Esta es la segunda parte de una serie de dos artículos acerca de la rendición de cuentas. Mientras en este artículo cubrimos el «cómo» de la rendición de cuentas, en el primero consideraremos el «por qué». Puedes leer el primer artículo aquí.
Pablo dice a Tito que él debe servir de ejemplo al rebaño. El apóstol le dice lo mismo a Timoteo cuando le escribe en su primera carta (1 Ti. 4:12). Pablo les estaba enseñando de manera consistente a los jóvenes pastores específicamente, pero creo que podemos aplicarlo también a nosotros mismos: ser un ejemplo para los demás. A Dios le interesa la forma en que nos conducimos en la vida, además de lo que creemos. El carácter tiene que ser clave en la vida de todo creyente. Nuestras vidas y enseñanzas deben estar rebosantes de integridad. No vivimos en una sociedad perfecta. La gente lleva vidas desastrosas y caóticas: ¡no hace falta que te lo diga! Pero la buena noticia es que estas vidas pueden ser transformadas por el evangelio de Jesús.
Es allí donde nosotros comenzamos a modelar el cristianismo a los demás por lo que enseñamos y la manera en que vivimos y actuamos los unos con los otros. Piensa en la gente que ha sido de influencia para ti. Estoy segura de que no solo te enseñaron la Biblia, sino que también aprendiste de la manera cómo llevaban sus vidas. Este tipo de aprendizaje no se logra asistiendo a un puñado de reuniones, sino pasando tiempo con la gente. Necesitamos una cultura de apertura. Necesitamos practicar el vivir en comunidad en todos los niveles cada día de la semana.
Esto no es tarea exclusiva de los pastores ni de los hombres. Mira los versículos 3 y 5 de Tito 2. Las mujeres también necesitan modelos a seguir. Las mujeres también necesitan ser discipuladas activamente. Reverentes en el porte, no chismosas y no esclavas del vino. La enseñanza es un trabajo activo. Aplicar las verdades de la sana doctrina no es solamente un pasatiempo masculino. La doctrina es una responsabilidad cristiana y las mujeres también debemos aplicarla en nuestras actividades cotidianas.
¿Cómo eran enseñadas las mujeres en sus quehaceres en el pasado, cuando no existían el horno de microondas ni los restaurantes de comidas rápidas? Las muchachas eran instruidas por las mujeres mayores, sus mamás y sus abuelas. Tristemente, en nuestras comunidades donde servimos en Escocia, la abuela a menudo es una traficante de drogas o la peor chismosa del barrio. ¡La mayoría de las muchachas son instruidas por la televisión o YouTube! Necesitamos alentar a nuestras ancianas a enseñar a las más jóvenes. A las mujeres jóvenes se les debe enseñar a ser discretas, cuidadosas de su casa y a ser sumisas a sus maridos. ¡Estoy segura de que a todas les encanta esta afirmación! Las ancianas deben, entre otras cosas, enseñar a las más jóvenes cómo someter sus hogares al señorío de Jesucristo. Cuando estas palabras fueron escritas y los falsos maestros estaban al acecho, según Tito 1:11, parece ser que la manera en que habían infiltrado la iglesia fue a través de las mujeres y sus hogares.
El punto es que las mujeres deben enseñar a otras mujeres la sana doctrina, y repito, no con el propósito de obtener conocimiento, sino con el fin de ponerla en práctica en la vida cotidiana. En nuestro contexto moderno, ¿qué significa eso para una mujer que trabaja a tiempo completo? ¿Qué significa eso para una madre soltera? ¿Qué significa eso para una mujer soltera? ¿Qué significa eso para una madre que se queda en casa? Los hogares son el campo de batalla de nuestra generación. A las mujeres jóvenes se les debe enseñar a ser madres, a cuidar de sus hijos, y necesitan entender la Biblia y aprender a vivir en este mundo. ¿Estás discipulando a alguien en este momento? ¿Alguien te está discipulando a ti? Si no es así, ¡te pido encarecidamente que busques a alguien! Esta clase de relaciones son vitales para la salud de una iglesia. Estamos llamados a hacer eso mientras aguardamos la reaparición gloriosa de nuestro Señor Jesús.
Entonces, ¿qué les decimos? ¿Qué les enseñamos? Veamos qué dice Tito 2:s 11-13. En estos versículos leemos sobre la gracia. La gracia nos enseña todas estas cosas. Debemos enseñarnos unos a otros el evangelio de la gracia, guiarnos unos a otros hacia la cruz, a ese lugar en el cual Jesús fue crucificado y donde murió para que nosotros podamos ser reconciliadas con Dios, y también los unos con los otros – esta es la sana enseñanza. La gracia es lo que nos ha cambiado y la que lo seguirá haciendo. Observa que la gracia no solo nos salva, sino que también nos enseña (v. 12).
