El reto del COVID-19 – No reunirse

La pandemia por el COVID-19 presentó un desafío a las iglesias alrededor del mundo precisamente porque, en tantos lugares, los santos tenían dificultad para reunirse y aprender a valorar la palabra de Dios juntos.
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La pandemia por el COVID-19 presentó un desafío a las iglesias alrededor del mundo precisamente porque, en tantos lugares, los santos tenían dificultad para reunirse y aprender a valorar la palabra de Dios juntos. Después de un par de meses de no reunirnos durante los primeros días del COVID-19, sentí como si estuviera perdiendo el control de mi iglesia. Los amigos me preguntaban, “¿cómo le va a tu iglesia?”. Me costó mucho responder. Estaba haciendo llamadas regulares y enviando mensajes de texto a miembros individuales, pero no podía pensar en todo el cuerpo de Cristo. La iglesia se sentía como charcos de agua después de la tormenta, esparcidos por todo el lugar, algunos charcos por aquí y otros por allá. Los ancianos se preocupaban principalmente por los miembros espiritualmente débiles que estaban luchando en su fe y enfrentándose a tentaciones específicas. Nos preocupábamos por los que parecían estar espiritualmente a la deriva, aquellos con un pie fuera de la puerta. Sin embargo, el no reunirse nos afectó a todos, a los espiritualmente maduros y los no maduros por igual. Cada uno de nosotros necesita ver y escuchar a nuestros compañeros santos de forma regular. De lo contrario, solo observamos los patrones de los colegas del trabajo, los amigos de la escuela o los personajes de televisión. Cuando comenzó la pandemia, muchas iglesias transmitían en vivo sus servicios, y muchos exaltaron el duradero valor de la “iglesia virtual”. Pastores que anteriormente habían condenado la idea abrieron “campus virtuales” y los dotaron de pastores a tiempo completo, prometiendo que los campus continuarían de forma indefinida. Algunos dijeron que esto era un avance emocionante en la historia de cumplir con la Gran Comisión. Y, aun así, nos preguntamos: ¿qué hace falta cuando nuestra experiencia de “iglesia” es nada más que una transmisión en vivo semanal? Para empezar, piensas menos en tus compañeros miembros de la iglesia. Ellos no vienen a tu mente. No te topas con ellos ni tienen conversaciones rápidas que llevan a largas conversaciones durante la cena. Más allá de eso, te remueves del camino de animar, rendir cuentas y amar. Gracias a Dios que podemos “descargar” las verdades bíblicas de forma virtual. Pero agradezcamos a Dios que la vida cristiana es más que solo transferir información. Cuando la iglesia es únicamente virtual, no podemos sentir, experimentar y ser testigos de esas verdades haciéndose realidad en las vidas de la familia de Dios, lo que fortalece nuestra fe y crea lazos de amor entre los hermanos y hermanas. El concepto de iglesia virtual es contradictorio. Piénsalo. Tal vez toda la semana has luchado con odio oculto hacia tu hermano. Pero luego su presencia en la mesa del Señor te convence de pecado y te lleva a confesarlo. Luchas con sospecha hacia una hermana. Pero luego la ves cantando las mismas canciones de adoración y tu corazón se mueve hacia ella. Luchas con ansiedad por lo que está sucediendo en la política de tu país. Pero luego el predicador declara que Cristo viene en victoria a establecer Su justicia y escuchas a tu alrededor gritos de “¡Amén!”, y recuerdas que perteneces a la ciudadanía celestial alidada en esperanza. Te sientes tentado a mantener tu lucha oculta. Pero luego la amable e insistente pregunta de la pareja mayor durante el almuerzo —“¿cómo estás realmente?”— te trae a la luz. Nada de esto puede ser experimentado de manera virtual. Dios nos hizo criaturas físicas y relacionales. Al final, la vida cristiana y la vida de iglesia no se puede descargar de Internet. Se debe observar, escuchar, entrar en y seguir. Por lo tanto, Pablo exhortó a Timoteo a cuidar su vida y doctrina, ya que ambas serían cruciales para salvarlo a él y a quienes lo escuchaban (1Ti 4:16). No es una sorpresa que la iglesia virtual o a través del Internet está creciendo en popularidad. Es conveniente y – honestamente – te permite evitar las relaciones problemáticas. Lo entendemos; esa es una fuerte tentación. Cuando aún estaba soltero, me mudé a otra ciudad. No tenía iglesia ni conocía a nadie. Unos días después de llegar, un pensamiento me pasó por la mente, puedo salir y hacer lo que quiera. Nadie está aquí para verme, escucharme y preguntarme nada. Eso es algo agradable. Gracias a Dios, el Espíritu Santo inmediatamente me reprendió: “Sabes de dónde viene ese pensamiento. No, ese no es un impulso que debes seguir”. ¡Cuánta gracia! Agradezco que el Espíritu Santo haya frenado mi corazón ese día. Sin embargo, no te pierdas la lección: por lo general Él usa a los hermanos y hermanas en la iglesia para ayudarnos a luchar contra la locura y la tentación. Es verdad, reunirse con la iglesia puede ser incómodo, pero el amor también es incómodo. Las relaciones son caóticas, pero el amor también es caótico. Las conversaciones vulnerables asustan, pero el amor también asusta. Tememos que el empuje hacia la iglesia virtual sea un empuje hacia individualizar el cristianismo. Podemos debatir la sabiduría de usar esta herramienta por un tiempo limitado en una situación de emergencia, como lo es la pandemia. Las ciudades de la costa de los Estados Unidos no podían reunirse los domingos en la tarde durante la Segunda Guerra Mundial debido a los apagones impuestos por el gobierno. Es justificado. Sin embargo, el ofrecer o alentar la iglesia virtual como una opción permanente, aún con buenas intenciones, lastima el discipulado cristiano. Entrena a los cristianos a pensar en su fe en términos autónomos. Les enseña que pueden seguir a Jesús como miembros de la “familia de Dios”, en un sentido abstracto, sin enseñarles lo que significa ser parte de la familia y hacer sacrificios por la familia. En ese sentido, los pastores deberían motivar a las personas a alejarse de la “asistencia” virtual tanto como sea posible. Recientemente les dije a mis compañeros ancianos, “hermanos, necesitamos encontrar una forma amable de recordarles a nuestros miembros que la opción de la transmisión en vivo no es buena para ellos. No es buena para su discipulado y no es buena para su fe. Queremos que esto les quede claro, para que no se vuelvan complacientes y no se esfuercen para reunirse con nosotros, si pueden hacerlo”. El mandato de la Biblia de reunirnos no está destinado para ser una carga (ver Heb 10:25) _________________________ Este artículo fue adaptado de una porción del libro Redescubre publicado por Poiema Publicaciones. Puedes descargar una muestra gratuita visitando este enlace. _________________________ Páginas 40 a la 43

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