Aplastado, golpeado, victorioso: el Siervo en quien podemos confiar

Jesús fue humillado, fiel, y murió en nuestro lugar. Pero resucitó, justificó a los pecadores y venció al pecado.
Imagen: VaE, basado en una pintura de Francisco de Zurbarán

Confiar en los demás presenta enormes desafíos en nuestro mundo caído. Todo el mundo ha sido corrompido por el pecado y, por lo tanto, nadie es totalmente fiel ni digno de confianza. Como dice Proverbios 20:6: “Muchos hombres proclaman su propia lealtad, pero un hombre digno de confianza, ¿quién lo hallará?”.

Mientras que los humanos demuestran ser desconfiados e indignos de confianza, Dios se presenta como Aquel en quien podemos confiar supremamente para todo en esta vida y más allá de la tumba. Vemos un énfasis intencional en la Escritura sobre la confiabilidad de Dios, pero la Escritura no nos ordena tener una fe ciega. El Señor nos instruye para que confiemos en Él, y luego nos demuestra que es digno de nuestra confianza. Dios nunca habla y luego no actúa. Siempre demuestra Su fidelidad.

A pesar de esta verdad, a menudo luchamos por confiar en Dios, lo que se manifiesta cuando cedemos al pecado en tiempos de diversas pruebas y tentaciones. Entonces, ¿cómo podemos aumentar nuestra confianza en nuestro Señor y en Su poder sobre nuestro pecado?

En Isaías 53 encontramos una respuesta útil a esta pregunta. Aquí, Dios revela que Su Siervo Sufriente, el Señor Jesús, es eminentemente digno de confianza. Tanto si sufrimos a causa de pruebas o tentaciones, podemos confiar en Jesús para que nos ayude a salir adelante y haga realidad las promesas del pacto de Dios.

Hay cuatro maneras en que Isaías muestra la confiabilidad de Jesús en este pasaje.

Vemos un énfasis intencional en la Escritura sobre la confiabilidad de Dios, pero la Escritura no nos ordena tener una fe ciega. / Foto: Lightstock

Primero, Jesús se humilló cuando nosotros éramos orgullosos

Al inicio de este capítulo, Isaías lamenta la incredulidad de Israel. Justo antes, en Isaías 52, nos enteramos de que los gentiles se maravillarían ante el Siervo exaltado. Sin embargo, cuando pasamos a Isaías 53, a pesar de las magníficas promesas salvíficas del pasaje anterior, observamos la incredulidad constante de un pueblo que ha presenciado en primera fila la obra de Dios. ¿Por qué es tan difícil confiar en las promesas de Dios? Isaías responde mostrándonos la humildad del Siervo junto al orgullo de los pecadores que rechazan la Palabra de Dios.

Isaías hace una descripción de la humildad del Siervo, utilizando imágenes agrícolas para transmitir la apariencia externa de Jesús como inútil e infructífera. El Siervo vino de la forma más humilde, y Sus circunstancias y apariencia le hacían parecer como alguien que no era necesario. La gente despreciaría al Mesías y Siervo sufriente de Dios.

En Isaías 53, el siervo sufriente demuestra que es digno de confianza al humillarse voluntariamente por los pecadores orgullosos. / Foto: Envato Elements

Así, vemos tanto la humillación del Siervo como el orgullo del hombre. Dios en carne humana desciende hasta nosotros, y nosotros le despreciamos porque no se ajusta a nuestros ideales. Dios, sin embargo, nos ve en nuestro orgullo, sabe cómo vamos a responder, y aun así viene a salvarnos del pecado.

Jesús demuestra que es digno de confianza al humillarse voluntariamente por los pecadores orgullosos. Isaías se incluye a sí mismo entre los que tenían en poca estima al Siervo, diciendo: “No le estimamos”. Por cierto, cada uno de nosotros debe incluirse como parte de quienes no lo estiman. Pues, sin la gracia de Dios, lo rechazamos. Cristo, sin embargo, condescendió para salvarnos, demostrando que es digno de confianza.

Dios nos ve en nuestro orgullo, sabe cómo vamos a responder, y aun así viene a salvarnos del pecado. / Foto: Lightstock

Segundo, Jesús fue fiel cuando nosotros no lo fuimos

Isaías pinta un cuadro bastante feo de nosotros. El Siervo cargaba con nuestras penas y sufrimientos, pero nosotros veíamos Su sufrimiento y decíamos: “Dios lo ha golpeado justamente por Sus pecados”. Éramos hipócritas infieles, pensando que estábamos libres de culpa ante la ley de Dios, mientras arrojábamos condenación sobre Su Cristo.

La realidad es que Jesús fue traspasado y aplastado por nuestras transgresiones, nuestras iniquidades y nuestros actos de impiedad. Él tomó el castigo que nosotros merecíamos para que pudiéramos tener paz, plenitud y bienestar. Nos liberó de nuestros pecados soportando la flagelación. Pensábamos que podíamos condenar al Siervo de Dios, pero en realidad estábamos bajo la maldición de Dios.