Dios no solamente nos conduce a través de la puerta de la salvación cuando venimos a Jesús. No solamente somos salvos, comenzamos a ir a la iglesia, vivimos una mejor vida ahora y esperamos que él vuelva por nosotros. La gracia nos ayuda a vivir una vida de fe hasta que lleguemos a la gloria. Y no transitamos este camino solos, sino que lo hacemos juntos: brazo a brazo, mano a mano. La gracia ha llegado a cada una de nuestras vidas.
Entonces, ¿qué vamos a hacer al respecto? Necesitamos hablar de la gracia, enseñarla, reprendernos unos a otros en ella, animarnos unos a otros en ella, modelarla. Esto es lo que significa vivir una vida de gracia. Instruye sobre ella. Ya que conocemos algo del dolor y el sufrimiento, enseñemos sobre eso. Ya que sabemos lo que es caer en pecado y aun así recibir el perdón por la gracia de Dios y volver a levantarnos,s podemos enseñar a otros lo que es la restauración. Esta responsabilidad recae sobre todos los que nos llamamos cristianos. Es un trabajo complicado y costoso que requiere de tiempo y perseverancia. Pero debemos hacerlo si nos tomamos en serio la tarea de pasar el evangelio a la próxima generación y levantar una nueva generación de hombres y mujeres quienes, a su vez, también enseñarán a otros.
¿Cómo rendirnos cuentas unos a otros?
Esta es la base bíblica; ahora bien, ¿cómo es la parte práctica de estas verdades? ¿Cómo comienzas a cultivar esta clase de relaciones? ¿Qué es lo que no debes hacer? ¿Qué sucede si la relación no prospera o se rompe de alguna manera? Permíteme darte algunos consejos.
1. Ora
Antes de empezar una relación de rendición de cuentas, ora para que el Señor te guíe. ¿A quién debes discipular? ¿Quién debe discipularte? ¡No siempre es útil reunirte con tu mejor amigo! Debes buscar a alguien que te desafíe, alguien de quien puedas aprender y con quien puedas crecer. Así que haz una elección sabia. Luego, ve y habla con esa persona; pregúntale si estaría dispuesta a reunirse contigo para orar e invertir en tu vida. Si estás hablando con una persona a quien te gustaría discipular, dile algo como esto: “Estuve pensando que sería bueno juntarnos para estudiar la Biblia y orar juntos. Me intereso por ti y me gustaría verte crecer en tu vida cristiana”. Esta es una acción muy valiente puesto que nunca estamos seguros de la reacción de la otra persona, pero necesitamos servir de ejemplo. ¡No podemos esperar que los demás se encuentren en este tipo de relaciones si nosotros no estamos dispuestos a hacerlo!
2. Decide cuándo reunirse y qué estudiar
Decidan juntos con cuánta frecuencia han de reunirse y qué van a estudiar. Si eres la persona que toma la iniciativa en la relación, haz algunas sugerencias. os Si eres la persona a discipular, pregúntale a la otra persona si tiene alguna sugerencia, o también puedes sugerirle algo que te gustaría estudiar.Tal vez estés luchando con un área en particular o te gustaría entender mejor algún tema. Hazle saber esto a la otra persona.
3. Sé honesto
¡Sé honesto! Sé que puede llevar algo de tiempo sentirte cómodo para abrirte con alguien, pero es mejor si te abres con tu compañero de rendición de cuentas desde un principio. Es bueno animar a la persona a quien estás discipulando a hacer lo mismo. La única manera en que vas a ver crecer a alguien, o en la que tú crecerás, es si eres abierto y honesto acerca de tus luchas. Repito, sé que es difícil porque a menudo, ni siquiera somos honestos con nosotros mismos. Jeremías 17:9 nos dice que el corazón es engañoso más que todas las cosas. Pero esa será la única manera en que veremos cambios verdaderos y duraderos.
4. Haz las preguntas difíciles
¡Has las preguntas temibles! Sé que a muchos de ustedes no les gusta hacer ni responder las preguntas difíciles. ¡Pero es muy, muy importante hacerlas! De lo contrario, el tiempo que pasamos con alguien puede ser infructuoso y podemos terminar hablando de un montón de basura. Podemos pasar cinco horas con alguien y no hablar de nada significativo. Para aquellos a quienes les resulta difícil sostener una conversación sin irse por las ramas con cualquier historia, hacer las preguntas difíciles les serán de ayuda.
Como regla general paso unos 20 minutos para ponernos al día, de 20 a 30 minutos hablando sobre el libro o pasaje de la Escritura que estamos estudiando, y de 20 a 30 minutos con las preguntas. Así que, en verdad, puedes hacer todo esto en una hora y media. Obviamente, hay ocasiones en que pasarás más tiempo en la conversación, dependiendo de lo que se ha compartido y de lo que se necesita conversar.
