Meditando en Cristo por los sufrimientos del año que concluye

Otro año está a punto de terminar y no ha sido fácil. Si somos honestos, casi ninguno lo es. No lo tomen a mal. No trato de ser pesimista. Es mi intención ser realista y ayudarnos a pensar objetivamente mientras meditamos en el año que recién termina.
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Otro año está a punto de terminar y no ha sido fácil. Si somos honestos, casi ninguno lo es. No lo tomen a mal. No trato de ser pesimista. Es mi intención ser realista y ayudarnos a pensar objetivamente mientras meditamos en el año que recién termina. Aunque somos nuevas criaturas (2 Cor. 5:17), estamos sujetos a un cuerpo mortal y frágil. A pesar de que pasamos «de las tinieblas… al reino de Su amado Hijo» (Col. 1:13), seguimos viviendo en este mundo corrompido y seriamente afectado por el pecado. Recordar estas realidades nos ayudan a ponerlo todo en perspectiva. Al final de cada año solemos recordar las cosas buenas del año y damos gracias a Dios por ello. Esto es muy bueno. No debemos olvidar las bondades de Dios (Sal. 103:2) y debemos dar gracias por todo (Ef. 5:20). Sin embargo, es útil también recordar las dificultades, sufrimientos, tribulaciones y angustias del año que concluye y ponerlas en la perspectiva correcta.

La aflicción garantizada

Jesús lo dijo muy claro: «En el mundo tienen tribulación; pero confíen, Yo he vencido al mundo» (Jn. 16:33b). Dios nunca prometió la ausencia de conflicto, pruebas y aflicciones para el creyente. Podemos y debemos esperar que la vida sea dura. No es fácil ni lo será. El pecado ha afectado el mundo en el que vivimos, las relaciones interpersonales y nuestras propias vidas.

Jesús quería que sus discípulos confiaran en que, aunque las pruebas y dificultades serían una constante, no debían temer. De hecho, Él comienza el versículo citado con anterioridad, de la siguiente manera: «Estas cosas les he hablado para que en Mí tengan paz» (Jn. 16:33a). Todo lo que Jesús les había hablado en cuanto al futuro no era para dejarlos con temor, sino para que confiaran en Él, y que, confiando, tuvieran paz. Él está siempre en control y Él tiene cuidado de los Suyos.

Pablo también, en 2 Cor. 4, manifestó lo que sabía que era cierto para su vida y ministerio, y advierte con mucha claridad acerca de lo que se espera del creyente. Los cristianos estaban siendo perseguidos constantemente y, por causa del evangelio, él mismo era sujeto a tribulación tras tribulación (2 Cor. 4:10-12). No obstante, tenía la actitud correcta.

La actitud esperada

El esfuerzo de Pablo, su trabajo incesante, era por amor al Señor y el ministerio que se le había encomendado (2 Cor. 4:15). Solo de esa manera se entiende que pudiera decir: «Así que en nosotros obra la muerte, pero en ustedes, la vida» (2 Cor. 4:12). Estaba dispuesto a pagar el precio, por amor. Valía la pena. En última instancia, lo que hacía era para la gloria de Dios (2 Cor. 4:15).

Aunque el apóstol vivía lo que predicaba, no se dirige a los corintios para mandarles a hacer lo mismo sin darles fundamentos, razones o esperanza. A continuación, les ayuda a tener la perspectiva correcta ante las aflicciones que estaba teniendo y que con seguridad tendrían en sus vidas. Lo primero que les dice es que independientemente de lo que sucediera en su vida o en la vida de sus lectores, el Señor los resucitaría «con Jesús» (2 Cor. 4:14). Esto es motivo de gran gozo y esperanza (1 Tes. 4:14; 1 Cor. 15:20-23; Rom. 8:11, 17) y pondría cualquier sufrimiento en una perspectiva eterna.

