Confiar, esperar, descansar: vivir por fe cuando el dolor toca a tu puerta

La fe no es un evento único, sino una pelea diaria por creer que Dios sigue siendo bueno cuando el dolor es grande.
Foto: VaE, basada en una foto de Lightstock

En el año 2000, mi hermana, Joy Dyer, intentó pagar una compra en un supermercado, pero no pudo hacer que su mano escribiera un cheque. Esa fue la primera señal de que algo siniestro estaba atacando su cuerpo. Casi un año después, en la misma fecha, el cáncer le arrebató la vida. El siguiente artículo está tomado del libro Suffering with Joy (el título en inglés tiene un doble significado: “Sufriendo con Joy” y “Sufriendo con gozo”), que está compuesto por cartas escritas con el deseo de acompañar a Joy, su esposo Dean, su familia y amigos a través de este difícil camino. Mi esperanza es que estas cartas brinden consuelo y ánimo en Cristo a otros compañeros de sufrimiento que están recorriendo un sendero difícil.

Confía callado en el Señor y espera en Él con paciencia (Sal 37:7a).

La fe no es un evento único en la vida del cristiano. No es simplemente algo que hicimos en algún momento de nuestro pasado. Ciertamente, hubo un momento en el que pasamos de la incredulidad a la fe. Pero ese momento inicial de creer nos introdujo en una vida de fe. Un cristiano es alguien que, habiendo confiado inicialmente en Jesús como Señor, sigue creyendo. Continuamos dependiendo de Cristo. Esta confianza no es perfecta. A veces puede debilitarse y vacilar, y otras veces puede ser fuerte y firme. Pero la fe para el cristiano es continua. Es constante. Es un estilo de vida.

Un cristiano es alguien que, habiendo confiado inicialmente en Jesús como Señor, sigue creyendo. / Foto: Unsplash

El apóstol Pablo llama a este estilo de vida una pelea. Él animó a su joven colega en el ministerio a “Pelea[r] la buena batalla de la fe” (1Ti 6:12a). La fe es una lucha para el cristiano en el sentido de que debemos esforzarnos, disciplinarnos y, a veces, luchar para seguir creyendo. Las semillas de la incredulidad permanecen en nuestros corazones, y a veces parece que han brotado con tanto éxito que la fe genuina está casi ahogada. En esos momentos, encuentro consuelo en aquel padre desconsolado que le pidió a Jesús que sanara a su hijo. Con su niño poseído por un demonio retorciéndose en el suelo a sus pies y echando espuma por la boca, este hombre miró a Jesús y, con lágrimas en los ojos, dijo: “Creo, ayúdame en mi incredulidad” (Mr 9:24). Él tenía fe (“Creo”), pero le faltaba seguridad (“Ayúdame en mi incredulidad”).

La fe es una lucha para el cristiano en el sentido de que debemos esforzarnos, disciplinarnos y, a veces, luchar para seguir creyendo. / Foto: Lightstock

Estas palabras han sido mi oración muchas, muchas veces a lo largo de mi vida. Cuando llegan las pruebas, cuando parece que las promesas de Dios (lo que Él ha prometido hacer) son contradichas por la providencia de Dios (lo que Él realmente está haciendo), nuestra fe puede ser severamente probada. En esos momentos, la persona que confía en Cristo necesita recordar que la vida cristiana es una pelea, y que estamos llamados a “pelear la buena batalla de la fe”.

Una buena manera de equiparse para esta pelea es a través de la memorización de las Escrituras. Lo que hace que la fe sea difícil y la incredulidad fácil es perder de vista las cosas que son verdaderas. Llenar nuestra mente con la Palabra de Dios hace que Su verdad sea más accesible para nosotros que si solo tuviéramos una idea general de ella. La Escritura que se memoriza puede ser recordada fácilmente por el Espíritu Santo, quien habita en cada creyente. El salmista testificó del poder de la Escritura para obrar de esta manera en su vida cuando escribió: “En mi corazón he atesorado Tu palabra, para no pecar contra Ti” (Sal 119:11).

Una buena manera de equiparse para esta pelea de la fe, es a través de la memorización de las Escrituras. / Foto: Lightstock

Otra buena manera de librar la guerra contra la incredulidad es prestando atención al consejo específico de la Palabra de Dios. La Biblia registra historias reales de personas que enfrentaron todo tipo de pruebas y desafíos. Dios les enseñó lecciones importantes a través de estas experiencias. Y al registrar sus historias en la Biblia, Él también puede enseñarnos a nosotros a través de ellas. A menudo, la Biblia nos da el consejo de hombres y mujeres que nos han precedido en la lucha de la fe. Tanto por su ejemplo como por sus palabras, somos animados a seguir creyendo.

Esto es cierto en el caso del rey David y sus instrucciones en el Salmo 37. Él escribió este salmo cuando era un anciano (v 25). Está impregnado de la sabiduría de una larga experiencia. David sabía lo que era estar “en la cima de la montaña”. Hubo un tiempo en que no podía hacer nada malo ante los ojos de sus compatriotas. Se escribieron canciones sobre él. Reyes extranjeros lo respetaban. Sus enemigos le temían. Pero para cuando escribió el Salmo 37, había vivido lo suficiente como para experimentar el cambio de fortuna. Había pecado gravemente contra su Dios y su pueblo. Había experimentado la muerte de un bebé y una conducta inconcebiblemente perversa por parte de otros hijos, incluyendo el asesinato de un hijo por otro y la traición y ejecución de ese hijo asesino.

Una buena manera de librar la guerra contra la incredulidad es prestando atención al consejo específico de la Palabra de Dios. / Foto: Lightstock

David había visto prosperar a los malvados y sufrir a los justos. Y, desde la sabiduría de una larga experiencia con Dios, nos anima diciendo: “Confía callado en el Señor y espera en Él con paciencia” (v 7a). Este es un consejo sólido para quienes realmente conocen a Dios. El Señor nunca tiene prisa y nunca llega tarde. Además, algo que a veces es fácil olvidar, Él siempre está obrando para la eternidad. A menudo nos angustiamos y nos preguntamos dónde está Dios o si realmente le importamos. Es bueno escuchar el consejo inspirado por Dios de un hombre experimentado como David, quien también tuvo esos pensamientos: descansa en Él. Espera pacientemente en Él.

¿Qué significa exactamente descansar en el Señor y esperar pacientemente en Él? Significa entregar nuestras cargas y preocupaciones a Él. Confiar en que hará lo que es correcto y lo que es bueno para nosotros. Significa recordar el cielo, recordarnos a nosotros mismos que estamos en esta lucha de la fe a largo plazo. El sentido del tiempo de Dios no está limitado por nuestros relojes y calendarios. Descansar en el Señor y esperar pacientemente en Él significa orientar nuestros corazones con tal determinación hacia Jesucristo y Su muerte en la cruz, que la sangrienta escena del Calvario comienza a derretir nuestros temores y ansiedades mientras la contemplamos y podemos decir: “Lo hizo por mí”.


Este artículo se publicó originalmente en Founders Ministries.

Tom Ascol

Tom se ha desempeñado como Pastor de la Iglesia Bautista Grace desde 1986. Antes de mudarse a la Florida sirvió como pastor en iglesias en Texas. Él tiene una licenciatura en sociología de Texas A & M University (1979) y también tiene un MDiv y un PhD de Southwestern Baptist Theological Seminary in Ft. Worth, Texas. Tom es el Director Ejecutivo de los Ministerios Fundadores. Él y Donna tienen diez hijos, incluyendo tres yernos y una nuera. También tienen 7 nietos.

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