No obstante, esto debe ser una excepción y no la regla. Es importante adquirir el hábito de hacer las preguntas desde el principio de la relación porque puede ser difícil introducirlas después. Las preguntas no están diseñadas para aconfundir a nadie. Están allí para que se pueda tratar cada aspecto de la vida y con la esperanza de que la franqueza de ellas les permita a las personas dar respuestas directas. ¡Sin embargo, no siempre es así! Me había reunido con alguien semanalmente y le estaba haciendo las preguntas. ¡Después de un rato, descubrí que la persona me había estado mintiendo cada semana durante seis meses! Fue algo muy difícil de digerir para mí. Si te reúnes con nuevos cristianos, debes estar consciente de que probablemente te pueden mentir u ocultarte cosas. Eso no debe desanimarte a hacerles las preguntas, pero te ayudará a continuar la relación con los ojos abiertos. Esto no es un problema únicamente de los nuevos creyentes. Los creyentes de años también pueden ser igual de malos; tal vez no te mientan del todo, pero pueden ser selectivos con las cosas que te comparten. En tales circunstancias, deberás emplear un poco de discernimiento y hacer algunas preguntas de seguimiento.
5. Evita el chisme
Evita las ocasiones en que las reuniones se convierten en sesiones de “chisme espiritual”. El propósito de que ustedes se reúnan es para animarse y desafiarse mutuamente y orar juntos. A ti no te interesa lo que el vecino ha estado diciendo ni lo que oíste en la cafetería. Tu enfoque es el alma de la otra persona. Esta es la razón por la que antes dije que no debes juntarte con tu mejor amigo. Cuando los mejores amigos se reúnen para el discipulado, a menudo se puede convertir en una sesión de “chisme espiritual” o de burlas a las espaldas de alguien. Esto se debe evitar a toda costa, puesto que no es útil para nadie.
6. Deja abierta la puerta a culminar la relación
Cuando las cosas no funcionan. ¡Parte de mi rol en nuestra iglesia en Niddrie es ser una intermediaria! Trato de juntar a las compañeras de discipulado. Cuando hago esto, siempre digo que es una prueba de tres meses. Por mucho que trato de unir a las personas de una manera útil, no siempre funciona así. Las relaciones no necesariamente se rompen por asuntos de pecado. Puede haber diferentes personalidades, las circunstancias de una persona pueden cambiar, o una de las partes puede sentir que particularmente, no la está beneficiando. Por tanto, el decir que es una prueba es darle a la gente una salida y no tienen que sentirse atascadas en esta relación eternamente. Tengo que decir que no ha habido muchas relaciones que no hayan funcionado; pero en las ocasiones en que sí las hubo, hemos hecho provisión al respecto. No hace falta decir que cuando hay cosas que cambiar, necesitamos ser sensibles y sabios a la hora de tratar con eso.
7. Mantén la confidencialidad
Este es un aspecto importante de la relación de rendición de cuentas. En la medida de lo posible, tenemos que mantener en privado lo que se ha hablado confidencialmente. ¡Esto significa que tampoco debemos comentarlo con nuestros cónyuges! Esto puede resultar difícil en ocasiones, pero es crucial. Puede haber ocasiones en que necesitarás compartir algo ya que la vida de esa persona o la de alguien más puede estar en riesgo. O también puede haber ocasiones en que necesitarás compartir un patrón de pecado grave con el anciano/pastor/líder de tu iglesia para que puedas recibir un consejo de ellos. Si sientes que debes compartirlo, es mejor que se lo hagas saber a la persona y le digas la razón por la que lo harás. Pero por lo general, lo que se hable debe quedar entre ustedes.
Habiendo dicho todo esto, ¡espero no haberte desanimado! Honestamente, puedo decirte que estar involucrada en relaciones de rendición de cuentas ha sido muy alentador y de enorme beneficio para mí como creyente. He aprendido tanto al ser discipulada y al discipular a otras. He tenido que encontrar respuestas a preguntas que jamás me he hecho, y he visto al Señor obrar en las vidas de muchas mujeres. Diría que los beneficios superaron grandemente los aspectos negativos del discipulado.
Para aquellos que han estado involucrados en el discipulado durante algún tiempo, sigan adelante. Y para aquellos que recién empiezan o lo están considerando, aférrense a la esperanza de que el evangelio puede transformar sus vidas y las vidas de los demás mientras sirves al Señor de esta manera. Como lo dice Filipenses 1:6: “estando convencido precisamente de esto: que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús”.
Artículo original de 20Schemes | Traducido por Natalia Armando