Hace ya un tiempo publiqué un artículo sobre los cristianos y el ver películas. El artículo recibió una considerable cantidad de atención, tuvo muchos comentarios y fue citado varias veces. Me sorprendió ver que la mayoría de personas que comentaron estaban de acuerdo conmigo. Unos pocos no lo estaban. Uno de ellos me llamó un “neopuritano”. Y en cierta forma eso me agrada, así que siéntete en la libertad de llamarme así cuando quieras. ¡Me han llamado de maneras mucho peores! Terminando de leer el libro “Sexo, Romance, y la Gloria de Dios” de C.J. Mahaney, hubo una parte que me llamó la atención y me parece relevante para este tema. Aunque el libro está escrito y dirigido principalmente a hombres, el último capítulo fue escrito por Carolyn, la esposa del autor, y está dirigido a mujeres. Carolyn escribió una sección llamada “No proveas para los deseos de la carne”. Voy a compartirles algunos párrafos del libro para que los disfruten: “Tu familia finalmente se encuentra dormida, y quieres relajarte de todo el trajín del día. Entonces prendes el televisor, solo para ver qué hay en la programación. Un programa capta tu atención y dejas de cambiar de canal. Este programa con frecuencia puede ser vulgar, y aunque tú ya lo sabes, te quedas viéndolo porque no hay nada más para ver, y además piensas que te mereces un rato de entretenimiento. De inmediato pones a un lado tu conciencia y te sientas a disfrutar”. “Una situación como esta puede que no sea una tentación con la que estés familiarizado. Como sea, la escritura enseña que todos tenemos áreas en las cuales somos vulnerables. Romanos 13:14 dice: “Sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne”. En respuesta a este versículo cada uno de nosotros debe preguntarse: ¿Cuándo, dónde y con quién estamos más tentados a darle lugar a nuestra carne y gratificar sus deseos?” “No piensen que estoy insinuando que las actividades de descanso o entretenimiento son pecaminosas. La palabra de Dios de hecho nos instruye a descansar, ¡y hay muchas actividades recreativas que honran a Dios!” “Insisto sin embargo, y fundamentada en la palabra de Dios, que no debemos complacer a nuestros deseos pecaminosos cuando buscamos divertirnos. Por ejemplo: No debemos leer, ver o escuchar nada que despierte pensamientos impuros en nosotros, o que arriesgue nuestras convicciones bíblicas. ¡Eso sí sería pecado!” “Presta atención al compromiso de David que se ve reflejado en el Salmo 101:2-3: “En la integridad de mi corazón andaré dentro de mi casa. No pondré cosa indigna delante de mis ojos”. El salmista estaba resuelto: “No pondré cosa indigna delante de mis ojos”. Podemos también notar que David deseaba caminar con un corazón intachable en su casa. Como Charles Spurgeon dijo alguna vez: “Lo que somos en casa es lo que realmente somos”. ¿Podemos decir, al igual que David, que vamos a vivir con integridad en nuestro propio hogar? ¿Nos hemos propuesto no ver, leer o escuchar nada vil? ¿O estamos dándole libertad a lo que no deberíamos? ¿Vemos películas o series de televisión que no son saludables para nuestro espíritu? ¿Leemos novelas o revistas que carecen de valor alguno y nos tientan a tener fantasías sexuales? ¿Escuchamos música que despierta pensamientos impuros? Si respondimos que sí a cualquiera de estas tres preguntas, debemos extirpar cualquiera de estas prácticas de nuestras vidas” (páginas 113-114). Me parece que Carolyn habla con mucha sabiduría en esta porción del libro. Tal vez sea otra neopuritana como yo. ¿Cuando vemos películas o participamos en cualquier otra actividad recreativa, sin importar cual sea, lo hacemos para atender al mandato de Dios de que descansemos? ¿O lo hacemos con motivaciones impuras? ¿Lo hacemos para satisfacer nuestros deseos pecaminosos? Hace un tiempo escribí un artículo en el cual examinaba la profundidad de mi propia depravación y lo propenso que puedo ser hacia la maldad. La maldad pareciera estar siempre atrayéndome. Cuando veo películas ¿las veo para complacer a los deseos pecaminosos que acechan justo debajo de la superficie de mi vida? ¿Estoy siendo motivado por mi antigua naturaleza o mi nueva naturaleza? ¿Puedo decir, como lo dijo David, que tengo un corazón íntegro y que me he negado a mirar cualquier cosa vil? ¿O acaso pongo ante mis ojos toda clase de cosas viles, sin ninguna consideración, e incluso con el pretexto de estar haciéndolo en nombre de mi crecimiento espiritual? ¿Es posible revestirme del Señor y al mismo tiempo buscar satisfacer a mi carne? Lo que soy en mi casa es lo que realmente soy. Lo que soy en la oscuridad de una sala de cine es lo que realmente soy. Lo que soy cuando nadie me está viendo es un claro indicador de mi carácter y del alcance de mi búsqueda de piedad. ¿Qué dicen estas cosas de mí?