Pero, también en 2 Corintios 4:16-18, Pablo los anima a no desfallecer (2 Cor. 4:16) y a poner siempre los ojos en Jesús, en lo eterno, en lo que no se ve, en lo no perecedero (2 Cor. 4:18). Ante la adversidad, lo más fácil es perder la esperanza, sentir que no se puede más. La esperanza, no está basada en que todo se solucionará. De hecho, ese no es su argumento al final del versículo 18, sino que dice: «aunque nuestro hombre exterior va decayendo, sin embargo nuestro hombre interior se renueva de día en día». Esas no son las palabras de alguien que afirma que todo se va a arreglar. Por lo tanto, algo más debe motivarlo a no desfallecer. Al mismo tiempo, el apóstol afirma, en pocas palabras, que parte de esa actitud esperada incluye fijar nuestra mirada en Cristo, en Su Palabra, en Su verdad (2 Cor. 2:18). La aflicción de este mundo debe hacernos poner los ojos en Cristo (Heb. 12:2), en nuestro destino eterno, y no en las circunstancias temporales. No desfallecer y tener la perspectiva adecuada son indispensables para tener la actitud correcta ante las pruebas y tribulaciones del año que concluye.

La perspectiva adecuada

Tan pronto nos percatamos de que la aflicción está garantizada, pero que el Señor está con nosotros, de que debemos evitar desfallecer ante la prueba y de que debemos fijar nuestra mirada en Cristo constantemente, tendremos la perspectiva adecuada: Cualquier aflicción, prueba o tribulación en esta vida es leve y pasajera, temporal y finita, y por mucho inferior a la gloria por venir.

Los corintios recibieron esta palabra de parte de Pablo: «Pues esta aflicción leve y pasajera nos produce un eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparación» (2 Cor. 4:17). Dirigiéndose a los romanos, el apóstol lo puso de manera similar: «Pues considero que los sufrimientos de este tiempo presente no son dignos de ser comparados con la gloria que nos ha de ser revelada» (Rom. 8:18). Esto no era insensible de parte de este hombre de Dios. Las tribulaciones que él mismo estaba pasando y que pasaría, no serían fáciles. Tampoco para los cristianos de esa época. Mucho menos para ti y para mí. Sin embargo, lo que Pablo hace es poner todo en perspectiva: En comparación a lo que Dios estaba haciendo a través de esos sufrimientos, en comparación a lo que vendría al final, todo era visto como algo leve y pasajero.

No tenía comparación: una tribulación temporal nunca podrá compararse con una eternidad en la presencia de Dios. Por eso Pablo les insta a fijar su mirada en Cristo. A pensar, meditar y basarse en lo eterno, no en todo aquello que era temporal. Esta debe ser nuestra perspectiva constante ante las dificultades de la vida.

Conclusión

Pablo tuvo la perspectiva adecuada siempre, aunque sabía que la aflicción estaría siempre presente: «Afligidos en todo, pero no agobiados; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no destruidos» (2 Cor. 4:8-9). Esta conclusión, esta actitud, este estilo de vida, este optimismo, solo es posible en Cristo. Separados de Él, nada podemos hacer. Aférrate a Él. No estás solo.

Reflexiona en familia

  1. ¿Cuál ha sido tu reacción ante las pruebas y dificultades este año?
  2. ¿Qué puedes hacer para preparar tu corazón para el año que se avecina?
  3. ¿Cómo puedes ayudar a otros a estar listos cuando lo «inesperado» ocurra?
Josué Pineda

Josué Pineda

Josué Pineda Dale (M.Div., Th.M. Candidate) es coordinador administrativo de educación en español e instructor de sección en The Master´s Seminary, así como administrador de la Sociedad Teológica Cristiana. También es editor del blog de TMS en español, del ministerio «A tiempo y fuera de tiempo» y de la Sociedad Teológica Cristiana. Es el editor y uno de los contribuidores de Confiaré en ti y ha contribuido además en los siguientes libros: Declaring His Glory among the Nations y Siervo fiel. Además, Josué sirve en la enseñanza y como coordinador del «Hombres de la Palabra» en el ministerio hispano de Grace Community Church en Los Angeles, California. Actualmente está cursando una maestría en teología sistemática con énfasis en escatología (Th.M.-Ph.D. track) en The Master’s Seminary, tiene un B.A. en economía y negocios con énfasis en finanzas de la Escuela Superior de Economía y Negocios, y un M.Div. de The Master´s Seminary. Josué está casado con Mabe y juntos tienen dos hijos: Daniel y Valentina. Escribe regularmente en su blog «De regreso a la cruz» y colabora también como autor en «Estudios bíblicos para la vida» de LifeWay.

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