Hace algunos años en nuestra iglesia, hacíamos las cosas un tanto diferente de como las hacemos ahora. Teníamos una banda repleta de cañones contratados y les pagábamos para que hicieran el juego de luces todos los domingos. A modo de ilustración: nuestro guitarrista recorría el mundo con alguna banda famosa de muchachos, y luego llegaba los domingos a montar un espectáculo para nuestra iglesia; es la historia real. Pero en cuanto a la manera en que se daban los sermones, eran una mezcla de un poco de Biblia, de historias emotivas y conmovedoras, y un final que estaba diseñado para llevar a todos a una respuesta emotiva al mensaje. Éramos la típica iglesia evangélica atrayente y moderna. Sin ninguna duda, muchísima gente venía a nuestras reuniones. Pero no venían por la doctrina, sino por las personalidades, la música y la emoción. ¡Estaba funcionando! Por esta razón, nos pareció que nuestro pastor y maestro, se había vuelto loco cuando un domingo se levantó, súbitamente, y “echó” a todos los músicos contratados y le dijo a la congregación: “Si alguien tiene talento musical y no va a tocar gratis, ya no habrá lugar para ustedes en esta iglesia”. Incluso, fue más lejos al comenzar a predicar libros de la Biblia versículo a versículo para que la iglesia creciera en doctrina, y las canciones más exitosas y recientes de Jesus Culture o de Hillsong se cambiaron por canciones ricas en verdades teológicas. Los servicios emotivos fueron reemplazados por la clara predicación de la Palabra de Dios. ¡De repente, hubo llamados bíblicos al amor y a la obediencia a Cristo! Entonces, ocurrió un éxodo. Pasamos de ser un objeto nuevo y resplandeciente –una plantación de iglesia de crecimiento rápido con múltiples servicios y una asistencia de 300 personas– a tener asientos vacíos en todas partes, repentinamente. Finalmente, superamos lo que alguna vez fuimos, pero esta vez no fue un crecimiento meramente numérico, sino espiritual. La sana doctrina (junto con la oración y la paciencia) fue la que hizo el trabajo pesado.
Necesitamos la sana doctrina
De los predicadores de renombre que nos sugieren que nos “desenganchemos” del Antiguo Testamento a las series de sermones sobre la mera modificación de conductas, y de los libros de autoayuda a los servicios enteros llenos de entretenimiento, pero con ausencia de Biblia, la iglesia actual necesita con urgencia una fuerte dosis de la sana doctrina anticuada. En resumen, la sana doctrina sí importa. Nada más satisfará las necesidades más profundas del corazón humano. Nada más saciará la sed espiritual del creyente que ha sido transformado por el evangelio, y nada es más fiel al mandato de Cristo de Mateo 28:16-20. Jesús no sugirió que lo que Él enseñó se debe transmitir de cualquier forma modernizada que los discípulos consideraran apropiada. Tampoco dio el visto bueno a cualquier método que atrajera a la gente. Él dijo que “hacer discípulos” incluía “enseñarles a observar todo (énfasis añadido)” lo que Él mandó (Mt. 28:20). Cuando el apóstol Pablo le estaba dando instrucciones a Timoteo, su hijo en la fe, ¡le estaba machacando un imperativo tras otro con respecto a la importancia de la sana doctrina! Partiendo desde ese único modelo, no hay dudas de lo que debe hacer un buen ministro del evangelio. Debemos nutrirnos, y nutrir a otros, con palabras de fe y de sana doctrina (1 Tim. 4:6).
¿En qué consiste la “sana doctrina”, exactamente?
En la fe cristiana, la “sana doctrina” es la enseñanza bíblica correcta. Se puede definir la “doctrina” como las creencias centrales que sostiene un grupo de personas y “sana” implica que algo es confiable. Por tanto, cuando las iglesias pasan más tiempo entreteniendo a la gente y predicándoles sermones superficiales, no están cumpliendo con lo que se supone que una iglesia debe ser y hacer. Debemos predicar y enseñar las creencias fundamentales de la fe cristiana con base en lo que enseña la Biblia, sin importar la forma en que el mundo a nuestro alrededor está cambiando. Al igual que un amigo confiable que te dirá lo que necesitas oír en vez de lo que quieres oír, una iglesia confiable (más específicamente los predicadores) deben darte la verdad y nada más que la verdad.
Por qué sí importa predicar la sana doctrina
Hay mucho en juego, pero le esperan grandes cosas a la iglesia que deja de jugar y “atornilla” la Biblia al púlpito y el púlpito, al piso. Seguramente, a algunos no les gustará, pero la Palabra de Dios promete que las bendiciones superarán en gran medida a las reacciones negativas. Veamos cinco razones por las que sí importa predicar la sana doctrina:
1. Es lo que se espera de los pastores fieles
¿Conoces a un pastor que no desea ser fiel en su deber para con Cristo? La mayoría de ellos, sí. Simplemente, el pastor que ha sido llamado a ser un líder-siervo de la iglesia fracasa en su deber si la sana doctrina no es el eje central del ministerio de enseñanza y predicación. Churchstaffing.com no determina la descripción del trabajo de un pastor, ni ninguna otra agencia. Pero Dios lo ha hecho, y aún espera que Sus herramientas cumplan con los propósitos que Él estableció en las Escrituras. Los hombres de Dios deben ser fieles. El Nuevo Testamento establece el rol de los que supervisan la iglesia en términos bien claros (Hch. 20:17-38; 1 Tim. 4:6, 11-13, 16; 2 Tim. 3:10, 14-17; 2 Tim. 4:1-5). Dios ordena que le sirvan a Su pueblo comida espiritual cargada con sana doctrina. Un pastor puede ser talentoso de muchas maneras, pero él será fiel únicamente si en todo lo que hace predica la sana doctrina.
