En los duros y primeros años de mi ministerio, yo pensaba que era el paciente. Aguantaba las críticas, juicios y acciones que querían eliminarme. Estaba siendo la más gran y fiel persona. A medida que los años fueron pasando, me di cuenta cada vez más de que era al revés. Estos fieles santos de años, heridos por pastores anteriores durante décadas, estaban siendo pacientes conmigo. Específicamente, estaban siendo pacientes conmigo mientras crecía como predicador. En los primeros años, había una viuda de 85 años, Betty, quien solía sermonearme sobre mi predicación. Ella era la única que venía a decirme en realidad lo que no le gustaba mi predicción y la razón de su apreciación. Rechace lo que dijo… 8 años después, probó estar en lo correcto en cada crítica sobre mi predicación y donde necesitaba crecer. Me levante un día luego de años de trabajar en mi crecimiento como predicador y de repente me di cuenta de que había hecho los cambios que ella había sugerido. En resumen, me desafió a comprometer mi corazón en la predicación, no solo en mi mente. A Betty le encanta escucharme contar esa historia. Más que eso, le encanta escucharme predicar ahora. Ella, como otros, fue paciente conmigo en esos primeros años, en especial con mi predicación. Pastores, sus miembros más antiguos son un regalo, no una carga. Una de las formas en las que pueden servirte es ayudarte a crecer como predicador. Muchos de ellos tienen mucha experiencia en vida de iglesia, incluyendo buenos y malos sermones. Si no hacen nada más con su imperfecta retroalimentación, al menos van a comunicarte como alcanzarlos con la Palabra. Pastores, ustedes querrán saber cómo hacer eso.