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Los temas de la Creación
Conocer la historia de la creación es importante. Pero si nosotros, como predicadores intentamos aplicarla a nuestras vidas y a la vida de nuestra congregación, necesitamos entender qué significa.
Dios crea de la nada
Al pensar en el significado de la historia de la creación, varios temas aparecen. Comenzando con el siguiente: Dios creó todo de la nada.
- Génesis 1:1: «En el principio creó Dios los cielos y la tierra».
- Juan 1:3: «Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho».
- Colosenses 1:16: «Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él».
Esto significa que Dios es el dueño de la creación – él la hizo, es suya. Sin importar lo que pensemos acerca de los mecanismos o el marco temporal de la creación, Dios creó todo, incluyéndote a ti y a mí. Una de la implicaciones de esto es que él hace un reclamo muy claro a nuestras vidas. Esta es la razón por la cual hay tantos argumentos tan acalorados acerca de la evolución y el diseño inteligente. El debate público no es sólo una batalla por la integridad intelectual o la iniciativa científica. Es una batalla por independizarse de Dios. La ironía es que mientras la historia avanza, es esa libertad de Dios la que se torna en nada menos que esclavitud a cualquier cosa, entre ellas, nuestras propias pasiones, deseos y fracasos.
Dios crea por su Palabra
Pero Dios no solo creó de la nada, Dios también creó todo por su Palabra.
«Y Dijo Dios, “sea la luz”, y fue la luz» (Gn. 1:3).
Si tú y yo vamos a hacer algo, necesitamos materia prima con la cual trabajar. Todos tenemos que gastar esfuerzo y energía. Si es complejo, necesitaremos ayuda. No así Dios. En ningún momento Dios se frustró en sus planes creativos y diseño. Él no tuvo que luchar para crear nada, nunca ha necesitado la ayuda o cooperación de otros. Como dice Pablo en Romanos 4, «el cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen». Dios crea todo al hablar. Cuando la Biblia se refiere a la Palabra de Dios, no se está refiriendo necesariamente a una voz audible. La «Palabra» es la expresión de su sabiduría, poder y amor. La tenemos de manera escrita en la Biblia. Pero últimamente, como Hebreos 1 nos dice,
«en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo» (He. 1:2).
Juan dice lo mismo al iniciar su Evangelio:
«En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios» (Jn. 1:1).
Jesucristo es el creador de todo porque Jesús es la Palabra por la cual Dios crea. Esto también significa que donde sea o quienquiera sea lo que Dios crea, si es luz o vida o vida espiritual, es un acto poderoso, de irresistible gracia. Nada fuerza a Dios a hablar. Pero cuando habla, cosas suceden. No solo se trata de la posibilidad de que cosas sean creadas. Las cosas son creadas. En ningún lugar se puede observar más vívidamente el poder de la gracia que en Ezequiel 37. Ahí Dios instruye a Ezequiel a hablar la Palabra de Dios a un valle de huesos muertos y secos en gran manera. Cuando lo hace, la vida entra en esos huesos y ellos se levantan. Vemos lo mismo en el capítulo 11 de Juan. Jesús llama al cuerpo de Lázaro, y Lázaro se levanta y sale de la tumba. Los huesos no le dicen a Ezequiel: «No quiero levantarme». Lázaro no le dice al Señor, «No, no ahora, regresa el año siguiente». No, cuando la voz de Dios resuena con poder creativo y lleno de gracia, ni siquiera la muerte puede resistir su poder. Esta es la razón por la cual debemos predicar la Biblia expositivamente en nuestras iglesias. Podemos hacer muchos videos y danza y entretener a la gente. Podríamos escribir nuestras propias historias, o leer o hablar acerca de cosas muy profundas que otras personas han escrito, llenar nuestras iglesias con aquellos que están interesados en el cristianismo. Pero como heraldos de la Palabra de Dios, nuestra meta no es ni entretener ni estimular intelectualmente. En lugar de eso deseamos que la gente que está muerta en sus pecados halle la vida; que la gente que está espiritualmente ciega, vea. Y eso sólo lo hará la Palabra de Dios, mientras se predique el evangelio de Cristo Jesús. Predicador, ¿de quién es la voz que está escuchando el pueblo? Cristiano, ¿de quién es la voz estás escuchando?
