A menudo recibo los correos electrónicos del hombre que se pregunta cómo puede él, entre todas las personas, liderar a su familia. Él lo ha estropeado. Ha pecado muy a menudo, muy flagrantemente, muy públicamente. Normalmente es la pornografía: ella descubrió el almacenamiento en el disco duro o los enlaces en su navegador. El respeto ganado con tanta dificultad se derrumbó en un instante.
Paréntesis: Hombres, ¿no saben lo que esto causa en el corazón de su esposa cuando ella lo descubre? ¿No les importa la manera en que esto destruye su reputación ante ella? ¿No temen que esto demuele su confianza en el hombre con el que se casó?
O quizá no fue la pornografía, sino años de apatía, de descuido. ¿Cómo pudo él liderar después de tantos años siendo tan pasivo? O quizá no sea la pornografía ni la apatía, sino el temor, temor a una mujer que es mucho más sabia y más entendida, que sabe mucho más de la Biblia y mucho más del Dios de la Biblia. ¿Cómo se supone que él debe liderar a su esposa y su familia cuando ella es la que sabe mucho más?
Cualquiera que sea el motivo, él no ha liderado. No ha dado dirección a la familia, no reunido a la familia para devocionales, no ha orado con los niños, no se ha involucrado para ser un líder. Y cuanto más tiempo pasa, tanto más difícil se vuelve.
Este es el momento más difícil para liderar. El momento más difícil para liderar es cuando uno ha perdido el respeto de aquellos que se espera que lo sigan a uno, cuando tu confianza y la de ellos está rota. Pero este es también el momento más importante para liderar. Aquí es cuando un verdadero hombre va a liderar, y debe hacerlo.
Nadie lidera porque sea digno de honor. En toda la historia humana solo ha habido una persona que fue un líder digno, y solo una persona que tuvo un éxito perfecto en su liderazgo. El resto de nosotros, los mejores de nosotros, somos indignos. Nosotros titubeamos. Lideramos y tropezamos, lideramos y fallamos. Lideramos y nos extraviamos. Lideramos y anhelamos desesperadamente aprender algo de todo esto. En toda la historia humana solo ha habido una persona que fue un líder digno, pero el llamado a liderar también va para los indignos. Así que lideramos. Nos guste o no, tengamos confianza o no, con habilidad o sin ella, lideramos.
No lideramos porque lo merezcamos, sino porque es nuestro llamado. Tú no lideras porque lo merezcas, sino porque es tu llamado. Y tú, mi amigo, has sido llamado; mandado y llamado por Dios mismo. Si eres esposo, has sido llamado. Si eres padre, has sido llamado. Has sido llamado a liderar, tú y nadie más. Has sido llamado a liderar a pesar de tu pecado y tu falla, a pesar de tu temor y apatía. No hay un plan de emergencia, no hay nadie que lidere en tu ausencia, nadie es más apto, nadie está mejor calificado.
No será fácil, pero será lo correcto, y Dios siempre bendice cuando uno hace lo correcto. Así que pide perdón por tu pecado. Vuélvete de esos fracasos. Dales muerte a la duda y el orgullo que te atrapan en la inactividad. Y lidera. Lidera con bondad, humildad y oración. Pero lidera.
Si tú no lideras, ¿quién lo hará? Si no es hoy, ¿entonces cuándo? Ya sabes qué hacer; así que hazlo.