 Jesús fue traspasado y aplastado por nuestras transgresiones, nuestras iniquidades y nuestros actos de impiedad. / Foto: Lightstock

Sin embargo, este era el propósito y el plan de Dios, según Isaías. Ese plan implicaba que Cristo sufriera y muriera por nosotros. Dios mismo hizo que nuestra injusticia, pecados y desobediencia cayeran sobre Jesús. Dios imputó nuestros pecados a Jesús en la cruz. Jesús se puso en nuestro lugar, tomó nuestros pecados y la ira de Dios, y llevó nuestro castigo para que pudiéramos tener shalom con Dios.

La ironía es evidente. El profeta dice que miramos a Jesús y pensamos: “Dios lo castigó por Su pecado”, pero Dios le hizo esto por nuestro pecado. Jesús se sometió fielmente para que nosotros pudiéramos ser perdonados, ser justos ante Dios y recuperar la integridad. La fidelidad de Jesús, incluso cuando éramos infieles y estábamos perdidos, inspira confianza en Él.

Dios imputó nuestros pecados a Jesús en la cruz. / Foto: Lightstock

Tercero, Jesús se sometió a la muerte cuando nosotros la merecíamos

Los versículos 7-9 son extraordinarios al describir la muerte sustitutiva de nuestro Salvador en la cruz.

Jesús fue tratado con desprecio, pero guardó silencio como una oveja ante los esquiladores.  Sufrió horriblemente, no recibió justicia, fue humillado y murió sin hijos, una señal segura para aquella cultura de que el desagrado de Dios estaba sobre Él. Su separación de los pecadores, aunque se identificó con ellos, quedó clara en Su sepultura.

Jesús fue tratado con desprecio, pero guardó silencio como una oveja ante los esquiladores. / Imagen: Konstantin Kolobov

Isaías inserta entonces la frase, a quien correspondía la herida, refiriéndose a la condena total que Dios impone a los pecadores. Este es otro recordatorio de la fidelidad de Jesús. Nosotros deberíamos haber sufrido la ira de Dios, pero Jesús absorbió la condena que merecíamos.

Piensa en las formas en que nos sentimos tentados a no confiar en Jesús. Jesús tomó nuestro lugar y llevó en Su propio cuerpo nuestros pecados, penas, aflicciones y condenación; y llegó hasta este extremo para traernos la paz, liberarnos de la culpa del pecado y salvarnos del castigo eterno. La pregunta nunca es: “¿Nos proveerá Jesús todo lo que necesitamos para vivir ante Él y alcanzar la salvación en el último día?”. Más bien, la pregunta siempre es: “¿Confiamos en Él?”. Él murió por nosotros cuando merecíamos la muerte. Tenemos todas las razones para confiar en Él.

Por último, Jesús obtuvo la victoria sobre el pecado cuando nosotros éramos los transgresores

El tema resonante de los versículos 10-12 es que el Siervo Sufriente, aunque aplastado y golpeado, fue finalmente victorioso.

Vemos la victoria de Jesús sobre el pecado en Su resurrección en el versículo 10. Al Señor le agradó el sufrimiento del Siervo porque la muerte de Cristo fue una ofrenda para eliminar nuestra culpa.

Vemos la victoria de Jesús sobre el pecado en Su resurrección. / Foto: Lightstock

Dios estaba complacido porque la cruz no era el fin del Siervo. A través de Su muerte, Jesús fue fecundo, y las cosas que agradan a Dios florecerían a través de la obra de Cristo. Él viviría para siempre, aunque tuvo una muerte horrible.

La victoria de Jesús sobre el pecado está asegurada en Su éxito al justificar a los pecadores. El resultado de la angustia de Jesús sería satisfacción para Él, y justificación para nosotros que confiamos en Él. Jesús fue victorioso sobre el pecado, no en un sentido abstracto, sino en el sentido muy real de que nuestros pecados son perdonados, arrojados a las profundidades del mar, tan lejos como el este está del oeste; y ahora somos uno con el Justo, de modo que Su justicia se ha convertido en la nuestra.

También vemos la victoria de Cristo en Su exaltación. Él, que parecía ser nada más que un desecho, era el guerrero poderoso que dirige a los conquistadores en la celebración sobre sus enemigos. ¿Por qué? Porque llevó nuestro pecado e intercedió por nosotros, los transgresores, que es la palabra más fuerte que Isaías podría haber utilizado para describir la maldad de alguien.

Jesús se mostró digno de confianza al obtener la victoria sobre el pecado cuando nosotros éramos los transgresores. Mediante Su resurrección, obra justificadora y exaltación, Cristo es digno de nuestra confianza. Cuando el apóstol Pedro leyó Isaías 53 y vio lo que Jesús había hecho por Su pueblo, su respuesta fue ver el sufrimiento de Jesús como un modelo de su fidelidad, para que, independientemente de lo que estemos experimentando o afrontando, podamos confiar en Él.


Publicado originalmente en Founders Ministries.

Robb Brunansky

El Dr. Robb Brunansky es Pastor y Maestro de Iglesia Bíblica Desert Hills, en Glendale, Arizona. Puedes seguirlo en X @RobbBrunansky

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