Dios crea para su gloria
Hay un tema más en la historia de la creación que debemos notar y es que Dios crea todo para su gloria. Dios no necesita crear nada. No hay nada necesario en este universo. Pero en amor y gracia, él escogió crear todo de manera que su gloria sea el gozo y deleite de otros. Como declara Apocalipsis 4:11:
«Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas».
Cualquiera que haya sido testigo de la majestuosidad del Gran Cañón, o haya sido testigo de un atardecer sobre el Pacífico, sabe lo que es ser conmovido por la naturaleza. Pero ¿has considerado la razón por la cual somos conmovidos por la naturaleza? El apóstol Pablo nos lo dice en Romanos: la creación despliega la majestad y el poder de Dios. La razón por la que la naturaleza nos conmueve es porque es una expresión de la gloria de Dios y fuimos creados para responder a esa gloria. Pero eso no es todo, en Génesis 1 se nos dice que la creación de los seres humanos fue diferente del resto de la creación. A diferencia de los animales, la gente fue creada para reflejar el carácter mismo de Dios.
«Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó» (Gn. 1:26-27).
Este es el pináculo de la labor creativa de Dios. Así que, grande es la gloria de Dios que ha creado criaturas vivientes que llenan la tierra, no sólo con su vida o inteligencia, sino como reflejo de Dios mismo. Esto es por lo que los seis días de la creación terminan con un séptimo día en el que Dios descansa, pero no porque esté cansado. Su creación está completa. El séptimo día es un día de coronación, un día de adoración en el cual Dios se sienta en su trono y recibe su propia gloria, manifiesta y desplegada a través de la labor de sus manos y especialmente a través de su imagen en la raza humana. Es notorio también que, a diferencia de los otros días, este día de adoración nunca termina. ¿Te ofende que nosotros y el resto de la creación existamos para la gloria de Dios? Ciertamente va en contra de todo lo que hay dentro de nosotros. Lo que necesitamos comprender es que esto significa que la historia de la creación es fundamentalmente una historia de amor. Dios no tenía que crearnos, pero lo hizo. Dios no tenía que crearnos como portadores de su imagen, pero lo hizo. Al hacerlo, nos dio una habilidad única: la habilidad de disfrutar de lo más alto, más hermoso, más deseable, la gloria de Dios. Dios mismo sólo ama nada más que su propia gloria. No hay nada mejor o sublime que amar. No hay nada más hermoso ante lo cual enamorarse. Del mismo amor, él te creó a ti y a mí para participar como portadores de su gloria. El resultado es que nuestra historia se introduce dentro de la más grande historia que se pueda llegar a conocer, la historia de interminable e insuperable de la gloria de Dios. Mucha gente gasta mucha energía y angustia emocional tratando de comprender cuál es su propósito en la vida. La historia de la creación nos da la respuesta: nuestro propósito es «glorificar a Dios y disfrutarlo para siempre». Este propósito se halla en nuestra misma naturaleza, impresa en nuestros genes, impresa en nuestras almas como portadores de imagen. Entonces, ¿no es acaso cierto que una vida vivida con un propósito distinto, eventualmente se sentirá como una muerte? Lejos de limitar nuestra libertad o nuestro gozo, una vida vivida para la gloria de Dios es la única vida verdadera que hay. Aún más, es la gloria de Dios, nuestro valor inherente, lo que garantiza que Dios se interese en sus creaturas. ¿Quieres saber si Dios se interesa o no por lo que te sucede a ti, tu familia, tu iglesia? Considera que él te hizo para su gloria. Con tanto en juego, con tanta inversión, ¿cómo podría Dios no interesarse?