Nota del editor: Este es el segundo artículo sobre la depresión que publicamos del pastor Eduardo Saladín. Si deseas leer la primera parte puedes encontrarla aquí.


Remedios divinos para vencer la depresión

Veamos ahora los remedios divinos para vencer la depresión. Siempre que sea posible debemos tratar de establecer una relación cercana con el aconsejado, para entender mejor las experiencias y sentimientos de esta persona e identificar lo que son debilidades físicas, malos hábitos y patrones pecaminosos de conducta y así poder brindarle la ayuda adecuada (Ro. 12:15; He. 4:15).

1. Una relación personal con Cristo

En esa relación, en primer lugar, debemos enseñar al aconsejado que para tratar con la depresión debe tener una relación personal con Cristo, quien le da el poder y el potencial para vencerla. En Juan 15:5 el Señor nos dice: “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, porque separados de mí nada podéis hacer”. Así como la rama depende de la vid para la vida, el vigor y la fertilidad, asimismo Jesucristo es la fuente de nuestro vigor, ya que todo lo que somos y todo lo que podemos hacer es por la gracia y el poder que él nos comunica continuamente. Por nuestra unión con él podemos enfrentar y salir victoriosos de la depresión. No importa qué tan difícil sea la situación del aconsejado, qué tan serios sean los problemas, las Escrituras nos dicen que si los manejamos a la manera de Dios, él nos dará la salida (1 Co. 10:13). Pero el aconsejado debe decidir a quién creer, si a su corazón que es engañoso y le dice que no hay solución para su situación, o creer a Dios quien le da la solución por la gracia y el poder de Jesucristo. A la luz de esta realidad, debemos explicarle cómo debe apropiarse de los medios públicos y privados de gracia para crecer en su fe. Podemos ayudarlo a crecer en su relación personal con su Señor, guiarlo en la lectura de su Biblia, enseñarle a meditar en lo leído, a memorizar textos específicos que apliquen a su situación, a tomar tiempo para orar con él. Explicarle la importancia de ser miembro de un cuerpo local de creyentes y congregarse para ser pastoreado y edificado, para poner sus dones en operación en el cuerpo de Cristo y tener comunión con el pueblo de Dios. También debemos motivarlo a cumplir y a reestructurar su orden de prioridades de acuerdo a los principios bíblicos, a asumir sus responsabilidades en el hogar, en su trabajo, exhortarle a que haga ejercicios físicos y siga las indicaciones que su médico le haya prescrito si existe alguna condición de salud, entre otras indicaciones.

2. Hablarse la Palabra

En segundo lugar, el aconsejado debe cultivar el hábito de hablarle a su alma con la Palabra de Dios. Es importante entender que todos nosotros tenemos un diálogo interno constante con nosotros mismos, y en lugar de escucharnos debemos aprender a hablarnos la verdad de la Palabra de Dios como lo hace el salmista: “¿Por qué te abates, alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios, pues he de alabarle otra vez. ¡Él es la salvación de mi ser, y mi Dios!” (Sal. 42:11). El salmista lamenta sus circunstancias, se encontraba oprimido por sus enemigos y lejos del santuario de Dios, pero a pesar de eso le habla a su alma, invitándola a no turbarse y motivándola a alabar y esperar en el Señor quien es la única fuente de su salvación y su Dios. Él rehusó centrar su mente en sus problemas, en sus sentimientos, en sus opiniones o en las opiniones de otros, y en su lugar centró su mente en Dios decidido a esperar en él como la única fuente de su salvación. Asimismo debe aprender a hablarle a su alma con el evangelio que siempre es necesario para tratar espiritualmente con la depresión. Traer a su mente el recordatorio de que Dios le ama, que su salvación está segura y garantizada, porque cuando era débil, impío y pecador, enemigo de Dios (Ro. 5:6-10), Cristo murió en la cruz del calvario por sus pecados; ahora ha sido justificado por la fe, ha sido adoptado dentro de la familia de Dios y ahora tiene paz para con Dios a través de Jesucristo (Ro. 5:1). Ya no tiene que temer al juicio de Dios. Dice Jerry Bridges: “Las buenas nuevas de que nuestros pecados son perdonados gracias a la muerte de Cristo, nos llena el corazón de gozo, nos da valor para enfrentar el día y nos ofrece la esperanza que el favor de Dios estará sobre nosotros, no porque seamos buenos sino porque estamos en Cristo”.1 El aconsejado debe ser guiado al entendimiento de que ahora tiene una nueva identidad, es amado por Dios en Jesucristo, quien le ha dicho: “Nunca te dejaré ni te desampararé”, de manera que pueda decir con confianza: “El Señor es el que me ayuda; no temeré. ¿Qué podrá hacerme el hombre?” (He. 13:5-6). Y finalmente, echar toda su ansiedad sobre el Señor, porque él tiene cuidado de nosotros (1 Pe. 5:7).