2. Salva a los perdidos
El crecimiento de la iglesia con base en “transferencias” por insatisfacción son una docena de un céntimo… especialmente en los Estados Unidos donde a la iglesia se la trata como a un restaurante y el cliente siempre tiene la razón. Pero el verdadero asunto cuando se trata de predicar la sana doctrina es, las conversiones genuinas que suceden cuando los perdidos llegan a la fe al escuchar la Palabra de Dios (Rom. 10:17). Por supuesto, es maravilloso cuando la gente se transfiere de una iglesia doctrinalmente peligrosa a otra que predica la sana doctrina; ¡pero se puede alegar que pocas cosas son más dulces que ver a nuevos creyentes experimentar de primera mano el poder asombroso de la Palabra viva por medio de la predicación fiel! De la vieja naturaleza pecaminosa a la nueva creación en Cristo, la sana doctrina limpia el corazón y la mente de las ovejas perdidas, regenera sus almas y preserva la fe de ellas (1 Tim. 4:16). Doctrinas mortales: el proceso y la protección
3. Fortalece a los salvos
La sana doctrina catapulta al pueblo de Dios al crecimiento spiritual, ya que están edificando sus vidas sobre la base fundamental de la Palabra de Dios correctamente enseñada y aplicada. Son impulsados y dotados para vivir con madurez en su fe y son protegidos contra la falsa enseñanza (Ef. 4:11-14). La sana doctrina fortalece a los cristianos para llevar vidas de alto impacto, pues se relacionan correctamente con Dios, sus hermanos creyentes y el mundo. Una relación correcta con Dios significa tener una imagen apropiada del evangelio y de Sus atributos, como la santidad y la omnipotencia. Una relación correcta con sus hermanos creyentes significa servirse unos a otros (Gál. 5:13), amarse unos a otros (Rom. 13:8), perdonarse unos a otros (Ef. 4:32), exhortarse unos a otros (Heb. 3:13), ¡y estimularse unos a otros a las buenas obras (Heb. 10:24)! Una relación correcta con los incrédulos significa evangelizarlos (Rom. 1:16), ser un modelo en tu testimonio cristiano (Col. 4:5) y jamás comprometer la verdad (1 Cor. 16:13). Es increíblemente sorprendente lo que puede suceder cuando se les enseña la sana doctrina a los cristianos y a vivir sus vidas para la gloria de Dios.
4. Purifica la iglesia
Predicar la sana doctrina es importante porque no solo produce cristianos firmes, sino que también purifica a la iglesia de los falsos hermanos. Esta no parece ser una estrategia muy “agradable”, pero considera por un momento lo que hizo Jesús para sacar de las filas a los que le seguían de manera superficial, básicamente para obtener favores divinos. Lucas registra a Jesús pronunciando una de las verdades más duras cuando las multitudes eran enormes (Lc. 14:25-35). Jesús estaba repartiendo comida, milagros y sabiduría gratis, pero en el minuto en que comenzó a impartir doctrina profunda y verdades difíciles, dividió a los seguidores verdaderos de los falsos. Los verdaderos convertidos aman la Palabra de Dios, mientras que a los falsos convertidos los repele. Eventualmente, a medida que los libros de la Biblia salen a la luz y las verdades gloriosas de la Escritura quedan al descubierto delante de todos, será inevitable que los que escuchan la verdad tomen una decisión. Sus corazones se volverán a ella, o se burlarán y se apartarán. Esta es una parte vital del deber de un predicador en el ministerio de la palabra. Al hacerlo, él participa con Cristo en la edificación de Su iglesia, lo que también incluye purgarla de impostores.
5. Impacta el futuro
Ahora bien, antes de imaginarte “predicando la sana doctrina” como si fuera una especie de foro académico aburrido en la iglesia cada semana, deberás recordarte lo que es la sana doctrina una vez más: enseñanza bíblica confiable y correcta. Predicar la sana doctrina puede parecer apagado y sencillo, ¡pero es dinámico! Si la iglesia del Nuevo Testamento estuvo dispuesta a apostar su ministerio por ella, ¿por qué no deberíamos hacerlo nosotros? Su impacto es exponencial y poderoso. Cuando se enseñó la sana doctrina en la iglesia primitiva, esta explotó (Hch. 2:40-41). Si una generación de creyentes predica la sana doctrina y defiende la verdad, servirá de modelo de fidelidad para los que vengan tras ellos. En otras palabras, estarán discipulando a la próxima generación de discípulos que hacen discípulos con el cimiento que necesitan para glorificar a Dios. Pese a que se pueden agregar más beneficios importantes a esta lista, la realidad sigue siendo la misma: predicar la sana doctrina sí importa –tanto ahora como en la eternidad.