me cuesta menos secar mis lágrimas y seguir adelante con gozo.
Ahora visito la tumba de Nick con menos frecuencia. Aún siento que es importante hacerlo, pero el intervalo entre mis visitas ha pasado de ser de días a semanas. A veces, me invade una sensación de culpa cuando he pasado un buen tiempo sin ir, como si de alguna manera tuviera que demostrar mi amor a través de la frecuencia de esas visitas. Sé que eso no es cierto, pero a veces resulta difícil equilibrar la emoción con la razón.
Aileen sigue visitando la tumba más a menudo que yo. Sigue cuidando con esmero el césped y las flores alrededor de la tumba como muestra visible de su amor y lealtad a su hijo. Bajo su cuidado, la pequeña parcela de Nick se ha vuelto tan verde y frondosa como cualquier otra del cementerio. Como yo, Aileen sigue teniendo momentos y días difíciles, pero rara vez semanas y nunca meses difíciles. Ya no se parece a aquellos primeros días en los que no sabíamos cómo seguir adelante bajo el aplastante peso del dolor.
Por la gracia de Dios, las niñas también están bien. Siguen amando al Señor y confiando en Él con el dolor más profundo que han conocido. Le echan de menos, por supuesto, sobre todo cuando hay enormes alegrías que celebrar, profundas penas que lamentar y grandes preguntas sobre las que reflexionar. Echan de menos su amor y la sabiduría que compartió con ellas. Pero confían en un Amor más grande y se someten a una Sabiduría más elevada, así que siguen adelante con gozo. Además, mientras que los ancianos y las personas de mediana edad tienden a mirar hacia atrás, los jóvenes naturalmente y con razón miran hacia adelante.
A veces, Aileen y yo nos damos cuenta de que casi nos cuesta más imaginar nuestras vidas con Nick que sin él. Han cambiado tantas cosas en cuatro años, tanto las circunstancias de nuestras vidas como nuestro interior. Ya no somos las personas que éramos el día anterior a nuestra pérdida. Nuestras vidas son muy diferentes. La vida que vivió con nosotros y que nosotros vivimos con él pertenece al pasado. La vida que vivimos sin él está en el presente y en el futuro. Es un sentimiento extraño y difícil de expresar.
La temporada navideña está a la vuelta de la esquina. El Día de Acción de Gracias canadiense ya pasó, y con él, se acercan rápidamente la Navidad y el Año Nuevo. Esta será la primera Navidad en un par de años en la que toda la familia planea reunirse. Michaela estará en casa después de su primer año en la universidad, y Abby, Nate y su hijo por nacer viven a solo unos minutos de distancia. Ryn (la prometida de Nick) también tiene previsto visitarnos en algún momento. Estamos ansiosos por pasar momentos especiales juntos: tiempos para celebrar la temporada y, sobre todo, para disfrutar del valioso regalo de la familia.
Por supuesto, sabemos que la ausencia de alguien será evidente. ¿Qué padre no anhela tener a sus hijos en casa y reunidos en torno al lugar más dulce de todos: la mesa familiar? ¿Y qué padre no se aflige al ver que un lugar está vacío y al saber que falta una persona? Sin embargo, estamos convencidos de que, aunque esté ausente de nosotros, está presente con el Señor, que está seguro y bien en ese lugar en el que todos anhelamos estar. Y sabemos que nuestras mejores comidas y nuestras celebraciones más deleitosas aquí son solo un destello y un anticipo de las que están por venir. Por eso comemos con fe y nos alegramos con esperanza, confiando en Dios y apoyándonos en Sus promesas.
Y así, de repente, hemos llegado al final de nuestro cuarto año desde aquel día tan difícil, y hemos comenzado el quinto. Aunque muchas cosas han cambiado, hay algo que permanece inalterable: Dios ha estado con nosotros y ha sido bueno con nosotros. Le amamos, confiamos en Él y alabamos Su nombre.
Publicado originalmente en Challies.