3. Autoexaminarse

En tercer lugar, debe enseñarlo a hacer un autoexamen para analizar si su depresión está asociada a sentimientos de culpa por pecados específicos que debe confesar en la presencia de Dios y apartarse de ellos. Hacer preguntas como: ¿Tienes amargura o resentimiento hacia otras personas en tu corazón? ¿Estás reaccionando de forma bíblica a las situaciones que se te presentan diariamente? ¿Estás cumpliendo con tus responsabilidades como padre? Y cuando se identifique esas áreas, el aconsejado debe ir a la presencia de Dios en confesión de su pecado (1 Jn. 1:9; Pr. 28:13), haciendo el compromiso de hacer lo que Dios quiere que haga independientemente de sus sentimientos.

4. Confiar en Dios

En cuarto lugar, se debe analizar si su depresión es fruto de la incredulidad, que es lo opuesto a confiar y regocijarnos en Dios. Solo en Cristo hay esperanza para cambiar, porque solo él puede librar al creyente de los viejos hábitos que le esclavizan y darle la victoria sobre la depresión. El consejero está llamado a motivar al aconsejado a confiar en Dios y seguir los principios que da en su Palabra.

5. Regocijarse en el Señor

Finalmente es crucial que el aconsejado aprenda a regocijarse en el Señor siempre (Fil. 4:4). Este texto enseña que se regocije en el Señor, no solo cuando le vaya bien con su familia, en su trabajo, cuando pueda cumplir sus aspiraciones, cuando no se enferme, cuando no tenga problemas, sino que debe regocijarse en el Señor siempre, en toda circunstancia, en todo tiempo y en todo lugar porque él es su todo en todo. Mirar quién es su Dios, lo que él ha hecho en Jesucristo, lo que está haciendo y lo que hará en su vida, y regocijarse en él, en su persona, en sus atributos, y en su control soberano; en sus promesas y provisión para sus hijos, en su cuidado y su protección paternal.

Espera en Dios

“¿Por qué te abates, alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios, pues he de alabarle otra vez. ¡Él es la salvación de mi ser, y mi Dios!” (Sal. 42:11).


Este artículo es parte de la Revista 9Marcas publicada por el ministerio 9Marks. Puedes adquirir la Revista impresa o en formato Kindle. También puedes descargarla gratuitamente directamente del sitio en internet es.9marks.org.

Eduardo Saladín Zacarías

Eduardo Saladín Zacarías fue llamado a salvación por la gracia de Dios conjuntamente con su esposa a través del ministerio de la Iglesia Bíblica del Señor Jesucristo en 1981. Graduado de administración de empresas con una Maestría en Negocios, es propietario de una empresa de Artes Gráficas. Desde el año 1985 pertenece al cuerpo de pastores de Iglesia Bíblica del Señor Jesucristo. Tiene un Doctorado en Teología, Consejería y Manejo de Conflictos en Trinity Theological Seminary, Indiana, Estados Unidos. Es miembro de la Association of Certified Biblical Counselors (ACBC) y productor del programa Entendiendo los Tiempos que se transmite por radio y televisión. Está casado con Patricia Acebal, tiene tres hijos: Rosalía, Sarah y Eduardo y seis nietos: Patricia, Daniel, Samuel Elías, Nazario, Said y Noor.

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